La era Trump, marcada por políticas económicas agresivas, incertidumbre comercial y varios desafíos macroeconómicos, representó un período complejo para la industria del private equity (PE). Con las restricciones derivadas de guerras comerciales, aranceles y una economía global volátil, las firmas de private equity enfrentaron dificultades significativas para cerrar acuerdos rentables y captar fondos tradicionales. Este escenario adverso hizo evidente la necesidad de replantear las estrategias de financiamiento y diversificación para asegurar un flujo constante de capital que impulse nuevas inversiones y permita la gestión exitosa de activos. Durante décadas, el private equity se enfocó principalmente en captar capital de grandes inversores institucionales y personas con patrimonios elevados. Fondos de pensiones, aseguradoras, fondos soberanos y familias de alto patrimonio monopolizaron el acceso a estas inversiones exclusivas, dejando de lado a pequeños inversores y al público en general.
Sin embargo, la coyuntura provocada por la era Trump y la creciente competencia dentro del sector obligaron a los gestores de capital privado a innovar y buscar nuevas vías para atraer recursos. Una de las tendencias más significativas en los últimos años es el acercamiento del private equity hacia los inversores minoristas, un segmento tradicionalmente excluido por los elevados mínimos de entrada y la naturaleza cerrada de los fondos. Para derribar estas barreras, algunas firmas han lanzado fondos con estructuras más flexibles, menores montos mínimos de inversión e incluso formatos abiertos que permiten invertir y retirar capital de manera semirregular. Estas iniciativas no solo democratizan el acceso a inversiones previamente inaccesibles, sino que también fortalecen los activos bajo gestión para los gestores de fondos. Empresas líderes en este traslado hacia el retail como Blackstone y KKR se han posicionado a la vanguardia lanzando productos innovadores.
Blackstone, por ejemplo, ha desarrollado fondos permanentes o "evergreen" que permiten a los inversores individuales participar en sectores como bienes raíces comerciales, crédito privado e infraestructura a partir de aportaciones mucho menores que las históricas. El Blackstone Real Estate Income Trust (BREIT), cuyo valor neto asciende a más de 50 mil millones de dólares, es un claro ejemplo del éxito y la atracción que puede generar este tipo de productos en inversionistas no tradicionales. Asimismo, Blackstone ha establecido alianzas estratégicas con grandes gestoras como Wellington Management y Vanguard, las cuales facilitan a los inversores minoristas la exposición a carteras multiactivo que combinan activos públicos y privados. Esta colaboración tiene la potencialidad de abrir aún más el universo de inversión hacia planes de retiro y fondos cotizados que antes no consideraban activos privados en su mix. Por su parte, KKR ha ampliado su oferta mediante la creación de fondos semilíquidos con mínimos mucho más accesibles, llegando incluso a permitir que inversores no acreditados puedan participar en vehículos de inversión que abarcan desde crédito público hasta private equity, crédito e infraestructura.
Esta estrategia refleja la creciente demanda de los pequeños inversores por productos alternativos que ofrezcan diversificación y potencial de rendimiento a largo plazo. La migración del private equity hacia el mercado retail no solo responde a la necesidad de capital alternativo, sino que también es una reacción natural a las complejidades económicas generadas durante la era Trump. Las guerras comerciales y la volatilidad política empañaron las expectativas de retorno para los inversores tradicionales, quienes se mostraron más cautelosos en sus compromisos. Frente a este panorama, los gestores optaron por ampliar su base inversora para asegurar un flujo constante y diversificado de recursos. Además, el auge de la tecnología financiera y la digitalización ha facilitado el acceso a estos productos más sofisticados por parte del público general.
Plataformas digitales permiten la gestión eficiente, transparente y con menores costos, haciendo viable la inclusión de pequeños capitales en esquemas que, hasta hace poco, requerían desembolsos millonarios y largos periodos de bloqueo. A pesar de las oportunidades, la entrada al retail también genera interrogantes importantes sobre la sostenibilidad y riesgos asociados. Los instrumentos de private equity suelen caracterizarse por su baja liquidez, estructuras complejas y mayor exposición a riesgos inherentes de mercado, lo cual puede no ser adecuado para todos los inversores minoristas. Por ello, las firmas del sector están adoptando medidas para transparentar costos, ofrecer educación financiera y diseñar productos con protecciones y características adecuadas para este nuevo perfil. En cuanto al impacto a largo plazo, este cambio podría significar una transformación en la estructura del private equity global.