Facebook, la gigante red social que revolucionó las comunicaciones globales, está nuevamente en el ojo del huracán debido a denuncias internas que evidencian una cultura corporativa marcada por la codicia y el desprecio hacia las consecuencias sociales de sus acciones. En un contexto donde las redes sociales moldean opiniones, influyen en procesos democráticos y afectan la vida de millones, es indispensable examinar con rigor lo que ocurre detrás de sus plataformas, en especial tras la publicación del libro “Careless People: A Cautionary Tale of Power, Greed, and Lost Idealism” de Sarah Wynn-Williams. Este libro, escrito por una exdirectora de políticas globales de Facebook, ofrece una perspectiva interna sin precedentes sobre cómo la empresa priorizó sus ganancias y su poder a expensas de la ética, la salud mental de los usuarios y la seguridad democrática. La obra no solo detalla decisiones inquietantes, sino que también revela una dinámica empresarial donde los altos ejecutivos, incluido Mark Zuckerberg y la entonces directora de operaciones Sheryl Sandberg, optaron por beneficios inmediatos sin importar el costo social. Un momento clave que ejemplifica esta actitud fue la eliminación de las verificaciones de contenido en Facebook, Instagram y Threads anunciada en enero de 2025.
Bajo el pretexto de que estas verificaciones eran una forma de censura, Zuckerberg decidió desmantelar este mecanismo que había sido implantado después de la cuestionada elección presidencial de 2016, cuando la plataforma permitió la divulgación sin control de propaganda rusa que influyó en los resultados electorales en Estados Unidos. Además del impacto externo, la reacción interna dentro de Facebook ha sido reveladora, con testimonios que muestran una empresa dispuesta a silenciar voces críticas, incluso a través de demandas legales. El caso de Wynn-Williams es emblemático: tras la publicación de su libro, Meta intentó impedir su promoción legalmente, solo para que esa reacción generara un efecto contrario que catapultó la obra a un éxito de ventas y acrecentó el escrutinio público y político sobre la empresa. Durante su trabajo en Facebook, Wynn-Williams fue testigo del choque entre la idealista visión con la que ingresó a la compañía y la realidad pragmática y muchas veces despiadada que imperaba. En sus primeros años, creyó firmemente en el potencial transformador de la plataforma para la política y la comunicación global, pero con el tiempo dicha ilusión se derrumbó al descubrir las prioridades reales de la cúpula directiva.
Un ejemplo de esta desconexión interna fue la actitud del equipo ejecutivo liderado por Sandberg. Lejos de mostrar un compromiso genuino con valores progresistas o sociales, Sandberg se enfocaba principalmente en consolidar su imagen y poder dentro del ecosistema empresarial, a veces a costa de prácticas dudosas, como manipular eventos políticos para su beneficio personal o fomentar un ambiente laboral tóxico caracterizado por la intimidación y el miedo. La ambición corporativa de Facebook no solo afectó su propia imagen y empleados, sino que también se tradujo en la colaboración con firmas de investigación política para difundir teorías conspirativas antisemitas, un hecho que refleja hasta qué punto la empresa estaba dispuesta a llegar para proteger y ampliar su influencia. Otro aspecto alarmante expuesto por Wynn-Williams es la manera en que Facebook utilizó crisis globales para maximizar sus beneficios, particularmente en temas de privacidad y vigilancia. Tras ataques terroristas como el ocurrido en París, la empresa celebró que los gobiernos priorizaran la seguridad sobre la privacidad, ya que esto abría la puerta para la recopilación masiva de datos, recurso que Facebook capitalizaba para afianzar su modelo de negocio basado en la publicidad y el control de información.
Este enfoque predatorio demuestra una desconexión profunda entre las responsabilidades éticas y sociales que debería tener una de las plataformas más influyentes del mundo y las metas financieras de sus dirigentes. La búsqueda desmedida de ganancias ha generado consecuencias tangibles, desde la propagación de desinformación y discursos de odio, hasta el daño psicológico a sus usuarios y el debilitamiento de la democracia. Las revelaciones de Wynn-Williams se suman a una serie de exposiciones previas realizadas por exempleados que han encendido debates globales sobre la regulación y el control de las grandes tecnológicas. Estas denuncias han impulsado investigaciones y audiencias legislativas, buscando responsabilidad y mayor transparencia en las operaciones de gigantes como Meta. En definitiva, la historia de Facebook es un caso paradigmático de cómo la ambición desmedida puede transformar una plataforma con intenciones innovadoras y prometedoras en un instrumento que prioriza el lucro sobre el bienestar público.