El panorama económico estadounidense al inicio de 2025 muestra una notable división en el comportamiento de los consumidores según su nivel socioeconómico. Mientras las familias con menores ingresos continúan ajustando sus presupuestos para cubrir necesidades básicas, los consumidores adinerados incrementan significativamente su gasto, especialmente en rubros vinculados al disfrute, como la gastronomía y los viajes de lujo. Esta tendencia plantea una serie de desafíos y oportunidades para el sector empresarial, además de reflejar una realidad social más compleja que afecta la economía del país. El primer trimestre del año ha dejado en evidencia esta brecha en el consumo. Según datos recientes proporcionados por importantes entidades financieras estadounidenses, como American Express y JPMorgan Chase, el incremento del gasto entre los usuarios con mayores ingresos supera el 6%, contrastando con una caída del 4% en el gasto entre clientes de entidades enfocadas en consumidores con menores ingresos, como Synchrony.
Esta divergencia no solo refleja diferencias en el poder adquisitivo, sino también en las prioridades y posibilidades de cada segmento frente a factores externos como la inflación y las políticas comerciales. La persistente inflación y la incertidumbre económica provocada por nuevas políticas arancelarias del gobierno federal han impactado directamente en la confianza y capacidad de gasto de los sectores más vulnerables. Para estos consumidores, el aumento de precios en productos esenciales obliga a restringir el gasto en artículos considerados prescindibles o de valor elevado, orientando sus recursos hacia alimentos, vivienda y servicios básicos. En contraste, quienes cuentan con mayor estabilidad financiera no sólo mantienen su nivel histórico de gasto, sino que lo amplían en sectores vinculados al ocio y el lujo, mostrando cierta inmunidad frente a los vaivenes económicos. Este fenómeno no es exclusivo de un solo tipo de tarjeta de crédito, sino que se refleja en el comportamiento registrado en distintas entidades bancarias que atienden a segmentos diferentes del mercado.
Por ejemplo, Synchrony, que ofrece tarjetas co-marcadas con tiendas minoristas populares entre la clase media y baja, ha registrado una reducción en las transacciones, mientras que American Express, tradicionalmente asociada con clientes de mayor poder adquisitivo, ha reportado un aumento considerable en su volumen de consumo. El aumento en el gasto de los consumidores adinerados se observa particularmente en categorías como restaurantes, viajes en primera clase y viajes de negocios, donde el gasto subió entre un 7% y un 11% respecto al año anterior. Este comportamiento refleja no solo un mayor poder adquisitivo, sino también un enfoque en experiencias que valoran la calidad y el confort, sin verse afectados por las tensiones macroeconómicas que sufre el resto del mercado. Desde una perspectiva empresarial, este escenario presenta un reto para los minoristas y proveedores de servicios. La clara división en el gasto obliga a diseñar estrategias diferenciadas que puedan atender específicamente a cada segmento.
Por una parte, deben identificar las necesidades esenciales de los consumidores que ajustan su consumo, ofreciendo productos con una relación calidad-precio que se adapte a presupuestos limitados. Por otra, deben innovar y ampliar la oferta en artículos y experiencias de lujo que atraigan a la clientela de mayor poder adquisitivo, que sigue mostrando intención y capacidad de compra. Otro aspecto a destacar es la creciente deuda de los consumidores en el segmento de menores ingresos. Datos recientes de la Reserva Federal indican que el porcentaje de usuarios que solo realiza pagos mínimos en sus tarjetas de crédito ha alcanzado niveles máximos en más de una década. Esta señal de estrés financiero indica que, aunque algunos ajustan su consumo, otros se ven obligados a financiar sus gastos recurriendo al crédito, lo que puede provocar mayores dificultades económicas en el futuro.
En contraste, para los consumidores adinerados, el uso del crédito se mantiene sólido y con menores señales de estrés, lo que favorece una mayor fluidez en su gasto y mayor confianza en la economía, a pesar de la volatilidad externa. Esta situación de resistencia económica facilita que sectores como el turismo de lujo, la gastronomía de alta gama y el comercio de bienes de lujo sigan desarrollándose, creando nichos de mercado que demandan productos y servicios exclusivos. El panorama económico también muestra un cambio en los hábitos de consumo en los sectores que atienden a los grupos con menor poder adquisitivo. Las compras se orientan cada vez más hacia bienes electrónicos, artículos para el hogar y repuestos para vehículos, reflejando una estrategia de inversión en productos duraderos y necesarios, en lugar de gastos superfluos. Sin embargo, existe incertidumbre sobre el impacto que tendrán futuras variaciones inflacionarias y los ajustes en las políticas comerciales sobre esta demanda, lo que representa un riesgo para la estabilidad del consumo a mediano plazo.
Desde el punto de vista macroeconómico, esta dualidad en los patrones de gasto representa una señal clara de que la recuperación y el crecimiento económico no están siendo uniformes. La capacidad de consumo de un segmento reducido impulsa ciertas industrias y servicios, mientras que el grueso de la población mantiene una austeridad que limita la expansión del mercado en sectores más amplios. Este desequilibrio tiene implicaciones para la formulación de políticas públicas y para la estrategia empresarial, ya que el mercado debe adaptarse a una realidad fragmentada. Las empresas y los responsables de diseñar políticas económicas deben prestar atención a esta dinámica para tomar medidas que promuevan una recuperación inclusiva. La expansión del crédito es una herramienta que puede ser útil, pero debe manejarse con cautela para evitar el sobreendeudamiento.