El sector automotriz del Reino Unido atraviesa un momento crucial debido a cambios en la política arancelaria de Estados Unidos que generan señales contradictorias para fabricantes y concesionarios británicos. Recientemente, el expresidente Donald Trump firmó órdenes ejecutivas que alivian parcialmente los gravámenes del 25% impuestos sobre las piezas de automóviles importadas, un movimiento que busca mitigar la presión inmediata sobre los productores y permitir la reestructuración de las cadenas de suministro. Esta medida tiene un impacto directo en la industria automotriz mundial, debido a la estrecha interconexión entre mercados y la globalización de las redes de producción. Sin embargo, para el Reino Unido, que depende considerablemente de la exportación de vehículos y componentes al mercado estadounidense, el alivio llega con ciertas limitaciones y un velo de incertidumbre. Las nuevas reglas permiten a las empresas con instalaciones de producción en Estados Unidos minimizar su carga arancelaria en importaciones de piezas extranjeras, basándose en un cálculo vinculado al volumen de ventas y al precio de los vehículos.
Con un crédito fiscal equivalente al 3.75% del precio de venta sugerido del fabricante hasta abril de 2026, y luego del 2.5% hasta abril de 2027 sobre la producción total en Estados Unidos, se ofrece un margen para compensar gastos adicionales. No obstante, el gravamen del 25% sigue vigente para aquellos vehículos completamente ensamblados en el extranjero, un factor que continúa presionando a los fabricantes británicos para mantener competitivos los precios de sus vehículos en el exigente mercado estadounidense. Philipp Sayler von Amende, director comercial de Carwow, describe esta flexibilización como un "respiro de última hora" para los fabricantes con plantas en EE.
UU., pero advierte que su impacto sobre las exportaciones automotrices británicas sigue siendo limitado y que las tensiones comerciales no desaparecen. La estrategia impulsada por la administración estadounidense buscaba premiar las inversiones en fabricación nacional y fomentar el retorno de procesos productivos al país, al tiempo que respondía a quejas generalizadas sobre la disrupción que provocaban las tarifas a la red integrada de producción en Norteamérica, que abarca a Estados Unidos, Canadá y México. En este escenario, varias marcas europeas como Volvo, Audi y Mercedes-Benz, que han incrementado su producción en suelo estadounidense, se beneficiaron, mientras que las firmas del Reino Unido, con menor presencia manufacturera directa en Estados Unidos, continúan expuestas a costos arancelarios elevados. Esta situación plantea retos para la industria británica, obligada a reconsiderar estrategias de producción, inversión y comercialización en un entorno donde los costes asociados a la importación de piezas y vehículos completos influyen en la rentabilidad y en la capacidad de competir con marcas locales y globales.
Además, la medida destaca la complejidad y volatilidad del comercio internacional en un contexto en que las políticas proteccionistas y los aranceles se utilizan como herramientas de negociación y presión geopolítica. La incertidumbre generada por estas fluctuaciones arancelarias afecta también a los consumidores y concesionarios, ya que los precios y la disponibilidad de vehículos pueden variar significativamente dependiendo de las decisiones gubernamentales y las condiciones del mercado. Aunque el anuncio fue presentado como un gesto de apoyo para evitar interrupciones en la cadena de suministro a corto plazo, expertos advierten que las implicaciones a mediano y largo plazo aún no se vislumbran con claridad. La naturaleza global del sector automotriz implica que factores como la inflación, los costos logísticos y los cambios en la demanda interna y externa forman parte del panorama que deben considerar las empresas para tomar decisiones acertadas. En este contexto, las alianzas estratégicas, la diversificación de plantas de producción y la innovación tecnológica son elementos esenciales para que los fabricantes británicos puedan adaptarse y competir eficazmente en mercados tan dinámicos y rigurosos como el estadounidense.