En el campo de la psicología y la terapia, el entendimiento profundo de la personalidad es esencial para ofrecer tratamientos efectivos y personalizados. Sin embargo, recientemente ha surgido un concepto denominado la «personalidad 4o», que en teoría prometía revolucionar la forma en la que se abordan ciertas patologías relacionadas con la salud mental. A pesar del entusiasmo inicial, la realidad ha demostrado que la personalidad 4o carece de utilidad significativa para la práctica terapéutica, generando cuestionamientos y debates en la comunidad profesional. La personalidad 4o fue conceptualizada como un nuevo tipo de estructura de personalidad que integraba características particulares supuestamente relacionadas con ciertas conductas y procesos emocionales. Se presentaba como una herramienta capaz de proporcionar un diagnóstico más completo y detallado que otros modelos tradicionales de la personalidad.
No obstante, con el paso del tiempo y la aplicación clínica, quedó en evidencia que esta nueva tipología no cumple con los estándares necesarios para guiar intervenciones terapéuticas eficaces. Uno de los principales problemas radica en la falta de evidencia científica sólida que respalde la existencia o la utilidad clínica de la personalidad 4o. La mayoría de los estudios realizados hasta la fecha presentan limitaciones metodológicas importantes, tales como muestras reducidas, ausencia de seguimiento longitudinal y carencia de replicabilidad. Esto dificulta la validación del modelo y pone en duda la precisión con la que esta tipología puede identificar patrones relevantes para el tratamiento. Además, la personalidad 4o resulta demasiado rígida y esquemática, lo que limita su aplicabilidad en el contexto terapéutico.
La diversidad humana y las complejidades individuales no pueden resumirse de manera adecuada en un modelo que intenta encasillar comportamientos y emociones en categorías definidas que, en muchos casos, no reflejan la dinámica real del paciente. Esta rigidez dificulta que los terapeutas adapten sus estrategias a las necesidades específicas de cada persona, algo fundamental para el éxito en la intervención psicológica. Otro aspecto a considerar es que la nueva personalidad 4o no promueve una comprensión profunda de las causas subyacentes que originan trastornos o dificultades emocionales. La terapia efectiva va más allá de identificar rasgos superficiales o superficiales combinaciones de características; requiere un análisis minucioso de factores biológicos, sociales y psicológicos. Al centrarse en un modelo limitado, se corre el riesgo de simplificar excesivamente problemas complejos y pasar por alto aspectos clave para la recuperación.
El impacto negativo de la personalidad 4o en la terapia también se manifiesta en la relación entre el paciente y el terapeuta. Cuando se utilizan tipologías que no reflejan con precisión la experiencia individual, es común que los pacientes se sientan incomprendidos o encasillados, lo que puede generar desconfianza y resistencia. La alianza terapéutica, un elemento esencial para el progreso, se ve comprometida cuando los modelos empleados no consideran la autenticidad y singularidad de cada persona. Dentro del panorama clínico, la personalidad 4o ha suscitado críticas en cuanto a su aplicación práctica. Algunos profesionales señalan que su uso puede provocar estigmatización y etiquetamientos que no solo son poco útiles sino también dañinos para el bienestar emocional.
La imposición de una categoría rígida puede disminuir la autoestima del paciente y limitar su motivación para el cambio, aspectos que son fundamentales en cualquier proceso de sanación. Por su parte, la educación y la formación de los terapeutas también se ven afectadas por la inclusión de modelos como la personalidad 4o. La enseñanza basada en tipologías carentes de evidencia sólida desvía recursos y tiempo que podrían invertirse en enfoques más prometedores y avalados por la investigación. En consecuencia, el desarrollo profesional puede verse obstaculizado, disminuyendo la calidad de la atención que se brinda. No obstante, es importante señalar que el fracaso de la personalidad 4o en la terapia no implica que la búsqueda de nuevos modelos de personalidad sea inútil.