El Seguro Social es una de las fuentes más importantes de ingresos para millones de personas en retiro, y comprender sus reglas puede marcar la diferencia en la estabilidad financiera durante esta etapa. Muchos matrimonios se preguntan si uno de los cónyuges puede aprovechar el historial de ingresos del otro para obtener beneficios superiores, y posteriormente cambiar para recibir su propio beneficio cuando le sea más ventajoso. Esta interrogante es común, especialmente en situaciones en que uno de los cónyuges ha tenido una carrera laboral con ingresos mucho mayores que el otro. Para aclarar estas dudas, es esencial analizar cómo funcionan realmente los beneficios de seguro social para esposos, su cálculo, y las estrategias recomendadas para optimizar los pagos mensuales. Primero es fundamental entender que el Seguro Social ofrece beneficios tanto basados en el propio historial de ingresos como en el de un cónyuge, normalmente denominado beneficio por cónyuge o beneficio conyugal.
Este último permite que un esposo o esposa reciba hasta un 50% del beneficio del cónyuge que tiene los ingresos más altos, siempre que este beneficio supere el que corresponde a su propia cuenta individual. Esto es un mecanismo importante diseñado para proteger a quienes han tenido ingresos menores o menos años de trabajo, garantizando un mínimo más favorable al tomar en cuenta la contribución del otro miembro de la pareja. Sin embargo, es indispensable señalar que esta modalidad solo está disponible después de que el cónyuge que debe recibir los beneficios ha alcanzado su plena edad de jubilación, que en el caso de quienes nacieron en 1960 o después es a los 67 años. En el supuesto de comenzar a cobrar antes, los beneficios se reducen proporcionalmente, tanto en la cuenta del cónyuge principal como para el que recibe el beneficio conyugal. Además, la fecha en que se solicita el beneficio puede influir en la cantidad total que se recibe a largo plazo.
Cuando uno de los cónyuges decide iniciar su cobro antes de alcanzar la plena edad de jubilación, el monto recibido es menor, porque se aplica una reducción que depende de los meses anticipados. En el caso mencionado de una persona que planea retirarse a los 66 años siendo su plena edad de jubilación a los 67, estima recibir un beneficio reducido aproximadamente en un 6.7%. Del lado del cónyuge que recibe el beneficio conyugal, esta reducción no ocurre sobre su porcentaje, porque el beneficio conyugal se calcula con base en la cantidad que el cónyuge principal recibiría a su plena edad de jubilación, sin importar si él o ella comenzó a cobrar antes o después. Por su parte, el cónyuge con un historial de ingresos propio también puede elegir cobrar su propio beneficio en lugar del beneficio conyugal, si ese importe resulta mayor.
Esto típicamente sucede cuando el beneficio propio supera el 50% del beneficio del cónyuge principal. Ahora bien, es posible que esta persona prefiera recibir primero el beneficio conyugal y, en una fecha posterior, cambiar a su propio beneficio, si este último se incrementa, por ejemplo, al retrasar su solicitud hasta los 66 años o más. A esto se le denomina “cambio de beneficios” y es una estrategia legal y comúnmente recomendada por asesores financieros. Sin embargo, existen algunos detalles y condiciones importantes a considerar en esta estrategia. Primero, el beneficio conyugal no gana créditos por demora más allá de la plena edad de jubilación, lo que significa que si la persona continúa trabajando y espera para cobrar su propio beneficio, este último puede aumentar por cada mes extra que postergue la solicitud hasta llegar a los 70 años.
Segundo, el cambio de un beneficio a otro solo es posible una vez en la vida, por lo que hay que planear cuidadosamente cuándo realizarlo para maximizar la suma recibida. Asimismo, es fundamental tener en cuenta que la decisión de cuándo y cómo cobrar estos beneficios puede afectar otros aspectos de la planificación financiera familiar. Por ejemplo, aunque comenzar a recibir el beneficio conyugal a los 62 años es posible, el monto será más bajo que esperar hasta la edad completa o 66 años, y podría afectar el estilo de vida y la capacidad para cubrir gastos esenciales. Además, continuar trabajando mientras se cobra el beneficio de Seguro Social también tiene implicaciones fiscales y de retenciones que no deben pasarse por alto. En casos como el presentado en la consulta, donde la esposa es más joven y con ingresos menores, la opción de cobrar primero el beneficio conyugal y después cambiar al propio puede ser muy ventajosa, siempre y cuando su beneficio propio sea más alto a partir de cierta edad.
Ella podría, por ejemplo, empezar a recibir el 50% del beneficio del esposo cuando este comience a cobrar, y luego al alcanzar los 66 años pasar a cobrar su propio beneficio, el cual podría haber aumentado al postergar su solicitud de beneficios. Una recomendación crucial para las parejas que enfrentan estas decisiones es buscar asesoría profesional en planificación financiera especializada en Seguro Social. Un asesor certificado puede analizar la situación específica de la pareja, considerando edades, ingresos pasados, expectativa de vida, necesidades económicas actuales y futuras, para diseñar un plan estratégico que maximice los ingresos del hogar durante la jubilación. También es recomendable hacer uso de las herramientas oficiales que la Administración del Seguro Social ofrece, como la calculadora de beneficios, que permite estimar los pagos mensuales bajo diferentes escenarios de edad y tipo de beneficio. Esto ayuda a tomar decisiones informadas y evita sorpresas desagradables una vez iniciada la jubilación.