En un giro inesperado dentro del mundo empresarial y político, Unilever, la multinacional anglo-holandesa dueña de la emblemática marca de helados Ben & Jerry's, ha rechazado categóricamente las acusaciones que se le imputan acerca de intentar destituir al entonces CEO Dave Stever por apoyar el activismo social progresista de la compañía. Esta controversia ha escalado hasta llegar a terrenos legales, donde Unilever ha solicitado la desestimación de una demanda interpuesta por Ben & Jerry's, argumentando que las acusaciones carecen de fundamento y que la decisión del CEO fue voluntaria. La disputa no solo pone en evidencia la tensión entre una multinacional global y una marca independiente con fuerte identidad social, sino que también destaca los conflictos latentes entre activismo corporativo y gestión empresarial tradicional. El contexto de esta controversia gira en torno al papel que Ben & Jerry's ha desempeñado tradicionalmente al apoyar diversas causas sociales y políticas, incluyendo su postura crítica sobre el conflicto en Gaza y su oposición a ciertas políticas del expresidente Donald Trump. Este activismo, que forma parte del ADN de la marca desde hace décadas, ha generado tensiones con Unilever, que según los documentos legales, ha sufrido consecuencias negativas en inversión y reputación debido a la postura que Ben & Jerry's ha adoptado.
Unilever sostiene que ofreció a Dave Stever un papel más amplio y mejor remunerado dentro de la estructura global de la compañía heladera, en un movimiento que buscaba ampliar su rol en lugar de marginarlo. No obstante, Stever decidió renunciar voluntariamente el 31 de marzo, según ha declarado la multinacional. Esta versión contrasta con las declaraciones de Ben & Jerry's, que habían argumentado que Stever fue forzado a salir debido a su apoyo a campañas sociales que incomodaban a Unilever y a ciertos grupos de interés. La demanda promovida por Ben & Jerry's busca impedir lo que consideran un intento de Unilever de desmantelar el consejo de administración de la marca y sofocar su activismo característico. Según sus argumentos, Unilever estaría violando un acuerdo firmado en el año 2000 durante la adquisición de Ben & Jerry's, que garantizaba la autonomía para continuar con sus iniciativas sociales y políticas.
La controversia pone sobre la mesa la compleja relación entre conglomerados multinacionales y marcas con identidad social arraigada, planteando interrogantes sobre hasta qué punto una empresa matriz puede limitar o controlar las expresiones políticas y sociales de sus filiales. Al centro del conflicto también se encuentra Anuradha Mittal, presidenta del consejo de Ben & Jerry's, quien ha sido señalada por Unilever de usar a la prensa para filtrar conversaciones confidenciales relacionadas con el empleo y realizar acusaciones falsas con el propósito de avanzar su propia agenda. Unilever acusa a Mittal de entorpecer la colaboración con la dirección corporativa y de exacerbar las diferencias a través de manifestaciones públicas que comprometen la imagen de la compañía matriz. Desde otra perspectiva, los representantes legales de Ben & Jerry's califican la posición de Unilever como una forma de revisionismo que busca proteger su reputación ante las amenazas de despedidos, represalias profesionales y prohibiciones para que la compañía critique políticas gubernamentales específicas. Esta narrativa apunta a una lucha de poder que supera lo meramente empresarial, implicando profundas cuestiones relacionadas con la ética, la libertad de expresión y el compromiso social dentro del marco corporativo.
Mientras tanto, Unilever continúa con sus planes estratégicos para escindir su negocio de helados –del cual forman parte Ben & Jerry's, Breyers y Magnum– marcando el rumbo para que esta división opere de manera independiente a partir del 1 de julio, con informes financieros autónomos previstos para el último trimestre del año. Este movimiento responde a una estrategia de simplificación y enfoque de cartera, dado que Unilever administra una amplia gama de marcas que abarcan desde productos de cuidado personal hasta alimentos y bebidas. La decisión de no poner en venta Ben & Jerry's por parte de Unilever también denota una intención de preservar el valor económico del negocio a pesar de las tensiones, aunque bajo una estructura que permita gestionar las diferencias con mayor autonomía. Este escenario evidencia un intento de buscar un equilibrio entre mantener la rentabilidad y respetar el legado y la identidad propia de una marca cuya influencia social ha trascendido la oferta comercial. El caso está siendo examinado en la Corte Federal del Distrito Sur de Nueva York, donde se deliberan no solo los aspectos contractuales y corporativos, sino también las implicaciones sociales y políticas que una compañía transnacional debe manejar al tener filiales con fuertes posiciones activistas.
La atención mediática y pública hacia este proceso refleja un creciente interés e inquietud en la sociedad respecto a cómo las grandes empresas equilibran sus intereses económicos con las demandas y valores sociales emergentes. En resumen, la disputa entre Unilever y Ben & Jerry's representa un microcosmos de los desafíos que enfrentan las empresas en la actualidad cuando sus marcas se involucran en narrativas de activismo social y político. Mientras Unilever insiste en que no buscó la destitución del CEO y que sus esfuerzos buscan proteger la integridad y viabilidad del negocio, Ben & Jerry's enfatiza la importancia de preservar su libertad para expresarse y actuar conforme a sus principios fundacionales. Este conflicto también invita a reflexionar sobre la importancia que el activismo tiene para los consumidores y cómo la autenticidad y los valores corporativos pueden influir en la percepción pública y, en última instancia, en la sostenibilidad comercial. La eventual resolución del caso podría sentar precedentes para cómo otras grandes empresas aborden la gestión de marcas con fuerte compromiso social, marcando una pauta sobre la convivencia entre la trayectoria empresarial y la responsabilidad social corporativa.
En definitiva, la lucha legal y mediática entre Unilever y Ben & Jerry's seguirá siendo un caso de estudio relevante, tanto para la comunidad empresarial como para el público interesado en la interacción entre negocios, política y sociedad en la era contemporánea.