En las aulas de inglés de muchas escuelas en Estados Unidos, la escena está cambiando drásticamente. La lectura de novelas completas está en declive, y los estudiantes están pasando más tiempo consumiendo materiales abreviados o sumarios en lugar de disfrutar de la experiencia completa que ofrece un libro. Las razones detrás de esta tendencia son variadas y complejas, reflejando tanto cambios en la enseñanza como en los hábitos de los jóvenes. Chris Stanislawski, un estudiante de 14 años de Garden City, Nueva York, comparte su experiencia. En su clase de inglés de octavo grado, se le proporcionaron resúmenes detallados de cada novela discutida, lo que hizo que la lectura completa pareciera innecesaria.
"Cuando te dan un resumen del libro en forma simplificada, se arruina toda la historia", explica Chris. "¿Cuál es el objetivo de realmente leer?" Esto apunta a un fenómeno más amplio: la aparente desvalorización de la lectura profunda en favor de pasar rápidamente por el contenido. Investigaciones recientes sugieren que esta disminución en la lectura se debe en parte a la presión de los exámenes estandarizados y a la percepción de que los estudiantes tienen una capacidad de atención más corta. Para algunos educadores, el tiempo y los recursos son limitados. Stephen French, un exprofesor de inglés y actual decano en Bentonville, Arkansas, menciona que la enseñanza se ha adaptado para incluir una variedad de géneros, como poesía y artículos, pero ha reducido el número de novelas completas leídas en grupo a solo una por año.
Además, la pandemia de COVID-19 aceleró los cambios en la educación. Según Kristy Acevedo, profesora de inglés en una escuela vocacional en Nueva Bedford, Massachusetts, durante el confinamiento, muchas aulas abandonaron la lectura de novelas completas porque los estudiantes estaban lidiando con el trauma de la pandemia. "El problema es que no hemos vuelto a donde estábamos," comenta Acevedo, indicando que la falta de lectura extensa podría estar afectando las habilidades críticas de los estudiantes. También hay evidencias de que los estudiantes simplemente están leyendo menos en general. Fijándose en datos federales, solo el 14% de los jóvenes adolescentes afirma leer por diversión a diario, una caída considerable en comparación con el 27% en 2012.
Esto plantea preguntas serias sobre cómo esta tendencia podría impactar la habilidad de los estudiantes para desarrollar un pensamiento crítico sólido y una empatía genuina, habilidades que la lectura profunda puede cultivar. Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de UCLA que se especializa en la investigación sobre la dislexia, advierte sobre los peligros de la lectura superficial. “Debemos dar a los jóvenes la oportunidad de entender quiénes son los demás, no a través de pequeños fragmentos, sino mediante la inmersión en las vidas, pensamientos y sentimientos de otros”, sostiene. Para Wolf, la lectura profunda es crucial para el desarrollo de circuitos cerebrales vinculados al pensamiento crítico. En Garden City Middle School, sin embargo, todavía hay un esfuerzo por parte de la administración para equilibrar la lectura de novelas con otros formatos.
El director, Matthew Samuelson, asegura que los estudiantes están obligados a leer varias obras en su totalidad cada año, incluyendo clásicos como “De ratones y hombres” y “Romeo y Julieta”, aunque reconocer la necesidad de proporcionar resúmenes y versiones de audio como herramientas adicionales. Sin embargo, esta metodología no siempre resulta efectiva para todo el alumnado, como lo demuestra la experiencia de Chris. La falta de interés en la lectura completa también se ve amplificada por la disponibilidad de contenido digital que ofrece gratificación instantánea. A medida que los estudiantes se vuelven más dependientes de estos formatos cortos y atractivos, los educadores enfrentan el desafío de captar la atención de sus alumnos. Terri White, profesora de un instituto en Connecticut, ha optado por reducir la cantidad de novelas completas asignadas a su clase de noveno grado de honores, eligiendo asignar solo un tercio de un libro clásico, además de un resumen del resto, para poder cubrir más contenido del currículo.
Por otro lado, Karl Ubelhoer, un maestro de educación especial en Nueva Jersey, señala que la presión de mejorar los puntajes de las pruebas lleva a los administradores a derribar el contenido completo en favor de pasajes cortos alineados con los estándares estatales. Esto crea un ciclo en el que los programas de estudio se adaptan al formato de la prueba, dejando poco espacio para la exploración literaria más rica que ofrecen las novelas completas. Pero, a pesar de todos estos desafíos, hay voces que abogan por el regreso a la lectura sustantiva. Alden Jones, profesora de literatura en Emerson College, señala que aunque ha reducido la cantidad de libros que asigna, también ha adoptado un enfoque más riguroso para asegurar que sus estudiantes realicen la lectura. “No valoramos el tiempo de reflexión que solíamos tener.
Todo es tiempo que podríamos estar en nuestro teléfono cumpliendo tareas”, observa Jones. La situación también varía drásticamente según la ubicación geográfica. En Detroit, por ejemplo, Lea van Belle, directora de la coalición de alfabetización 313Reads, describe a su comunidad escolar como un “desierto de libros” donde algunos estudiantes enfrentan dificultades significativas para leer debido a la falta de recursos en sus escuelas. Esto contrasta con las experiencias en escuelas mejor financiadas, donde a menudo el tiempo se convierte en la verdadera limitante para la enseñanza de la literatura. El dilema que enfrentan las aulas de inglés no es simplemente una cuestión de reducir la carga curricular.