En los últimos meses, la confianza del consumidor estadounidense ha mostrado una tendencia a la baja que ha captado la atención de economistas, inversionistas y analistas por igual. Durante cinco meses consecutivos, esta confianza ha caído, alcanzando en abril su nivel más bajo desde los primeros días de la pandemia de COVID-19. Varios factores han contribuido a esta situación, pero uno de los más determinantes ha sido la incertidumbre generada por las políticas comerciales impulsadas por la administración de Donald Trump, particularmente tras el anuncio de nuevas tarifas que sorprendieron al mercado y a los consumidores. El Índice de Confianza del Consumidor, elaborado por el Conference Board, registró en abril una lectura de 86, marcando una caída considerable desde los 92.9 puntos revisados en marzo.
Esta cifra no solo es menor a la expectativa de los economistas, quienes proyectaban un índice en torno a 88, sino que representa una señal clara de que los consumidores están perdiendo confianza en la economía y en el futuro inmediato. Este índice mide la percepción de los consumidores respecto a la situación económica actual y sus expectativas a corto plazo en términos de ingresos, empleo y condiciones del mercado empresarial. Uno de los componentes más afectados dentro de este índice es el llamado "Índice de Situación Actual", que refleja la evaluación de los consumidores sobre las condiciones de negocios y del mercado laboral en el momento presente. En abril, este índice cayó a 133.5 desde 134.
5 en marzo, demostrando una percepción negativa creciente respecto a la situación económica real. Paralelamente, el "Índice de Expectativas", que evalúa las perspectivas a corto plazo de los consumidores sobre sus ingresos, el mercado laboral y la actividad empresarial, sufrió una caída aún más pronunciada, ubicándose en 54.4 en abril, una baja considerable desde 65.2 en marzo. Cabe destacar que esta es la lectura más baja desde octubre de 2011, y que un valor inferior a 80 en esta categoría ha sido históricamente un indicador temprano de recesiones económicas.
Esta combinación de percepción negativa frente a la economía actual y expectativas sombrías para el futuro inmediato está directamente vinculada con la creciente preocupación por la inflación. En abril, las expectativas promedio de inflación a 12 meses aumentaron al 7%, el nivel más alto desde noviembre de 2022, periodo en que Estados Unidos enfrentaba incrementos de precios anómalamente altos. El contexto en que se realizaron estas mediciones es crucial para entender el impacto en la confianza del consumidor. La encuesta se llevó a cabo durante abril, incluyendo en su periodo de recolección de datos hasta el 21 de abril, momento en que el presidente Trump anunció de manera sorpresiva el establecimiento de tarifas marcadas como "Liberation Day". Este anuncio causó conmoción a nivel nacional y elevó la incertidumbre respecto a las posibles repercusiones de dichas medidas en los precios, en el empleo y en la economía en general.
Expertos en economía consultados por medios especializados han señalado que esta sorpresa fue un factor determinante que afectó la percepción de los consumidores. Yelena Shulyatyeva, economista senior en Estados Unidos para el Conference Board, destacó que la severidad de estas tarifas tomó desprevenidos a los consumidores, quienes ahora anticipan que estos impuestos afectarán directamente sus finanzas personales y oportunidades laborales, generando una sensación de vulnerabilidad y preocupación. Esa inquietud se refleja también en otros datos económicos recientes. El Conference Board reportó que un 32.1% de los consumidores ahora esperan ver una reducción en las oportunidades de empleo durante los próximos seis meses, cifra que no se había registrado desde abril de 2009, cuando se vivía el epicentro de la Gran Recesión.
Además, los datos del Departamento de Trabajo indicaron que las vacantes de empleo en marzo se mantuvieron cerca de un nivel bajo que no se observaba en cuatro años, profundizando las dudas sobre la fortaleza del mercado laboral. Este escenario no solo afecta la percepción general, sino que también ha comenzado a modificar las expectativas de los consumidores sobre sus ingresos futuros, algo que no ocurría en los últimos cinco años. La creciente inseguridad económica ha provocado que las personas se muestren más cautelosas, limitándose en gastos y previniendo inversiones o adquisiciones que requieran un compromiso financiero a largo plazo. La relación entre las políticas comerciales y la confianza del consumidor es compleja y multifacética. Las tarifas impuestas pueden generar efectos inflacionarios al encarecer los productos importados, lo que se traduce en una reducción del poder adquisitivo de las familias.
Además, la incertidumbre sobre la continuidad y profundidad de estas medidas desincentiva a las empresas a tomar decisiones de expansión o contratación, afectando así el empleo y la estabilidad económica. En este contexto, el impacto sobre el desempleo puede ser significativo. Si las empresas anticipan mayores costos y riesgos debido a las tarifas, podrían optar por reducir sus plantillas laborales o frenar la creación de nuevos puestos de trabajo, lo que puede conducir a un aumento en la tasa de desempleo. Shulyatyeva advirtió que es probable que se observen incrementos significativos en el desempleo en el futuro cercano, ya que la situación actual apunta a una desaceleración económica que se está reflejando en el mercado laboral. La caída en la confianza del consumidor tiene implicaciones directas en el crecimiento económico, ya que el gasto de los hogares representa una parte fundamental del Producto Interno Bruto (PIB).
Cuando los consumidores reducen su gasto debido a la incertidumbre o al miedo, las empresas ven disminuir sus ingresos, lo que puede provocar un efecto dominó que impacte a todos los sectores económicos. Además, la mayor expectativa de inflación indica que los consumidores anticipan que los precios seguirán aumentando, lo que puede generar una espiral inflacionaria si se traduce en demandas salariales más altas o en incrementos de precios anticipados por parte de los comerciantes. Esta dinámica dificulta la planificación económica tanto para consumidores como para empresas. El escenario actual coloca a Estados Unidos en una encrucijada económica. Por un lado, las políticas comerciales buscan proteger la industria nacional y corregir desequilibrios comerciales, pero por otro, generan incertidumbre y presiones inflacionarias que afectan negativamente la confianza y el bienestar de los consumidores.
El equilibrio entre estos objetivos será clave para el desarrollo económico en los próximos años. La resolución de esta situación requerirá una combinación de medidas que ayuden a estabilizar las expectativas inflacionarias y a mejorar la percepción del mercado laboral. La comunicación clara y predecible sobre las políticas económicas, así como el monitoreo constante de los indicadores económicos, serán fundamentales para recuperar la confianza perdida y evitar que la caída continúe ya que se trata de un motor clave para la economía. En conclusión, la caída sostenida de la confianza del consumidor en Estados Unidos refleja un panorama económico marcado por la incertidumbre y la preocupación ante las políticas comerciales actuales, especialmente las relacionadas con las tarifas impuestas por la administración de Donald Trump. Los efectos sobre las expectativas inflacionarias y el empleo generan un ambiente complejo que podría afectar el crecimiento económico si no se toman medidas adecuadas para mitigar estos riesgos.
La atención a estos indicadores es esencial para comprender la evolución futura de la economía y la toma de decisiones tanto por parte de los actores económicos como de los responsables de la formulación de políticas públicas.