Título: La Realidad del Bitcoin en El Salvador: Más del 90% de los Salvadoreños No lo Utilizan El Salvador, un pequeño país de América Central, ha sido el centro de atención económica y tecnológica desde que el presidente Nayib Bukele tomó la audaz decisión de adoptar el Bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021. La medida fue histórica, convirtiéndose en el primer país en el mundo en darle estatus legal a una criptomoneda, con la esperanza de atraer inversiones, fomentar la inclusión financiera y revitalizar la economía. Sin embargo, a más de un año de esta innovadora política, una reciente encuesta ha revelado un dato sorprendente: más del 90% de los salvadoreños no realizan transacciones con Bitcoin. La Onyx Bitcoin, empresa encargada de llevar a cabo la encuesta, reveló que un abrumador 93% de los encuestados admitió no haber utilizado nunca Bitcoin para realizar pagos o transacciones en su vida diaria. Este dato plantea preguntas sobre la efectividad de la decisión del gobierno de integrar una criptomoneda volátil en la vida cotidiana de los ciudadanos y la percepción que tienen los salvadoreños sobre su uso.
La adopción del Bitcoin fue presentada por el presidente Bukele como una forma de transformar la economía del país y ofrecer a la población una alternativa a los sistemas bancarios tradicionales, a menudo excluyentes. Sin embargo, el resultado de la encuesta sugiere que muchos salvadoreños se sienten inseguros o desinteresados en la utilización de la criptomoneda. Las razones son diversas; desde la falta de comprensión sobre cómo funciona el Bitcoin, hasta la preocupación por su volatilidad y la sensación de que es un tema reservado para expertos en tecnología. Para contextualizar esta situación, es importante recordar que en El Salvador alrededor del 70% de la población no tiene acceso a servicios bancarios formales. Antes de la adopción del Bitcoin, el gobierno argumentó que la criptomoneda podría servir como un puente para la inclusión financiera.
Sin embargo, las cifras actuales indican que, a pesar de que el Bitcoin se ha posicionado como parte de la política económica del país, su aceptación por parte de los ciudadanos ha sido mínima. Muchos en El Salvador continúan utilizando el dólar estadounidense como su principal forma de transacción. De hecho, en el mismo sondeo, el 75% de los encuestados afirmó que todavía utiliza el dólar para todas sus compras diarias. Esta preferencia se debe, en gran parte, a la estabilidad que ofrece la moneda estadounidense en comparación con la imprevisibilidad del Bitcoin, que ha mostrado fluctuaciones extremas en su valor en el último año. Los detractores de la política de Bukele han argumentado que la adopción del Bitcoin fue más una estrategia de marketing que una solución real a los problemas económicos del país.
Activistas sociales y economistas han expresado su preocupación por el impacto que esta decisión puede tener en las finanzas de los más vulnerables, citando que la volatilidad del Bitcoin podría agravar problemas como la pobreza y la desigualdad. A pesar de las críticas, el gobierno salvadoreño ha seguido invirtiendo en la infraestructura necesaria para promover el uso de Bitcoin, incluyendo la construcción de quioscos y la creación de billeteras digitales como "Chivo", que permite a los salvadoreños realizar transacciones en criptomonedas. Sin embargo, la escasa adopción sugiere que estas medidas no han logrado convencer a la población sobre los beneficios del uso del Bitcoin. Uno de los factores clave que ha afectan la adopción de Bitcoin en El Salvador es la falta de educación financiera. Aunque el gobierno ha hecho esfuerzos por promover el conocimiento del Bitcoin y enseñar a la población cómo utilizarlo, aún persiste una falta de información que limita la comprensión de este nuevo sistema monetario.
Sin educación financiera adecuada, es difícil que la gente confíe en un activo tan arriesgado como el Bitcoin. Además, el costo asociado con la transacción de Bitcoin también se ha convertido en un obstáculo. Las comisiones que se aplican a las transacciones son generalmente altas, lo que puede desalentar a los usuarios que desean hacer pequeñas compras. Por ejemplo, un usuario que quiera comprar alimentos o bienes de consumo diario podría pensar dos veces antes de usar una moneda cuya transacción podría costar más que el producto mismo. Esta situación se ve reforzada por la realidad de que muchos salvadoreños viven en condiciones económicas difíciles.
La llegada de nuevas tecnologías suele estar acompañada de escepticismo, y el Bitcoin no es la excepción. A medida que más personas descubren los riesgos asociados con su uso, desde el hacking hasta las estafas en línea, el miedo se convierte en una barrera adicional para la adopción. Muchos ciudadanos simplemente no confían en el Bitcoin, lo que resulta en un uso extremadamente limitado en su vida diaria. Sin embargo, a pesar de las dudas y la resistencia de la población, el gobierno de Bukele se muestra optimista. En sus discursos, el presidente ha continuado destacando los posibles beneficios del Bitcoin, alegando que puede poner al país en el mapa tecnológico y atraer la atención de inversores internacionales.
La visión de Bukele gira en torno a un futuro donde El Salvador se convierta en un centro de innovación en criptomonedas y tecnología financiera. La oposición política también ha tomado fuerza en este debate, argumentando que el enfoque del gobierno en el Bitcoin distrae de problemas más críticos, como la falta de empleo, la seguridad y la educación. Tanto la oposición como la sociedad civil exigen un enfoque más centrado en el bienestar de la población y en políticas que realmente mejoren la calidad de vida de los salvadoreños. El futuro del Bitcoin en El Salvador sigue siendo incierto. Con más del 90% de la población sin realizar transacciones en esta criptomoneda, es evidente que el camino hacia su integración total en la sociedad es largo y desafiante.
Sin embargo, la historia del país también podría escribirse de otra manera, si se logra implementar programas educativos sólidos, mejorar la infraestructura digital y abordar las preocupaciones de la gente. A fin de cuentas, la adopción de una nueva tecnología requiere tiempo, confianza y un ajuste en las percepciones culturales. Así, El Salvador se encuentra en una encrucijada, donde las decisiones que tome en los próximos años podrían definir no solo su economía, sino también su lugar en el mundo tecnológico.