La Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), reconocida mundialmente por sus contribuciones a la exploración espacial y la ciencia del cosmos, enfrenta un cambio radical en su enfoque debido a una propuesta presupuestaria presentada en 2025. Esta propuesta, impulsada por la administración estadounidense, propone una reducción del 24 por ciento en el presupuesto total de la agencia, pasando de 24.8 mil millones de dólares a 18.8 mil millones, y con un recorte significativo en los programas de ciencia espacial, pero con un incremento selectivo de fondos para misiones humanas a la Luna y Marte. Este giro en la estrategia de NASA sugiere una transformación casi total de sus objetivos, moviéndose hacia una agencia centrada exclusivamente en la exploración directa y tripulada de estos dos cuerpos celestes.
De hecho, se ha bautizado informalmente a la organización como la «Administración Nacional de la Luna y Marte» debido a esta nueva prioridad. La propuesta introduce además mil millones de dólares adicionales para la exploración de Marte, siguiendo la promesa presidencial de plantar una bandera estadounidense en el planeta rojo, un símbolo potente para la ambición espacial de Estados Unidos. Sin embargo, este enfoque viene acompañado de un recorte importante a proyectos de ciencia robótica y observatorios que históricamente han ayudado a comprender desde la composición planetaria hasta el cambio climático en la Tierra. Entre las cancelaciones sugeridas se incluyen misiones clave para traer muestras de roca de Marte al planeta Tierra, proyectos de satélites para monitorear el clima terrestre, y la suspensión después de la misión Artemis III del sistema Space Launch System (SLS) y la cápsula Orion, que están destinados a regresar astronautas a la Luna. Asimismo, la propuesta cancela el proyecto Gateway, un pequeño complejo espacial en órbita lunar que habría funcionado como estación avanzada para futuras exploraciones.
La comunidad científica y organizaciones de defensa del espacio han expresado profunda preocupación ante esta propuesta. Casey Dreier, jefe de política espacial de The Planetary Society, ha señalado que se trata del recorte más significativo en la historia reciente de NASA y una señal de que Estados Unidos podría estar renunciando a mantener su liderazgo en la exploración espacial mundial. Desde una perspectiva internacional, este debilitamiento podría abrir oportunidades para que otras potencias espaciales, como China y la Unión Europea, tomen un papel protagónico en la investigación y desarrollo espacial. El impacto en la Estación Espacial Internacional (ISS) también es considerable. Con la propuesta presupuestaria se contempla reducir la cantidad de astronautas a bordo y limitar los programas de investigación científica, lo que podría afectar años de experimentos que solo pueden realizarse en condiciones de microgravedad.
A nivel educativo, la iniciativa busca eliminar los programas de divulgación y educación de NASA, descritos en el documento presupuestario con términos polémicos, lo que limita la capacidad de la agencia para inspirar a futuras generaciones y fomentar carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Desde el punto de vista del apoyo tecnológico, el presupuesto elimina también las investigaciones en aviación para reducir gases de efecto invernadero, un área clave para abordar la crisis climática global. Además, las inversiones en mantenimiento, infraestructura y construcción sufrirían un recorte superior a mil millones de dólares, a pesar de que informes recientes de academias nacionales han recalcado la urgente necesidad de modernizar las instalaciones de NASA, muchas de las cuales datan de la era espacial de los años sesenta. Este cambio de rumbo en la política espacial se alinea en cierta medida con los intereses de actores privados como Elon Musk, fundador de SpaceX, cuya visión de colonizar Marte ha influenciado la agenda pública y privada. Musk ha anunciado planes para lanzar la nave gigante Starship en una misión no tripulada a Marte para finales de 2026, y se especula que esos mil millones de dólares podrían apoyar indirectamente esos esfuerzos provenientes del sector privado, evidenciando una colaboración futura entre NASA y empresas aeroespaciales comerciales centradas en objetivos humanos específicos.
No obstante, esta estrategia también conlleva riesgos. Al priorizar la exploración tripulada de destinos concretos a expensas de la ciencia robótica y la investigación básica, se corre el riesgo de dejar de lado el conocimiento esencial que nutre el desarrollo tecnológico y científico, base para futuros descubrimientos. Muchas misiones robóticas que son canceladas estaban diseñadas para explorar otros objetivos planetarios y astrofísicos que podrían permitir un entendimiento más profundo del sistema solar y el universo. Algunos expertos advierten que la ciencia espacial y las misiones tripuladas son complementarias y que una política equilibrada sería ideal para maximizar el impacto y la innovación de NASA. La robótica y los satélites permiten investigaciones continuas y a bajo costo comparativo, que alimentan el desarrollo tecnológico y fomentan la generación de datos para entender la Tierra y el cosmos, mientras que las misiones tripuladas capturan la imaginación pública y materializan ambiciones políticas de liderazgo y presencia humana fuera del planeta.
La cancelación de programas dedicados al monitoreo climático y la reducción de emisiones provenientes de la aviación representan además una contradicción frente a las urgencias ambientales globales. NASA ha jugado históricamente un rol clave en aportar datos confiables para la evaluación del cambio climático, contribuyendo a políticas y acuerdos internacionales. Las limitaciones presupuestarias en estas áreas podrían socavar importantes esfuerzos y retrasar respuestas fundamentadas para mitigar el cambio climático. En contraste, la estrategia focalizada en misiones lunares y marcianas podría tener beneficios para tecnología espacial aplicada, como avance en propulsión, hábitats y sistemas de soporte vital para misiones largas. El programa Artemis, que planea establecer una presencia humana sostenible en la Luna, es considerado una base para futuras exploraciones marcianas y podría generar estímulos para la industria aeroespacial y científica a corto y mediano plazo.
A pesar de las tensiones y la incertidumbre que genera la propuesta, la declaración de la administradora interina Janet Petro intenta equilibrar la percepción pública, subrayando el intento de mantener algunas inversiones en ciencia y tecnología, aunque en menor escala, y persiguiendo simultáneamente las misiones a la Luna y Marte. Sin embargo, la ambigüedad sobre la distribución específica de los fondos y los planes concretos para las misiones en Marte dejan pendiente la pregunta de la viabilidad y sostenibilidad de esta estrategia. El debate que plantea esta propuesta es un reflejo de una visión más amplia sobre el papel que Estados Unidos quiere jugar en la exploración espacial en las próximas décadas. Entre los argumentos a favor se destacan la concentración de recursos para lograr metas concretas y visibles que puedan galvanizar apoyo político y público, así como impulsar la innovación en sistemas para exploración humana. Por otro lado, los detractores advierten que sacrificar la investigación científica básica y las misiones robóticas es una estrategia miope que puede minar la posición de Estados Unidos como pionero en descubrimientos espaciales y su capacidad científica.