En las sociedades contemporáneas, el mercado y la economía juegan un papel central en casi todos los aspectos de la vida cotidiana. Desde bienes materiales hasta servicios, el dinero suele ser la medida que determina valor y acceso. Sin embargo, el libro 'What Money Can't Buy: The Moral Limits of Markets' de Michael J. Sandel plantea una reflexión crítica esencial: ¿existen límites morales al poder del mercado? ¿Hay cosas que simplemente no deberían comprarse o venderse? Sandel, profesor de filosofía política en Harvard, invita a reconsiderar la penetración implacable del mercado en ámbitos donde el dinero tradicionalmente no había ejercido dominio, tales como la educación, la salud, la justicia e incluso la vida misma. La pregunta que subyace a su obra es si algunas partes de la vida pública y privada deberían estar protegidas de la lógica del mercado y el lucro.
Uno de los debates que provoca su análisis es si resulta ético pagar a los niños para que lean más libros o consigan mejores calificaciones. A primera vista, podría parecer una estrategia válida para motivar y premiar esfuerzo. Sin embargo, al poner un valor monetario sobre las actividades educativas, se corre el riesgo de transformar el aprendizaje en una mera transacción financiera, despojando a la educación de su sentido intrínseco y reduciendo la motivación a incentivos externos. Esto podría cambiar la relación natural y social con el conocimiento y afectar el crecimiento personal y la formación ciudadana. Otro aspecto crucial que Sandel aborda es la monetización de la vida humana.
Poner precio a la vida para determinar cuánto permitir de contaminación o cuánto pagar por donar órganos plantea interrogantes éticos fundamentales. En sociedades donde la salud y la vida se mercantilizan, se corre el riesgo de que el derecho a vivir o a recibir cuidados dependa del poder adquisitivo. Esto genera desigualdades profundas y amenaza con socavar principios básicos de justicia distributiva. La controversial práctica de contratar mercenarios para guerras o pagar a personas para probar medicamentos peligrosos también abre un terreno espinoso. Aunque puede parecer una cuestión práctica basada en la oferta y demanda, implica la mercantilización del peligro, del sufrimiento y de la solidaridad humana.
La ética se ve cuestionada cuando el mercado empieza a regular ámbitos donde la dignidad humana debería ser inviolable. Sandel subraya que la extensión del mercado a todas las áreas puede corromper los valores sociales y morales que estructuran nuestras comunidades. No todo puede ni debe ser convertido en mercancía, porque el riesgo no es solo práctico sino simbólico: se erosiona el sentido de lo que hacemos y cómo nos relacionamos. La educación, la salud, la justicia y hasta la política deben preservar espacios donde imperen valores no dictados por el dinero. El filósofo también subraya que el problema no es el mercado per se, sino el hecho de que algunos aspectos de la vida pública se han entregado a la lógica impersonal de compra y venta sin debate o reflexión suficiente.
Así, la lógica del lucro termina invadiendo esferas donde circulaban otros valores como el altruismo, la solidaridad, el respeto y la igualdad. En muchos países, la globalización y la liberalización económica han expandido esta tendencia, pero a costa de crear tensiones y dilemas sociales complejos. Por ejemplo, la privatización de servicios básicos o el pago por acceso a educación de calidad han incrementado la inequidad y generado protestas y debates sobre la justicia social. Desde una perspectiva histórica, el mercado ha permitido avanzar en muchos frentes, como la innovación tecnológica, la distribución de recursos y la creación de riqueza. Sin embargo, Sandel llama a reflexionar sobre el equilibrio necesario para que el mercado sirva al bien común y no lo transforme en un bien para pocos.
La discusión sobre los límites morales del mercado también debe considerar el impacto en la cohesión social. Cuando el dinero puede comprar privilegios y ventajas que deberían estar basadas en el mérito, la justicia o la igualdad de oportunidades, se debilitan los fundamentos del contrato social. Esto puede profundizar la fractura social y el desencanto ciudadano. Más allá de lo pragmático, el tema toca el significado profundo de nuestra existencia compartida. La cara más humana de la economía debería recordar que hay bienes y valores que no pueden expresarse en términos monetarios: la confianza, el respeto mutuo, el deber cívico y la dignidad humana.
En conclusión, la reflexión que propone Michael J. Sandel en 'What Money Can't Buy' es una invitación urgente para repensar el papel de los mercados y el dinero en la vida social. No basta con promover el crecimiento económico, es fundamental preservar ámbitos libres de la lógica de la compra y venta, espacios donde la ética, la justicia y los valores humanos actúen como límites y guías imprescindibles. Solo así podremos construir sociedades más justas, equitativas y humanas, donde el dinero tenga un lugar sin que se convierta en el árbitro de todo valor. La pregunta sigue abierta, y es tarea de toda sociedad buscar respuestas que combinen eficiencia económica con profundidad moral.
En última instancia, los límites del mercado son también los límites de nuestra humanidad compartida.