La Teoría Monetaria Moderna (TMM) ha ganado atención en los últimos años, especialmente en el contexto de las políticas económicas impulsadas por los gobiernos para mitigar los efectos de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, no está exenta de críticas y controversias. En este artículo, exploraremos algunos de los defectos mortales que presentan las premisas de la TMM, así como las implicaciones que sus seguidores proponen para la economía global. La TMM postula que los gobiernos que emiten su propia moneda no pueden quedar en bancarrota de la misma manera que los hogares o las empresas. En lugar de eso, pueden imprimir tanto dinero como deseen para financiar el gasto público, lo que aparentemente elimina la necesidad de equilibrar el presupuesto.
A primera vista, esta idea es atractiva, especialmente en un mundo donde la desigualdad y la pobreza son problemas persistentes. La posibilidad de financiar programas de bienestar social, infraestructura y educación sin la carga de la deuda gubernamental parece un cambio de juego. Sin embargo, las críticas a esta teoría son numerosas y profundas. Una de las principales preocupaciones es la inflación. La TMM sugiere que el gasto público debe crecer significativamente sin preocuparse por el déficit presupuestario, ya que este es "monetizable".
Sin embargo, la historia económica está repleta de ejemplos en los que el exceso de dinero en circulación ha llevado a la inflación descontrolada, como se vio en la República de Weimar en Alemania en la década de 1920 o en Zimbabwe en la década de 2000. En estos casos, imprimir dinero sin respaldo real resultó en precios astronómicos y en la pérdida de confianza en la moneda. Así, uno de los defectos fatales de la TMM es su subestimación del riesgo inflacionario. Otro de los problemas es la suposición de que el estado puede controlar efectivamente la economía mediante el uso del gasto público y la emisión de deuda. La TMM defiende que, al tener el monopolio de la emisión monetaria, el gobierno puede regular la economía para evitar el desempleo y fomentar el crecimiento.
No obstante, en el mundo real, los gobiernos a menudo son propensos a la corrupción, la ineficiencia y la mala gestión. Esta teoría ignora el hecho de que la economía está sujeta a una serie de factores, muchos de los cuales están fuera del control del estado. Las crisis económicas pueden surgir de factores externos como guerras, pandemias y desastres naturales que no pueden ser gestionados simplemente imprimiendo más dinero. Además, la TMM asume que la demanda agregada puede ser estimulada indefinidamente a través del gasto público. Sin embargo, esto plantea un dilema: ¿qué sucede cuando el exceso de gasto no genera el crecimiento esperado? La historia ha mostrado que a menudo el aumento del gasto público no se traduce automáticamente en un aumento proporcional del crecimiento.
De hecho, puede provocar una reducción de la inversión privada, ya que las empresas pueden estar menos dispuestas a invertir en un entorno donde el gobierno está haciendo un uso voraz de los recursos financieros. Esto a su vez puede llevar a un estancamiento en lugar de un crecimiento sostenible. Otro de los aspectos menospreciados por los defensores de la TMM es el impacto a largo plazo que tendría esta teoría en la deuda pública. Aunque la TMM sostiene que los gobiernos pueden emitir una cantidad ilimitada de deuda, la realidad es que los mercados Deuda no son eternos. Si la confianza en la capacidad del gobierno para gestionar la inflación y la economía se deteriora, el costo de la deuda podría dispararse, dejando a los gobiernos en una posición vulnerable.
Un aumento en las tasas de interés podría gravar aún más la carga de la deuda, limitando la capacidad del gobierno para financiar programas esenciales. Este ciclo podría llevar a una radicalización de las políticas fiscales y monetarias, creando un entorno de inestabilidad económica. Además, debemos considerar el impacto social de las políticas impulsadas por la TMM. La idea de que todo el gasto público es positivo puede desincentivar la responsabilidad fiscal y fomentar la dependencia del estado entre la población. En lugar de estimular la innovación y el emprendimiento, un enfoque que prioriza el gasto público por encima de la inversión privada puede llevar a una cultura de espera de la ayuda gubernamental en lugar de un impulso hacia la autonomía económica.
Esto podría tener efectos a largo plazo en la moral y la productividad de una sociedad. En torno a la TMM también hay una notable falta de consenso entre los economistas. Algunos la ven como un paso adelante en la lucha contra la desigualdad, mientras que otros la critican enérgicamente, afirmando que sus fundamentos son defectuosos y peligrosos. La teoría choca con las nociones tradicionales de economía, que se basan en la idea de que el gasto debe ser respaldado por ingresos. A medida que las naciones atraviesan momentos económicos difíciles, sería prudente examinar con un enfoque crítico las propuestas de la TMM y considerar otros modelos económicos que podrían ofrecer más estabilidad.
Finalmente, la TMM plantea la pregunta de hasta qué punto los gobiernos deben intervenir en la economía. En su defensa, la TMM apela a la necesidad de una mayor justicia social y a la reducción de la pobreza. Sin embargo, el enfoque de una intervención estatal constante plantearía un dilema moral: hasta dónde llegar para asegurar el bienestar colectivo sin socavar la libertad individual y la innovación. Al final del día, la economía es un sistema interconectado y complejo que no puede ser manipulado a voluntad sin consecuencias imprevistas. En conclusión, mientras que la Teoría Monetaria Moderna puede ofrecer ideas provocativas sobre el gasto público y la emisión de moneda, sus defectos fatales merecen una atención minuciosa.
Desde el riesgo de inflación hasta la incapacidad del gobierno para manejar eficazmente la economía, existe una serie de problemas que podrían convertir a la TMM en un camino peligroso. En un mundo que enfrenta desafíos económicos sin precedentes, es esencial que los economistas y responsables políticos se infundan en un debate crítico sobre las teorías económicas que realmente pueden fomentar el crecimiento sostenible y la justicia social. El futuro de nuestras economías puede depender de ello.