El conflicto en Ucrania, que ha capturado la atención mundial, no solo se libra en los campos de batalla físicos, sino también en un terreno innovador y controvertido: el mercado de muertes o "kill market". Esta realidad emergente manifiesta un acercamiento radical a la guerra, integrando incentivos económicos digitales para potenciar la eficacia militar y desafiar las concepciones tradicionales sobre motivación y control en tiempos de guerra. El "kill market" en Ucrania consiste en un programa que recompensa a sus soldados y unidades por cada objetivo ruso derribado o destruido mediante drones y otras armas. Los soldados reciben puntos digitales por cada víctima enemiga probada documentalmente mediante videos, incentivando una competencia directa y cuantificable entre las unidades para incrementar su efectividad en combate. Estos puntos se pueden canjear por equipo militar adicional, incluyendo drones avanzados y vehículos blindados, lo que acelera la reposición y refuerzo de las unidades más activas y exitosas en el campo.
Esta dinámica ha provocado un cambio significativo en la logística y gestión militar ucraniana. La tradicional burocracia que suele ralentizar los procesos de adquisición y distribución de armamento se está viendo superada gracias a la digitalización del registro de kills y la conversión inmediata de estos logros en recursos tangibles para la guerra. Esto no solo agiliza la provisión de armas, sino que alinea directamente el desempeño individual y colectivo con la evolución de la capacidad bélica inmediata. En términos económicos, este sistema representa un ejemplo extremo de un mercado que puede resultar polémico o repugnante para muchas personas, pues pone un precio y una recompensa en la muerte del enemigo. Sin embargo, desde una perspectiva analítica, ilustra cómo los incentivos económicos pueden ser una herramienta poderosa y eficiente frente a las motivaciones éticas o morales que, en situaciones de guerra, suelen ser insuficientes para garantizar el rendimiento esperado.
Un precedente histórico que resalta el poder de los incentivos económicos sobre la moralidad lo provee el transporte de convictos británicos a Australia en el siglo XVIII. Inicialmente, los capitanes de los barcos eran pagados por la cantidad de prisioneros embarcados, sin importar las condiciones en que llegaban a destino, lo que derivaba en una alta mortalidad durante el viaje. Cuando se modificó el pago para que dependiera del número de prisioneros que sobrevivían, la tasa de supervivencia aumentó drásticamente. Este simple reajuste de incentivos llevó a mejoras significativas sin necesidad de apelar exclusivamente a la benevolencia o a la ética. En Ucrania, el mercado de muertes busca esa misma eficiencia brutal, incentivando a las tropas a actuar con mayor audacia y efectividad, al tiempo que reduce la llamada "fricción" que describió el teórico militar Clausewitz, refiriéndose a la resistencia interna de las organizaciones militares para ejecutar órdenes con precisión y prontitud.
En lugar de depender de la obediencia y el patriotismo, que pueden verse mermados por el miedo y la incertidumbre, el sistema de puntos hace que las unidades puedan medir tangible y directamente sus resultados y beneficiarse de ellos. No obstante, esta innovación también convoca importantes cuestionamientos éticos y estratégicos. La guerra no se gana simplemente matando al enemigo, sino cumpliendo objetivos políticos definidos, como la defensa del territorio y la protección civil. El riesgo con un sistema que prioriza la cantidad de bajas enemigas es que se alinee mal con los objetivos políticos o estratégicos, cayendo en la trampa del llamado "Goodhart's Law", que señala que cuando un indicador se convierte en el objetivo, deja de ser una buena medida. Por tanto, un proyecto que fomenta la maximización de bajas podría generar consecuencias no deseadas, como ataques indiscriminados, sacrificio innecesario de vidas propias o incrementos en la violencia sin un avance político claro.
Además, existe la dificultad práctica de cómo controlar y regular a estas unidades mucho más autónomas, que disponen de incentivos propios para actuar sin esperar las órdenes tradicionales. Este punto se conecta con el complejo equilibrio entre el control político y la autonomía militar. La historia reciente, como la insurrección del grupo Wagner en 2023, ha demostrado el peligro que conlleva un poder militar autónomo y económicamente autosuficiente que puede desafiar la autoridad del Estado. Al fomentar la descentralización mediante mecanismos económicos, se corre el riesgo de que fragmentos del ejército se conviertan en entidades políticas independientes, potentes y difíciles de controlar. Por otra parte, el sistema de mercado de muertes se inscribe en una lógica de asimetría tecnológica, donde Ucrania aprovecha su relativa libertad económica y capacidad para implementar mecanismos de mercado que Rusia, con su estructura militar más rígida y controlada verticalmente, encuentra complicado replicar.
Esta ventaja podría ser un factor crucial en el desarrollo del conflicto, poniendo en evidencia las diferencias en las estructuras políticas y económicas de cada país y su impacto en la guerra. En cuanto a la posibilidad de prohibir este tipo de mercados en el futuro, las perspectivas son inciertas. A diferencia de armas convencionales o químicas, que pueden detectarse y regularse efectivamente, esta forma de guerra basada en incentivos digitales y mercados internos es mucho más difícil de supervisar y controlar. La naturaleza invisible y fragmentada de estos incentivos hace probable que, incluso en caso de una prohibición formal, su uso persista clandestinamente. Además, dado que proporciona una ventaja significativa a quien lo utiliza eficientemente, su eliminación completa sería un desafío diplomático y tecnológico complejo.
Así, el mercado de muertes en la guerra de Ucrania representa una innovación militar y económica que puede cambiar las reglas del juego bélico. Se trata de un experimento de incentivos donde los soldados se convierten en participantes de un mercado interno que mide su efectividad en términos directos y la premia con recursos que potencialmente aumentan su capacidad para continuar combatiendo. Este fenómeno abre también un campo nuevo de reflexión para teóricos militares, economistas y filósofos: cómo balancear eficacia y moral, control y autonomía, eficiencia y objetivos políticos en una guerra que ya no es solo física, sino de información, tecnología y estructuras económicas digitales. A medida que el conflicto continúa, será esencial observar cómo evoluciona este sistema, qué consecuencias tiene en el terreno y cuáles lecciones se pueden extraer para futuros enfrentamientos o para la gestión de fuerzas militares en contextos variados. La guerra en Ucrania, más allá de su brutalidad, está poniendo sobre la mesa un debate fundamental sobre la modernidad del combate y la influencia creciente de la economía y los mercados en arenas tan extremas como la guerra.
En definitiva, el mercado de muertes es un claro ejemplo de cómo las innovaciones en incentivos pueden superar barreras tradicionales y transformar campos tan complejos como la guerra, aunque con dilemas y riesgos que las sociedades deberán afrontar de manera crítica y consciente.