Adam Conover alcanzó popularidad a través de su programa "Adam Ruins Everything", donde desmentía creencias erróneas y exponía estafas o ideas falsas que circulan en la sociedad. Su papel como escéptico y divulgador fue bien recibido porque ayudaba a cuestionar narrativas establecidas y fomentaba el pensamiento crítico. Sin embargo, una reciente polémica ha puesto en entredicho su reputación. Su respaldo a un proyecto tecnológico cuestionado llamado "Worldcoin" —que ahora opera bajo el nombre "World"— ha generado una fuerte reacción negativa por parte de expertos en privacidad, periodistas y activistas, que lo acusan de apoyar una iniciativa controvertida con graves implicaciones éticas y de seguridad. La polémica gira en torno a un dispositivo llamado "el orb" que escanea el iris de las personas para recolectar datos biométricos a cambio de una pequeña cantidad en criptomonedas.
Esta tecnología pretende verificar identidades para supuestamente evitar fraudes y distribuir una moneda digital global. La idea original, impulsada en parte por Sam Altman —conocido por su rol en OpenAI—, era crear una criptomoneda accesible para toda la humanidad, pero bajo condiciones estrictas de control biométrico, asegurando que nadie pudiera obtener más moneda que otra persona escaneándose el iris. El problema surge cuando se descubre el modus operandi para entrenar estos escáneres y fomentar el uso de la criptomoneda. Investigaciones periodísticas revelan que la empresa recorrió países en vías de desarrollo, especialmente en África y el sudeste asiático, ofreciendo incentivos mínimos a personas que muchas veces no comprendían qué era la criptomoneda ni qué implicaba entregar sus datos biométricos. En algunos casos entregaban productos de valor, como Airpods, para convencer a la gente de participar.
Incluso llegaron a infiltrar aulas de secundaria para enseñar a estudiantes a usar la app de Worldcoin, sin explicar suficientemente los riesgos involucrados. Además, los datos recolectados no solo consistían en escaneos de iris, sino también escaneos corporales en 3D y otros detalles personales muy sensibles, generando preocupaciones legítimas sobre la privacidad. Expertos en seguridad expresaron dudas sobre si la empresa cumpliría sus promesas de eliminar esos datos después de entrenar sus sistemas y cuestionaron la capacidad real de mantener esa información segura. Estas sospechas se confirmaron cuando, poco después, la plataforma sufrió un hackeo importante. Operadores de los escáneres vieron comprometidas sus credenciales, las cuales fueron expuestas en la web oscura, permitiendo acceso sin ninguna forma robusta de autenticación como la verificación en dos pasos.
El escándalo atrajo la atención de varios gobiernos, especialmente en Europa, donde las leyes de privacidad son estrictas. Al menos catorce países implementaron investigaciones sobre Worldcoin por posibles violaciones éticas, incluyendo la incorporación de menores a la plataforma sin consentimiento adecuado. Portugal se unió a una mayoría de países europeos en prohibir completamente las operaciones de la empresa, evidenciando el rechazo institucional ante estos abusos. Es en este contexto que Adam Conover apareció promocionando el producto. En un video publicado recientemente, invita a sus seguidores a “get orbed” (recibir el escaneo orbital para registrarse en la plataforma), promocionando la aplicación como una experiencia divertida y atractiva para quienes estén interesados en criptomonedas.
Sin embargo, no se muestra claro si Adam llegó a entregar efectivamente sus propios datos biométricos al dispositivo, dejando abierta la duda sobre su nivel real de compromiso o crítica hacia el proyecto. Las reacciones no se hicieron esperar. Críticos y miembros de la comunidad escéptica señalaron la contradicción entre la postura crítica y analítica que Adam había mantenido a lo largo de los años y su aparente apoyo a una iniciativa tachada de explotadora y poco ética. Esta incongruencia provocó desconcierto y decepción en seguidores que confiaban en su análisis riguroso. Además, cuestionan si su respaldo responde a intereses económicos o a una falta de investigación profunda sobre las implicaciones del proyecto.
Esta controversia refleja un problema más amplio en el mundo actual, donde la tecnología disruptiva se mueve más rápido que la regulación, y la línea ética se vuelve borrosa. La biometría, la privacidad digital y las criptomonedas son campos que requieren extrema precaución, transparencia y responsabilidad social para evitar abusos o explotación de la población más vulnerable. Al analizar el caso de Adam Conover, queda claro que incluso figuras públicas reconocidas por su condición crítica y suvelocidad para desmontar fraudes pueden ser víctimas de estrategias bien diseñadas de marketing y persuasión. La complejidad técnica de servicios como Worldcoin, junto con su promesa idealista de una moneda global inclusiva, puede cegarlos momentáneamente ante los riesgos reales asociados. El llamado en la comunidad es a mantener un análisis escrupuloso, cuestionar el origen de la información y no dejarse llevar por promesas novedosas sin respaldo ético.