En San Francisco, una singular batalla se desarrolla en las laderas de Bernal Heights y otros espacios naturales de la ciudad, donde la instalación clandestina de columpios en árboles está generando una controversia inesperada. En el centro del conflicto está un hombre conocido localmente como "The Swing Guy" (El Hombre del Columpio), un ejecutivo de startup que, ocultando su identidad por miedo a represalias legales, ha desafiado al Departamento de Recreación y Parques de San Francisco al instalar repetidamente columpios no autorizados en árboles panorámicos de la ciudad. La historia comienza en febrero, cuando el emprendedor decidió instalar su primer columpio en Bernal Heights Park. Sin embargo, su iniciativa fue interceptada rápidamente por un guardaparque que lo encontró grabando una frase en el asiento de madera del columpio y le advirtió sobre el riesgo de posibles lesiones, ordenándole retirarlo. Pero lejos de desanimarse, el columpista creó una versión mejorada del columpio utilizando materiales diseñados para proteger tanto el árbol como a los usuarios.
Empleó manguitos de goma para evitar dañar el árbol, tornillos adheridos con pegamento para minimizar el impacto en la corteza y cadenas con una resistencia cuidadosamente calculada para soportar hasta 600 libras, diseñadas para romperse antes que el árbol en caso de exceso de peso. Este diseño fue su segundo intento, pero nuevamente, el swing fue removido por las autoridades. Sin embargo, la pasión de "The Swing Guy" no se detuvo, y en menos de 16 horas logró volver a instalar un tercer columpio, apostando por mantener lo que él define como una "alta disponibilidad" para que los visitantes puedan disfrutar de la experiencia en estas áreas públicas. Ha llegado a instalar cuatro columpios en Bernal Heights y otros dos en sitios menos visibles, incluyendo uno muy especial en el Presidio, pensado como una sorpresa reconfortante para aquellos que lo descubran accidentalmente. Lo fascinante de esta historia no es solo la lucha directa con las autoridades, sino lo que representa para la comunidad.
Para muchos residentes, estos columpios clandestinos son más que simples dispositivos de juego; son símbolos de conexión, libertad y la posibilidad de disfrutar el entorno natural urbano de una manera única. Charlie Holtz, un vecino frecuente de Bernal Heights, refiere que el columpio es el “corazón y alma” del lugar. Hannah MacLeod, otra visitante, comparte que usar el columpio le evocó una memoria temprana con su padre, algo que no había experimentado en más de año y medio de visitar el parque regularmente. A nivel institucional, la postura oficial del Departamento de Parques es clara y firme. Enumeran una serie de preocupaciones relacionadas con la seguridad tanto de las personas como de los árboles.
Aunque no tienen registros de demandas por lesiones ocasionadas específicamente por columpios no autorizados en San Francisco, mencionan casos previos en el estado de California que han derivado en litigios y advertencias legales. Entre las historias que citan se encuentran un accidente sufrido por un turista francés en Billy Goat Hill y un trágico caso de muerte en Sacramento en 2023 por una caída de un columpio de cuerda. Argumentan que estas actividades, por su naturaleza arriesgada, requieren precauciones que la infraestructura instalada clandestinamente no garantiza. Además, el departamento enfatiza que no existe un procedimiento para legalizar la instalación de columpios en árboles públicos, debido a los riesgos técnicos y de conservación de los árboles. Las cadenas y cuerdas, al estar en contacto directo con la corteza, pueden dañar los árboles y provocar su deterioro a largo plazo.
Tamara Aparton, portavoz del departamento, señala que en la ciudad ya existen 184 parques equipados con columpios regulados y seguros para el público. También menciona que, aunque los columpios están presentes en el logo oficial del Departamento de Parques y en su iconografía digital, estos símbolos están destinados a representar la alegría y el juego, no a fomentar instalaciones no autorizadas. A nivel social, el fenómeno de los columpios no autorizados en San Francisco se inscribe en una tradición de intervenciones comunitarias informales donde los ciudadanos crean y reclamán espacios lúdicos y artísticos para revitalizar la interacción con la naturaleza. Desde la controversia de un colectivo guerrillero que instaló cincuenta columpios en 2018 hasta las iniciativas individuales como la de "The Swing Guy", estas acciones reflejan un deseo profundo por preservar la espontaneidad y la diversión en los espacios públicos, a pesar de la regulación. Este conflicto entre creatividad y regulación, entre la búsqueda de comunidad y la imposición de normas, plantea un debate más amplio sobre el papel de la ciudad respecto a su espacio público.
¿Deberían las instituciones ser más flexibles y abrir canales para que los ciudadanos participen en el diseño y mantenimiento de estos entornos lúdicos? ¿O deben priorizar la seguridad y la conservación, limitando la participación directa en la creación de infraestructuras? En la actualidad, la respuesta permanece cautelosa, pero la insistencia del hombre detrás de estas iniciativas fluctúa entre la rebeldía y el compromiso con el bien común. En efecto, "The Swing Guy" no se muestra como un antagonista del sistema, sino más bien como un participante activo en el tejido social de San Francisco. Su involucramiento en actividades como la limpieza semanal en Dolores Park y su deseo de aprender el funcionamiento del gobierno local demuestran un interés genuino por contribuir a la comunidad de manera constructiva. Incluso está explorando la posibilidad de organizar talleres clandestinos para construir columpios y educar sobre materiales DIY, alimentando así un movimiento urbano que valora la autonomía y el arte participativo. En palabras del propio "The Swing Guy", su trabajo trasciende lo meramente estético o recreativo.
Considera su acción como una forma de arte contemporáneo que busca cambiar y embellecer el mundo a través de prácticas concretas y tangibles. Este enfoque abre una reflexión profunda sobre cómo el arte y la ciudadanía pueden entrelazarse para crear ambientes que inspiren alegría, sorpresa y convivencia. En ciudades densas y reguladas como San Francisco, esos gestos espontáneos, incluso desafiantes, pueden ayudar a construir un sentido más fuerte de pertenencia y cuidado por los espacios compartidos. La resistencia del Departamento de Parques, aunque comprensible desde la perspectiva administrativa y de preservación ambiental, ha motivado un diálogo imperfecto pero necesario entre gobernantes y gobernados. Mientras tanto, el ir y venir de columpios por Bernal Heights demuestra que la conversación no se detendrá pronto.
En un escenario donde la seguridad, la creatividad y la comunidad se entrelazan, el hombre misterioso y sus columpios clandestinos continúan impulsando una historia de juego libre, desafío institucional y amor por la naturaleza urbana que capta la atención de residentes y visitantes por igual. Más allá de la polémica, lo que surge en este recorrido es una invitación a reconsiderar cómo concebimos y compartimos nuestros espacios públicos, cómo nos conectamos con la naturaleza dentro de la ciudad y cómo el pequeño acto de balancearse en un columpio puede convertirse en un símbolo poderoso de libertad, resistencia y esperanza en tiempos de restricciones y normas cada vez más estrictas.