Hudson’s Bay Co., conocida como la compañía más antigua de Norteamérica y un icono en la historia del comercio canadiense, atraviesa uno de sus momentos más delicados tras anunciar la extensión de la liquidación a toda su flota de tiendas en Canadá. Después de iniciar este proceso en 86 de sus sucursales el mes pasado, la compañía ha decidido que las seis tiendas restantes de Hudson’s Bay y una ubicación de Saks Fifth Avenue también entrarán en un proceso de liquidación, lo que representa la clausura completa de la cadena en el país. Fundada en 1670 inicialmente como una empresa dedicada al comercio de pieles, Hudson’s Bay evolucionó con el paso de los siglos hasta convertirse en una red de tiendas departamentales con presencia nacional. Su primer establecimiento bajo el formato actual abrió en Winnipeg en 1881 y pronto se consolidó como un referente del retail en Canadá, con grandes tiendas ancla en ciudades como Toronto, Vancouver y Montreal.
Sin embargo, la historia reciente de la empresa ha tenido un rumbo diferente debido a problemas financieros y estratégicos que desembocaron en esta etapa de liquidación total. Las razones detrás de esta medida son múltiples, pero todas convergen en una realidad económica y comercial complicada. Hudson’s Bay Co. ha acumulado una deuda superior a los mil millones de dólares canadienses, lo que junto a una economía del consumidor débil, ha limitado severamente su capacidad para continuar operando de manera sostenible. A lo anterior se suma la imposibilidad de realizar pagos a proveedores y conseguir financiamiento adicional, factores que obligaron a la empresa a buscar compradores para las tiendas que permanecían aún activas y, ante la falta de ofertas viables, optó por la liquidación.
Es relevante señalar que, aunque la empresa continuaba operando algunas ubicaciones bajo una licencia, como ciertas tiendas Saks Fifth Avenue y Saks Off 5th, la situación general de la compañía era insostenible. Reflect Advisors, una firma externa, estuvo involucrada en la búsqueda de posibles compradores o financiadores, solicitando ofertas y refinanciamientos que nunca llegaron a buen puerto, cuestión que redujo al mínimo las esperanzas de salvar la cadena en el formato conocido. El impacto social de esta decisión no puede subestimarse. Con más de 9,300 empleados en sus filas, el cierre de estas tiendas conlleva un golpe duro para el mercado laboral en Canadá, especialmente en las áreas urbanas donde Hudson’s Bay fue un pilar comercial y un empleador significativo. La pérdida de miles de empleos afecta directa e indirectamente a múltiples sectores, desde minoristas locales hasta proveedores y servicios relacionados con la operación y mantenimiento de las tiendas.
Desde una perspectiva histórica, el devenir de Hudson’s Bay ha estado lleno de altibajos, pero nunca antes había enfrentado un cierre tan extensivo. Durante los casi 350 años de existencia, la compañía supo adaptarse en numerosas ocasiones, innovando en su negocio y expandiéndose en varias direcciones. Sin embargo, en tiempos recientes, la gestión limitada inversión en la infraestructura y el deterioro visible de las tiendas transmitieron una imagen negativa tanto para consumidores como para empleados. Problemas como escaleras eléctricas defectuosas o filtraciones de agua que afectaban la experiencia del cliente pasaron a ser la norma. A pesar de la supervisión de Richard Baker y su firma NRDC durante 17 años, las estrategias variadas y la inestabilidad en puestos directivos no lograron revertir esta caída.
Cada vez que una dirección buscaba un cambio, parecía perderse el foco, mientras la competencia y las nuevas formas de consumo, principalmente el auge del comercio electrónico, ganaban terreno. La falta de innovación y adaptación rápida condenó a esta histórica empresa a un declive acelerado. Los expertos en el sector minorista han analizado esta crisis de Hudson’s Bay como un caso emblemático de cómo las viejas cadenas departamentales tradicionales deben transformarse profundamente para sobrevivir en un mundo cada vez más digital y cambiante. La experiencia del consumidor se ha convertido en la prioridad, y quienes no logren ofrecer inventarios actualizados, servicio al cliente excepcional y formatos modernos enfrentan el riesgo de desaparecer. En cuanto al proceso específico de la liquidación, Hudson’s Bay planea que las tiendas sigan operando con descuentos y promociones especiales hasta, a más tardar, mediado de junio.
Algunas sucursales podrían cerrar incluso antes. Además, recientemente se anunciaron cierres de otras tiendas Saks Off 5th, sumando más locales en riesgo. Todo esto representa un reajuste considerable en el mapa de comercio minorista canadiense, con consecuencias a largo plazo en la estructura comercial urbana. Este capítulo también pone sobre la mesa la importancia del activo inmobiliario para las grandes cadenas. Hudson’s Bay había comercializado partes de su cartera inmobiliaria en años anteriores, intentando capitalizar el valor de sus ubicaciones estratégicas.
Si bien eso generó ingresos a corto plazo, dejó a la empresa con menores activos físicos para maniobrar o reorientar su negocio. La dependencia del negocio inmobiliario terminó desviando el foco del objetivo principal: fortificar el proyecto comercial y cautivar a los consumidores a través de experiencias atractivas y ofertas competitivas. La desaparición de Hudson’s Bay de las vitrinas canadienses implica que un símbolo cultural ha llegado a su fin, pero también supone un llamado de atención sobre lo que enfrentan otras cadenas departamentales tanto en Canadá como internacionalmente. La transformación digital, los nuevos hábitos de compra, la pandemia y las tendencias sociales han puesto en jaque a empresas tradicionales en todos los frentes. La historia reciente sugiere que solo aquellas que sepan combinar la tradición con la innovación podrán sobrevivir y prosperar.
Para muchos empleados y clientes habituales, esta noticia es una herida emotiva que marca un antes y un después. Sin embargo, también abre oportunidades para que nuevos actores irrumpan en el mercado con modelos más ágiles, propuestas modernas y una orientación al cliente renovada. El legado de Hudson’s Bay es parte del ADN canadiense, y aunque su presencia física se extinga, la historia y memoria cultural permanecen, recordándonos la evolución constante del comercio y las empresas. En resumen, la extensión de la liquidación a toda la flota de Hudson’s Bay representa no solo un cierre operativo, sino también el fallecimiento de un gigante del retail en Canadá. Este evento pone en evidencia la complejidad y los desafíos que enfrentan las grandes empresas tradicionales en un mercado globalizado y digitalizado.
Mientras Canadá se adapta a este cambio, el ecosistema minorista y laboral experimentará movimientos profundos que definirán el futuro próximo del comercio en el país. La historia de Hudson’s Bay servirá como ejemplo para otras empresas sobre la importancia de la adaptación, innovación y gestión estratégica constante para sobrevivir en el competitivo mundo empresarial actual.