A lo largo de la historia, el calzado ha sido mucho más que un simple accesorio para proteger los pies; ha sido un símbolo potente de estatus, innovación y estilo. Algunos zapatos han trascendido su función práctica para convertirse en verdaderos iconos que han marcado la moda y la cultura de sus épocas, influenciando tendencias que perduran hasta hoy. Este recorrido por algunos de los zapatos más emblemáticos nos permite entender cómo el diseño, la tecnología y el contexto social se unieron para dar forma a piezas inolvidables que reflejan la evolución de la moda y la sociedad. Uno de los diseños históricos más llamativos y singulares es el chopine, un calzado que apareció en la Europa del siglo XV y que alcanzó gran popularidad durante el Renacimiento italiano. Originario de Venecia, el chopine se caracteriza por sus plataformas elevadas, fabricadas principalmente con madera o corcho y recubiertas con materiales nobles como cuero y telas finas.
Su función inicial era práctica: elevar las faldas para evitar que se ensuciaran con la suciedad de las calles, especialmente en ciudades húmedas y con canales como Venecia. Sin embargo, su altura también simbolizaba el estatus social de la portadora, ya que crear chopines más altos demandaba materiales costosos y habilitaba un mayor despliegue de tejido en las prendas. La altura de estas plataformas llegaba incluso a requerir la ayuda de asistentes para que la persona pudiera caminar con dignidad y seguridad. Esta moda extravagante fue objeto de regulaciones en la Venecia del siglo XV, intentando limitar la altura de las plataformas por razones prácticas y morales, aunque estas reglas difícilmente se cumplieron de manera estricta. La influencia del chopine ha sido duradera, ya que este concepto de plataforma elevada reaparece en diversas formas y culturas, desde los zapatos de plataforma manchúes en China hasta las modernas suelas gruesas y wedges que hemos visto regresar en diferentes décadas del siglo XX y XXI.
Otro pilar fundamental en la historia del calzado es el talón francés, cuyo auge se prolongó desde el siglo XVII hasta la década de 1920. Este tipo de tacón se distingue por su cintura curvada y su base acampanada, un diseño elegante y sofisticado que refleja los gustos de la corte francesa bajo el reinado de Luis XIV, también conocido como el Rey Sol. Las crónicas y pinturas de esa época revelan cómo el monarca popularizó detalles que iban más allá del calzado, como el uso del color rojo en los tacones, una distinción reservada solo para su círculo más cercano. El tacón francés evolucionó con el tiempo, comenzando con formas más robustas y adoptando alturas y curvas que siguieron las preferencias estéticas de los siglos posteriores. Aunque perdió popularidad en los años veinte, sus revivals en las décadas de los 80 y 90 muestran la capacidad del diseño para adaptarse y combinar con las tendencias contemporáneas.
Hoy en día, este estilo se observa recurrentemente en las pasarelas, reflejando cómo la historia puede inspirar la moda moderna y crear nexos entre pasado y presente. En el corazón del siglo XIX, otra figura clave revolucionó el diseño de calzado con un enfoque que combinaba la estética con la funcionalidad. F. Pinet, un maestro zapatero francés, se destacó por sus diseños detallistas que incorporaban motivos florales y botánicos a través de técnicas de bordado finas y laboriosas. Su obra más famosa incluye botas que combinaban elementos artísticos con una excepcional comodidad, gracias a innovaciones técnicas como la adopción temprana de hormas asimétricas para pies derecho e izquierdo, lo que mejoraba el ajuste natural.
Además, Pinet patentó una máquina para la producción de tacones franceses en una sola pieza, optimizando los procesos industriales sin sacrificar la calidad y el estilo. Su empresa llegó a emplear a cientos de trabajadores, en su mayoría mujeres que contribuían desde sus hogares al meticuloso embellecimiento de sus calzados. La marca Pinet se convirtió en sinónimo de lujo y creatividad, sentando las bases para las casas de diseño modernas que posicionan al creador como un emblema de la marca. Este legado artístico y técnico ha influido directamente en diseñadores icónicos del siglo XX como Roger Vivier y Christian Louboutin, quienes han continuado la tradición de innovar con audacia en el calzado. Con la llegada del siglo XX y el auge de las actividades deportivas y recreativas, surgieron nuevas necesidades en el mundo del calzado.
Entre las innovaciones más significativas de esta época se encuentra la creación de las primeras zapatillas de tenis, diseñadas para ser funcionales durante el juego y cómodas para el uso cotidiano. En 1905, la marca Keds lanzó un modelo pionero con suela de goma y parte superior de lona, que rápidamente se convirtió en un símbolo de casualidad y modernidad para la clase alta y media. Este diseño no solo fomentó la participación de las mujeres en el deporte, sino que también abrió el camino para la popularización del calzado deportivo como una pieza fundamental en la moda diaria. La evolución desde las zapatillas para deportes específicos a la amplia variedad de sneakers que vemos hoy representa un cambio cultural y social cuyo impacto no puede subestimarse. La democratización del calzado cómodo y estilizado refleja además la transformación de los estilos de vida en el mundo contemporáneo.
En el escenario europeo de los años treinta, un nombre sobresale por su capacidad para combinar creatividad desbordante con soluciones prácticas ante dificultades materiales: Salvatore Ferragamo. Durante la imposición de embargos que limitaron el acceso a materiales como el acero en Italia, Ferragamo tuvo que idear nuevas formas de construir calzado que mantuvieran la calidad y el estilo. Así nació la sandalia de plataforma con cuña fabricada en corcho, una innovación que sería replicada y celebrada mundialmente. Este diseño, ejecutado en una sandalia para la actriz Judy Garland en 1938, marcó un hito para la moda surrealista de la época. La combinación de colores vibrantes y la forma audaz simbolizan la resiliencia y el ingenio de los creadores frente a las adversidades políticas y económicas.
La influencia de este zapato se extiende hasta la actualidad, demostrando cómo el contexto histórico puede fomentar la creatividad y dar origen a iconos duraderos. En la década de los cincuenta en Estados Unidos, la moda femenina se caracterizó por el glamour que enfatizaba la comodidad y conveniencia para la mujer moderna. En este marco, Beth Levine, conocida como la primera dama del diseño de calzado en América, desarrolló una innovación que mejoró la funcionalidad de un tipo clásico de zapato: la mule o zapato sin talón. Conocida como la spring-o-lator, esta creación incorporaba una banda oculta de goma elástica bajo el arco del pie que permitía que el tacón se adaptara al movimiento al caminar, evitando el ruido y la inseguridad de los tacones sueltos. Este mecanismo fusionaba comodidad, modernidad y un diseño elegante, y fue adoptado por celebridades como Marilyn Monroe, elevando el estatus del calzado a un artículo deseado y representativo del diseño mid-century.