En un contexto de fuertes recortes presupuestarios y despidos masivos en el Servicio de Impuestos Internos (IRS) de Estados Unidos, la agencia está explorando nuevas alternativas para mantener su capacidad operativa. La clave, según ha declarado recientemente el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, es apostar por la inteligencia artificial (IA) para suplir la pérdida de miles de empleados, especialmente en funciones de auditoría y cobro fiscal. Este giro anuncia un cambio profundo en la manera en que las agencias gubernamentales gestionan sus recursos y servicios, pero también plantea importantes interrogantes sobre el futuro del trabajo, la ética y la eficacia de la tecnología en ámbitos tan delicados como la administración tributaria. Entre 2021 y 2025, el IRS ha visto la salida de más de 11,000 empleados, un 11% de su fuerza laboral total. Los cortes han sido particularmente agresivos entre los agentes de ingresos y oficiales de recaudación, quienes representan la primera línea de defensa para asegurar el cumplimiento fiscal y la obtención de recursos para el Estado.
Estos despidos han sido impulsados por directrices federales para reducir personal, influenciadas desde la Oficina de Gestión de Personal durante la administración anterior, pero el impacto no pudo ser mayor. La experiencia y labor de estos profesionales son difíciles de reemplazar rápidamente, y su ausencia genera preocupaciones sobre la capacidad futura del IRS para hacer cumplir la ley tributaria. Ante esta situación crítica, el uso de la inteligencia artificial aparece como una posible solución. La IA puede automatizar procesos repetitivos, analizar grandes volúmenes de datos con mayor velocidad y detectar patrones complejos que podrían revelar fraudes o discrepancias en las declaraciones fiscales. El IRS ya emplea IA en diversos ámbitos, como la mejora de la eficiencia operativa, la detección de fraudes y el soporte a los contribuyentes, siguiendo estrictas políticas de privacidad y seguridad.
Sin embargo, la innovación ahora apunta a un uso más extensivo y profundo para compensar la significativa reducción del personal humano. El Secretario Bessent enfatizó en una audiencia del Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes que la inversión en sistemas digitales inteligentes permitirá al IRS mantener e incluso aumentar la capacidad de recaudación. Señaló que incorporar agentes nuevos para reemplazar a los despedidos no es viable, dado que los nuevos empleados necesitan tiempo y experiencia para ser productivos. En cambio, se espera que la IA permita acelerar y potenciar el trabajo de los pocos agentes restantes y hacer más eficiente la revisión y seguimiento de millones de declaraciones y casos. Esta apuesta por la inteligencia artificial también coincide con una tendencia más amplia en el sector privado, donde grandes compañías están reemplazando trabajadores en áreas administrativas y de rutina con soluciones tecnológicas.
Empresas como IBM, CrowdStrike y Workday han reducido plantillas, argumentando que la IA no solo reduce costos, sino que permite reasignar recursos a tareas más estratégicas y de mayor valor. Al mismo tiempo, estas medidas reavivan el debate sobre el futuro del empleo y la responsabilidad social de las empresas y el Estado. Las implicaciones para la recaudación tributaria son significativas. Por un lado, el IRS podría mejorar su capacidad para identificar evasores, agilizar la gestión de auditorías y reducir errores, lo que se traduce en mejores ingresos fiscales. Por otro, la transición tecnológica debe ser cuidadosa para evitar fallos que pongan en riesgo los derechos de los contribuyentes o generen desconfianza en el sistema.
La privacidad y la seguridad son aspectos vitales, ya que el tratamiento de datos personales y financieros debe cumplir con regulaciones estrictas. Los expertos señalan que la automatización no debe verse como un sustituto absoluto del factor humano, sino como un complemento. La colaboración entre agentes especializados y sistemas inteligentes puede optimizar procesos y generar mejores resultados. Para ello, el IRS debe implementar capacitación adecuada, actualizar sus infraestructuras tecnológicas y garantizar un marco ético claro para el uso de la IA. La iniciativa del IRS también refleja un cambio cultural en la administración pública, donde el uso de la tecnología está dejando de ser un complemento para convertirse en un elemento central.
La presión por reducir gastos y mejorar resultados obliga a las instituciones a reinventarse, pero al mismo tiempo requiere transparencia y diálogo abierto con la sociedad para explicar los motivos, beneficios y riesgos de estos cambios. En el plano político, la decisión ha generado debate entre legisladores y defensores de trabajadores públicos. Algunos critican que los despidos masivos son una política que debilita los servicios esenciales, mientras otros defienden que la modernización digital es inevitable y necesaria. La pregunta fundamental es cómo equilibrar eficiencia, justicia y equidad en la era de la IA. Mirando hacia el futuro, el caso del IRS podría ser un referente para otras agencias gubernamentales que enfrentan desafíos similares.
La inteligencia artificial ofrece herramientas poderosas, pero su adopción debe ir acompañada de una planificación estratégica, inversiones sostenidas y un enfoque en las personas. El potencial para mejorar la administración tributaria es enorme, pero el camino implica superar obstáculos técnicos, humanos y regulatorios. La transformación digital ya está en marcha y el IRS parece decidido a liderar este cambio para asegurar que, a pesar de la reducción de su plantilla, la recaudación fiscal no sólo se mantenga sino que mejore en eficiencia y alcance. Será necesario observar con atención cómo evoluciona este proceso, cuáles serán los resultados concretos y cómo se ajustarán las políticas públicas para integrar la inteligencia artificial de manera equilibrada y responsable en el futuro del sector público.