El conflicto entre India y Pakistán sobre el acceso y control del agua del río Indo se ha intensificado en los últimos años, especialmente a raíz de incidentes terroristas que han deteriorado aún más las relaciones diplomáticas entre ambos países. La interrogante sobre si India puede cortar el flujo vital del río Indo hacia Pakistán es uno de los temas más sensibles y críticos en la dinámica regional del sur de Asia, dada la dependencia casi absoluta que Pakistán tiene de este recurso para su agricultura, energía y consumo humano. El río Indo y sus tributarios conforman una de las cuencas hidrográficas más importantes del mundo, cuya gestión está regida por el Tratado de Aguas del Indo (TAI), firmado en 1960 bajo la mediación del Banco Mundial. Este acuerdo divide el control y el uso del agua entre India y Pakistán, asignando tres ríos principales a cada país. India tiene derechos sobre el Beas, Ravi y Sutlej, mientras que Pakistán administra la Chenab, la Jhelum y el río Indo principal, que juntos representan aproximadamente el 80 % del flujo anual total.
Sin embargo, la ubicación geográfica de las fuentes hace que India sea el país río arriba, otorgándole una posición hidráulica dominante sobre Pakistán, que depende en más del 75 % de su agua renovable anual de este sistema fluvial. Pakistán basa su sustento agrícola, energético y poblacional en el agua del río Indo. Este recurso es vital para alimentar a sus ciudades, que concentran una inmensa parte de su población, y para irrigar más del 90 % de sus cultivos, sector que representa casi un cuarto de su Producto Interno Bruto (PIB) y la mayor fuente de empleo en zonas rurales. Además, la generación de energía hidroeléctrica en Pakistán se fundamenta en las infraestructuras ubicadas en esta cuenca. Precisamente, la fragilidad en la capacidad de almacenamiento de agua en Pakistán —con embalses con capacidad inferior al 10 % del flujo anual— revela su alta vulnerabilidad frente a amenazas o interrupciones en el suministro.
En la práctica, pese a esta dependencia crítica, India no posee actualmente la infraestructura ni la capacidad técnica para bloquear completamente el flujo del río Indo hacia Pakistán. Esto se debe en parte a las estrictas limitaciones impuestas por el Tratado de Aguas del Indo, que restringen a India a realizar solo ciertos tipos de proyectos hidroeléctricos denominados “de paso” en los ríos asignados a Pakistán, proyectos que no conllevan embalses grandes que puedan controlar significativamente el agua. El límite de almacenamiento para India en los ríos occidentales es de solo 3.6 millones de acres-pie, lo que representa aproximadamente 4.4 kilómetros cúbicos.
Aunque India tiene planes ambiciosos para expandir su infraestructura hídrica y proyectos de abastecimiento de agua, como el enorme Proyecto Nacional de Interconexión de Ríos, estos no incluyen actualmente intervenciones sobre el sistema del Indo y enfrentan múltiples obstáculos económicos, ambientales y políticos. Una vía alternativa, aunque menos práctica, sería que India manipule las operaciones de sus hidroeléctricas para afectar temporalmente el flujo de aguas liberadas, como por ejemplo liberar el agua para rellenar rápidamente embalses tras la limpieza de sedimentos, lo que podría interrumpir el suministro de manera transitoria. No obstante, tales maniobras podrían perjudicar también a los propios usuarios indios, generar costos políticos domésticos considerables y afectar la confiabilidad de la energía, haciéndolas tácticas poco sostenibles a largo plazo. Un factor crucial a considerar es que el Tratado no solo regula el acceso físico al agua, sino también la transparencia y cooperación en la gestión hídrica mediante el intercambio de datos sobre flujos y condiciones hidrográficas. Con la reciente suspensión de este acuerdo por parte de India —como respuesta a ataques militantes que atribuye a grupos pakistaníes— se ha cerrado el canal formal de comunicación que proporcionaba a Pakistán información vital para la gestión del agua y la prevención de inundaciones.
Esta medida tiene potenciales consecuencias capaces de agravar las crisis hídricas y humanitarias en Pakistán, al tiempo que eleva las tensiones regionales. Históricamente, los ríos han sido una causa subyacente de conflictos agudos en la región surasiática. La cuenca del Indo transcurre por la conflictiva región de Jammu y Cachemira, donde las disputas territoriales entre India y Pakistán han desencadenado varias guerras y enfrentamientos armados. Los grupos terroristas han amenazado infraestructuras hidráulicas críticas, poniendo en jaque la seguridad y la estabilidad de ambos países. En este contexto, el agua se convierte en un instrumento estratégico vinculado estrechamente con la soberanía nacional, la seguridad y la estabilidad económica.
Sin embargo, el uso del agua como arma tiene importantes riesgos y consecuencias contraproducentes. Para India, ejercer una presión hídrica excesiva sobre Pakistán puede deteriorar la seguridad regional, incrementar la hostilidad y desencadenar represalias que podrían afectar no solo el sector hídrico sino también otros ámbitos críticos como la infraestructura energética y la paz socio-política. Además, la postura india de suspender un acuerdo centenario reconocido internacionalmente no solo impacta en Pakistán, sino que envía un mensaje alarmante a otros países vecinos como Bangladesh y Nepal, que tradicionalmente han sentido la influencia hegemónica de India en materia de recursos naturales. La posición estratégica de India también se enfrenta a un desafío mayor del coloso asiático: China. Este país controla de manera significativa las fuentes de varios ríos transfronterizos que alimentan a India, incluido el Sutlej y el propio río Indo, además del Brahmaputra.
China ha desarrollado extensas redes de diques, embalses y proyectos hidroeléctricos en la meseta tibetana que podrían restringir o modificar el flujo hacia India en el futuro. A diferencia del tratado entre India y Pakistán, no existe un acuerdo internacional para regular los recursos hídricos entre India y China, lo que añade un componente adicional de incertidumbre y tensión al contexto hidro-geopolítico. En definitiva, aunque India tiene una posición hidrográfica ventajosa sobre Pakistán, la posibilidad real de cortar el flujo de agua que nutre al país vecino se encuentra limitada por una combinación de factores técnicos, legales y políticos. La suspensión del Tratado de Aguas del Indo es un movimiento estratégico que muestra el aumento de tensiones entre ambos países, pero que también pone en riesgo una infraestructura de cooperación fundamental para la estabilidad y el bienestar de millones de personas que dependen del río Indo. A largo plazo, la solución a este delicado conflicto hídrico requiere un enfoque que promueva el diálogo, la cooperación y la gestión conjunta sostenible de los recursos hídricos transfronterizos.
La construcción de confianza, el acceso a información transparente y la búsqueda de acuerdos multilaterales serán esenciales para evitar que el vital recurso del río Indo se convierta en una fuente inexorable de conflicto, y para garantizar la seguridad hídrica y alimentaria en la región, en la que las aguas del Indo son, sin duda, la verdadera línea de vida.