En el dinámico mundo de la inversión y la tecnología, dos fuerzas tradicionales han impulsado el crecimiento empresarial y la innovación: el capital riesgo (VC) y el capital privado (PE). Aunque históricamente han operado bajo lógicas y enfoques distintos, en los últimos años se ha observado un fenómeno de convergencia, especialmente en el ámbito del software y las startups verticales. Este fenómeno puede entenderse como una suerte de «envidia» del capital riesgo y las empresas de software hacia el modelo del capital privado, despertando interrogantes sobre cómo y por qué estos actores están adoptando cada vez más estrategias que antes les eran ajenas. El capital riesgo, especializado en respaldar startups de alto crecimiento con inversiones minoritarias y activos light, ha dejado atrás la simplicidad de su modelo inicial. Mientras que por mucho tiempo su objetivo prioritario fue financiar un software innovador que apoyara a múltiples negocios sin control directo sobre ellos, el escenario actual demanda una adaptación profunda.
La razón principal es que el modelo clásico de VC enfrenta una saturación significativa, especialmente en el sector del software como servicio (SaaS), donde la competencia y la proliferación de opciones dificultan la captación y retención de clientes. Por su parte, el capital privado ha basado su éxito en adquirir participaciones mayoritarias o el control total de empresas, aplicando playbooks operativos y estratégicos para mejorar su rentabilidad y valor. Su aproximación se basa en la concentración y el control profundo sobre los negocios adquiridos, facilitando la implementación directa de mejoras y la captura de la mayor porción de valor generado. Esto se contrapone con la visión fragmentada y pasiva tradicionalmente adoptada por las firmas de VC que solo proveen capital y apoyo indirecto. El contraste entre ambos modelos radica principalmente en el manejo del control, la concentración y la captación de valor.
Mientras que el capital privado es un enfoque de alta intervención, máxima concentración y alto valor capturado de negocios específicos, el capital riesgo suele replicar un modelo disperso, con bajo control y menor valor capturado por firma individual, apoyándose en la viralidad de la tecnología para alcanzar escala. La saturación del mercado de software y la competencia feroz han llevado a inversionistas y emprendedores de VC a mirar de cerca el enfoque del capital privado. Adoptar tácticas similares a la compraventa y gestión activa de negocios permite no solo diversificar las fuentes de ingresos sino también aumentar el apalancamiento de sus tesis y conocimientos operativos. En un entorno donde el crecimiento orgánico y la expansión únicamente mediante software enfrentan límites crecientes, la adquisición y operación directa de activos relacionados con la tecnología vertical emergen como caminos imprescindibles. Los avances tecnológicos y la innovación en modelos de negocio han facilitado esta transición hacia un terreno intermedio, un espacio híbrido entre capital riesgo y capital privado.
La inteligencia artificial, por ejemplo, revoluciona la eficiencia operativa al permitir la automatización de tareas repetitivas y la estandarización de playbooks empresariales a escala sin depender enteramente del factor humano. Esto reduce costos y mejora la precisión en la ejecución, alineándose con el objetivo de control y eficiencia del PE. Asimismo, la incorporación de tecnologías embebidas, tales como pagos o marketing integrados directamente en plataformas verticales, permite a las startups capturar un porcentaje variable del éxito de sus clientes, en lugar de limitarse a tarifas fijas. Este modelo crea una relación más estrecha entre proveedor y cliente, imitando la forma en que las firmas de capital privado maximizan el valor de las operaciones bajo su control. En respuesta a estos cambios, surgen nuevos modelos de negocio dentro del software y la inversión que combinan capital y código para crear valor y capturar retornos mayores.
Tres de estos modelos destacan: uno en el que se adquiere un activo relevante y estratégico para aplicar tecnología propietaria; otro que implica la adquisición escalonada y continua de múltiples activos para aplicar sistemas tecnológicos y estratégicos propios; y finalmente, un modelo que crea negocios desde cero utilizando tecnología vertical y estructuras replicables, como un negocio en caja. Cabe destacar que esta fusión entre software y gestión activa refleja un cambio cultural y estructural profundo en el ecosistema emprendedor. Empresas de software ya no solo buscan vender productos, sino también expandirse con presencia operativa directa en sus mercados objetivo, abriendo oportunidades para nuevas sinergias pero también enfrentando posibles conflictos de interés con sus clientes y canales tradicionales. Este fenómeno no está limitado a empresas emergentes. Inversionistas consolidados y firmas tradicionales de capital privado comienzan a experimentar en esta intersección, validando y acelerando la aparición de modelos híbridos donde el uso de tecnología se combina con la gestión directa para maximizar el retorno sobre la inversión.