En un clima político cada vez más polarizado en Estados Unidos, las tensiones entre figuras prominentes de ambos partidos se han intensificado, alcanzando niveles y declaraciones poco comunes en la retórica política contemporánea. Recientemente, una controversia que ha llamado la atención a nivel nacional e internacional se ha desarrollado entre el estratega republicano Roger Stone, conocido por su cercanía con Donald Trump, y el senador demócrata Mark Kelly. La disputa gira en torno a las criptomonedas vinculadas al expresidente Trump y las críticas éticas y legales que estas han suscitado. El detonante de la polémica fue una declaración pública de Mark Kelly en la que acusó a Donald Trump de “hacer caja” con sus monedas digitales mientras ocupaba el cargo presidencial, lo que el senador calificó como “corrupción a plena luz del día”. Kelly enfatizó que Trump promovía activamente la inversión en su criptomoneda, conocida como $TRUMP memecoin, incluso organizando un evento exclusivo con entradas de 1,5 millones de dólares para los principales inversionistas, evento que tendría lugar en un campo de golf propiedad de Trump en Virginia.
La preocupación entre los legisladores es que numerosos inversionistas sean extranjeros, lo que plantea sospechas sobre la posibilidad de que estén buscando favores presidenciales a cambio de lucrativas inversiones, un asunto que podría ir en detrimento del interés nacional estadounidense. En respuesta a las críticas de Kelly, Roger Stone respondió con una acusación vigorosa, tachando al senador de traidor y exigiendo su ejecución si fuese condenado por traición. Stone fundamentó sus argumentos en presuntas conexiones de Kelly con una compañía china de tecnología de vigilancia que habría invertido en el pasado en una empresa vinculada con el exastronauta y ahora senador. La gravedad de estas acusaciones y la llamada explícita a la ejecución provocaron un amplio rechazo y generaron un intenso debate público sobre los límites del discurso político y la peligrosidad de cierto tipo de retórica en el contexto democrático. Para entender la raíz del conflicto, es necesario conocer la situación actual de la regulación y control sobre las criptomonedas en el ámbito gubernamental.
El senador Kelly es coautor de un proyecto de ley que busca prohibir a altos funcionarios públicos, incluido el presidente y miembros del Congreso, emitir, patrocinar o promocionar activos digitales mientras están en ejercicio, para evitar conflictos de interés flagrantes como los que, según él, se manifiestan con Trump y su memecoin. Esta iniciativa legislativa surge en un momento en que el auge de las criptomonedas ha generado numerosas dudas en torno a la transparencia, influencia extranjera y posibilidades de corrupción entre los funcionarios electos. Por su parte, algunos senadores republicanos, como Cynthia Lummis y Lisa Murkowski, también han expresado preocupación por la situación. Lummis, por ejemplo, ha abogado por un marco regulatorio claro sobre las criptomonedas para evitar que se utilicen con fines inadecuados en la política, indicando que incluso algunos de sus colegas ven problemático que un presidente se beneficie directamente de activos digitales mientras ocupa el cargo. El contexto se complica si se considera quiénes son los grandes inversores del memecoin de Trump: alrededor del 80% del suministro del memecoin estaría controlado por la Organización Trump y sus afiliados, mientras que un alto porcentaje de inversionistas externos utiliza plataformas de intercambio ubicadas en el extranjero, a las cuales los residentes estadounidenses no tienen acceso.
Esto ha motivado una oleada de compras frenéticas de la moneda digital, incrementando su valor y el patrimonio del magnate en más de 320 millones de dólares desde enero, según reportes. La defensa de Trump ante estas acusaciones fue minimizar el supuesto beneficio afirmando que no estaba obteniendo ganancias específicas por su rol, sino que simplemente poseía acciones que aumentaban su valor si las cosas iban bien. Esta defensa ha sido objeto de críticas y de un escrutinio intenso por parte de medios y legisladores, quienes señalan que la combinación de intereses personales y el peso del poder presidencial generan una zona peligrosa para la gobernabilidad y la ética pública. Además del debate sobre la criptomoneda, la familia Trump ha estado muy activa en negociaciones y promoción de negocios internacionales durante las últimas semanas, lo que añade a la incertidumbre sobre posibles conflictos de interés. Los negocios incluyen proyectos millonarios en Dubái, Qatar, Serbia y fondos de inversión respaldados por capital árabe, todos relacionados con activos que podrían beneficiarse directamente de la influencia presidencial.
Aunque la Organización Trump afirma que los activos del expresidente están bajo fideicomiso durante su mandato, existen evidencias, como una demanda presentada contra un campo de golf en Escocia, que sugieren que el propio Trump sigue involucrado en la gestión directa de algunos de sus negocios, generando aún más cuestionamientos. Volviendo al episodio específico entre Stone y Kelly, resulta trascendente señalar el historial de Stone, quien fue perdonado por Trump tras ser condenado por obstrucción a la justicia y otros delitos relacionados con la investigación rusa de 2016. Sus acciones y declaraciones suelen estar envueltas en controvertidas estrategias políticas, y su reciente llamado a la ejecución de un senador en ejercicio ha sido calificado como una peligrosa escalada que no solo amenaza la estabilidad política sino que también pone en tela de juicio los estándares de discurso civil para figuras públicas. El intercambio no solo refleja polarización, sino también un escenario donde el debate sobre la influencia de las criptomonedas en la política y la gobernanza está tomando un cariz crítico. El uso de nuevos instrumentos financieros digitales por parte de actores políticos, combinados con la falta de regulaciones claras, abre una puerta a conflictos de interés, corrupción y desafíos para quienes buscan preservar la integridad del sistema democrático.