Título: Del "Doppel-Wumms" a la Estancación del PIB: Alemania Necesita una Nueva Base Empresarial Alemania atraviesa un periodo crítico de su historia económica, enfrentando desafíos que amenazan su reputación como una de las principales potencias industriales del mundo. El término "Doppel-Wumms", utilizado por el canciller Olaf Scholz en 2022 para referirse a las medidas fiscales extraordinarias que se implementaron tras la invasión rusa de Ucrania, evoca una promesa de recuperación y estabilidad. Sin embargo, dos años después, esta promesa ha mostrado su rostro contrario: Alemania se encuentra oficialmente en recesión por segundo año consecutivo, y el término ha derivado en "Doppel-Hänger", señalando un estancamiento que ha dejado huellas profundas en la economía y la vida cotidiana de sus ciudadanos. El contexto actual es desalentador. Las proyecciones sugieren una contracción del PIB del 0.
3% en 2023 y un pequeño retroceso del 0.1% en 2024. Además, las previsiones para 2025 han sido revisadas a la baja de 1.4% a 0.8%.
Este debilitamiento del crecimiento se ha visto exacerbado por una combinación de factores: crisis geopolíticas, problemas internos y fallos en la gestión que han sumido a la nación en una parálisis económica. Las consecuencias de estas dificultades son evidentes. Volkswagen, un emblema del éxito empresarial alemán, lucha por su supervivencia, enfrentando potenciales despidos masivos y el cierre de plantas. Con una competencia cada vez más feroz proveniente de Asia y un mercado local en declive, la falta de competitividad y de soluciones efectivas ha llevado a la gigante automotriz a un callejón sin salida. Pero el problema va más allá de un solo conglomerado; se trata de un síntoma de una enfermedad más profunda que afecta a toda la economía alemana.
Históricamente, el crecimiento de Alemania ha estado marcado por una tendencia a la baja. En los años 50, el crecimiento anual superaba el 8%, pero en la última década, antes de la pandemia, el crecimiento apenas alcanzaba el 1%. Las secuelas de la crisis del COVID-19 han evidenciado esta tendencia, convirtiendo a Alemania en el último eslabón entre las principales economías del G7. Mientras el resto del mundo comienza a recuperarse, Alemania se enfrenta a la difícil realidad de un modelo de negocio que ha quedado obsoleto. Un giro crucial se ha producido en la dinámica global.
Las condiciones que anteriormente facilitaban el crecimiento económico alemán ya no son las mismas. La nación se beneficiaba de la energía barata de Rusia y de un entorno de comercio internacional favorable. Sin embargo, la era de la globalización desenfrenada ha llegado a su fin. Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, la desaceleración del comercio global y el aumento del proteccionismo han afectado particularmente a Alemania, que tradicionalmente ha dependido de las exportaciones. Además, el panorama interno es igualmente sombrío.
Las altas tarifas de energía, exacerbadas por el conflicto en Ucrania, han puesto en tela de juicio la viabilidad de la industria alemana. El costo promedio de la electricidad en Alemania es más del doble que en competidores como los Estados Unidos y China. Esto no se debe únicamente a la transición energética, sino también a la falta de un sistema de infraestructura adecuada que permita una implementación eficiente de estas nuevas energías. Otra de las dificultades radica en la burocracia que caracteriza al país. Establecer una nueva empresa en Alemania toma más de 120 días, el doble que en otros países de la OCDE.
La falta de agilidad para implementar proyectos, especialmente en el sector de energías renovables, es un obstáculo significativo para la innovación y el crecimiento. Por si fuera poco, el país presenta niveles alarmantes de digitalización. Solo el 11% de los hogares alemanes tiene acceso a fibra óptica, colocándolo en uno de los últimos lugares de Europa en esta materia. A la vez, la población trabajadora está disminuyendo rápidamente. Se prevé que para finales de la década, solo el 60% de la población estará en edad laboral.
Esto plantea un desafío demográfico que, si no se aborda, agravará la precariedad económica. La necesidad urgente de reformar la infraestructura del país es crítica; sin embargo, la política fiscal ha estado marcada por una obsesión con el superávit presupuestario, lo que ha limitado severamente la capacidad de invertir en renovación y desarrollo. Pese a tener suficiente capital para invertir en resultados más positivos, Alemania se ha visto atrapada en un ciclo de austeridad. La famosa “schwarze Null” o “cero negro”, el objetivo de equilibrar el presupuesto, ha llevado a que investir en infraestructuras, educación y defensa se convierta en algo secundario. El Instituto Alemán de Economía ha estimado que el país enfrenta un déficit de inversión de alrededor de 600 mil millones de euros en áreas esenciales.
Sin embargo, este panorama desolador no debe ser visto únicamente como un signo de pesimismo. Existen indicios de que las adversidades actuales podrían convertirse en una oportunidad para un renacimiento. La crisis obliga a replantear lo que significa ser competitivo y sostenible en la economía global del siglo XXI. Las voces, incluso desde la comunidad empresarial y organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, abogan por una reforma de la política fiscal que permita a Alemania invertir más en su futuro. Se presenta, por tanto, un llamado a la acción.
Una reconfiguración de la base empresarial de Alemania es necesaria para adaptarse a los tiempos modernos. Esto implica adoptar un enfoque más flexible para fomentar la innovación, abrirse a nuevos mercados, y sobre todo, invertir en la infraestructura que permitirá a la industria alemana no solo sobrevivir, sino prosperar en la nueva era económica. Esta transformación tiene que ir acompañada de un cambio en la mentalidad. La cultura de la austeridad debe ser reevaluada con un enfoque en la inversión estratégica, especialmente en sectores emergentes que pueden proporcionar nuevos motores de crecimiento, como la digitalización y las energías renovables. Alemania se enfrenta a un momento decisivo.
El camino hacia una economía más resiliente y dinámica está lleno de retos, pero también de oportunidades. Con liderazgo y una nueva visión estratégica, el país podría no solo recuperarse de esta crisis, sino también reescribir las reglas del juego en el ámbito económico global, asegurando un futuro próspero para las próximas generaciones.