En una jugada arriesgada para superar a Kamala Harris, la campaña de Donald Trump se ha centrado en movilizar a un segmento específico del electorado: los votantes que tradicionalmente no suelen participar en las elecciones. Esta estrategia, inédita en ciclos anteriores, busca atraer a aquellos electores que, a pesar de sus inclinaciones conservadoras, han permanecido al margen de las urnas en ciclos pasados. Con la experiencia de la campaña de 2020 en mente, Trump y su equipo están decididos a cambiar el rumbo en este 2024. Ubicados en estados clave como Pennsylvania, un grupo de voluntarios de la campaña de Trump se ha estado organizando para llevar a cabo visitas puerta a puerta. Entre ellos, Rachel y Chris Gottberg se han convertido en emblemáticas figuras del esfuerzo.
Con su bebé de ocho meses en un carrito, se preparan para tocar puertas en un vecindario de clase trabajadora. Vestidos con camisetas rojas que llevan la inscripción "Capitán de la Fuerza Trump", los Gottberg representan la esencia de una campaña que busca no solo a los votantes convencionales, sino a aquellos que podrían ser decisivos en un contexto de alta competencia electoral. La campaña reconoce que, para ganar las elecciones, es esencial movilizar a los votantes poco frecuentes, aquellos que no acuden a las urnas cada ciclo electoral. Este enfoque es vista como una medida de alto riesgo y de gran carga de trabajo que, si bien podría traer una oleada de nuevos votantes, también podría resultar en una gran decepción si estos potenciales electores no se presentan el día de las elecciones. "Sabemos que están de nuestro lado, pero necesitamos que lleguen a las urnas", afirmó James Blair, director político de la campaña de Trump.
Los votantes a los que buscan alcanzar son en gran medida rurales, jóvenes y predominantemente blancos, aunque también hay una considerable representación de personas de color. La reciente encuesta de The New York Times/Siena College mostró que mientras Trump sostiene una ligera ventaja sobre Harris entre los votantes probables, él lidera por nueve puntos entre aquellos que no votaron en 2020. Esto representa una oportunidad considerable para Trump, quien busca restablecer su posición en un paisaje electoral cambiante. A diferencia de la campaña de Harris, que aparentemente está enfocada en un esfuerzo más convencional y amplio, como atraer a las mujeres y otros grupos indecisos, la campaña de Trump está apostando su estrategia a un enfoque más personal y directo. Se han movilizado organizaciones pro-Trump, como America PAC y Turning Point Action, que están enfocadas en conseguir el apoyo de votantes de baja frecuencia.
Turning Point Action, dirigida por el activista de derecha Charlie Kirk, planea invertir $108 millones en la contratación de cientos de puerta a puerta en los estados clave. Sin embargo, la estrategia de Trump ha generado ciertas dudas dentro de su propio partido. Algunos oficiales han expresado su preocupación de que se estén dedicando demasiados recursos a movilizar a los votantes poco frecuentes, en detrimento de los votantes indecisos, quienes suelen ser más fáciles de convencer y movilizar. "Infrequent voters require large investments of time to get them to the polls," dice un oficial anónimo, sugiriendo que tal vez se deba redirigir el enfoque hacia los votantes del centro. El profesor de ciencias políticas Donald Green, de la Universidad de Columbia, apoya la estrategia desde una perspectiva académica, señalando que el esfuerzo por movilizar a estos votantes puede ser eficaz en años presidenciales.
Sin embargo, también advierte sobre los riesgos si se pierde eficiencia en el proceso de movilización. "Si están contactando a las mismas personas en el mismo lugar, eso es un desperdicio de recursos", explica. Aunque la campaña de Trump está enfocada en estos votantes, también está realizando esfuerzos significativos para atraer a votantes más regulares y a los indecisos, quienes siguen siendo el blanco de correos, mensajes de texto y visitas puerta a puerta. Además, el Partido Republicano está invirtiendo en la registración de nuevos votantes y en fomentar la votación por correo, un punto históricamente débil para la formación. Trump también está adaptando su modelo de campaña de Iowa a un enfoque nacional.
Después de una victoria en las primarias republicanas en Iowa, la campaña busca replicar la organización estratégica que permitió a Trump obtener el 51% de los votos en el estado. La meta es entrenar a 50,000 "capitanes" de campaña, como los Gottberg, para llevar a cabo una movilización escalonada y masiva en sus comunidades. A diferencia de campañas previas en las que se trataba de abarcar más terreno, aquí el enfoque es construir relaciones con un grupo seleccionado de votantes. Por otro lado, el equipo de Harris, que cuenta con un financiamiento considerable, parece estar desarrollando un esfuerzo de movilización más robusto. La campaña ha destacado que tienen 1,600 empleados pagados en los estados clave, en comparación con los "cientos" que la campaña de Trump ha divulgado.
En un contexto donde la competencia por cada voto se intensifica, estos esfuerzos podrían marcar una diferencia significativa. Incluso dentro de los círculos más cercanos a la campaña de Trump, se manifiestan las inquietudes sobre si la estrategia de enfocarse en votantes de baja frecuencia es suficiente. El exdirector ejecutivo del partido republicano en Michigan, Jason Cabel Roe, reconoce que el enfoque en este tipo de votantes puede ser inteligente, dado que ellos fueron fundamentales para la victoria de Trump en 2016. Sin embargo, la clave está en encontrar el balance correcto entre los diferentes grupos de votantes mientras se llevan a cabo esfuerzos sostenidos para movilizar tanto a nuevos como a antiguos electores. Mientras tanto, los líderes republicanos en todo el país parecen estar confiados en que la campaña de Trump no está en desventaja frente a los esfuerzos demócratas.