El dólar estadounidense ha sido la principal moneda de reserva del mundo durante más de 80 años, evolucionando y adaptándose a distintas eras económicas y tecnológicas. Esta trayectoria de ocho décadas que ha consolidado su hegemonía mundial puede entenderse como una obra en tres actos. Tras la etapa del Eurodólar en los años 50 y el fenómeno del Petrodólar desde los años 70, ahora se está desarrollando un tercer acto que promete transformar la manera en que se percibe, transfiere y utiliza el dólar: el auge de los stabledollars o stablecoins respaldados por dólares digitales en la cadena de bloques. El primer acto en la historia del dólar fue el surgimiento del Eurodólar, depósitos offshore en dólares que comenzaron en el Londres de los años 50. Este fenómeno permitió a países del bloque soviético, exportadores europeos y multinacionales mantener dólares fuera de la regulación directa de Estados Unidos.
Esto dio lugar a una gigantesca base bancaria paralela con un volumen multimillonario que escapaba a los controles tradicionales. Posteriormente, en la década de los 70, el mundo asistió a la consolidación del Petrodólar. La decisión de la OPEP de cotizar el crudo exclusivamente en dólares estableció un vínculo indisoluble entre la demanda global de energía y la moneda estadounidense. Gracias a esto, Washington consiguió un mercado automático para sus bonos del Tesoro, fortaleciendo aún más la posición del dólar en la economía mundial. Ahora estamos inmersos en el tercer acto de esta narrativa, donde los stabledollars están revolucionando el sistema financiero.
Estas monedas digitales, respaldadas al 100% por activos reales como los bonos del Tesoro estadounidense o efectivo, circulan en plataformas blockchain que permiten liquidaciones rápidas, seguras y de bajo costo. Hoy, más de 230 mil millones de dólares en stabledollars están en circulación, y en días determinados su volumen de liquidación supera al de gigantes como PayPal y Western Union combinados. Este fenómeno no solo simboliza la reinvención del dólar, sino que también lo convierte en una especie de API monetaria. Es decir, un medio digital abierto, programable y sin permisos intermediarios que facilita transacciones instantáneas a fracciones extremadamente bajas del costo convencional. Esta característica está transformando las economías emergentes, las finanzas descentralizadas y el comercio global.
Por ejemplo, en Nigeria, un pequeño comerciante puede recibir pagos en USDC (una stablecoin muy popular) directamente desde su teléfono móvil, evitando las altas tasas de cambio y la inflación de su moneda local, el naira. Esto no solo mejora su flujo de efectivo, sino que permite reabastecer su inventario el mismo día. En Singapur, los fondos de cobertura pueden invertir en bóvedas tokenizadas de bonos del Tesoro que ofrecen rendimientos interesantes, y desde las 8 de la mañana en Nueva York pueden realizar intercambios sin utilizar bancos intermediarios ni atravesar antiguas infraestructuras financieras lentas. En Colombia, los trabajadores independientes están utilizando stablecoins para convertir sus salarios del fin de semana en dólares digitales, evadiendo controles de capital restrictivos y retirando pesos locales sin las acostumbradas demoras y altas comisiones de las remitencias tradicionales. Así, las stablecoins no han reemplazado al sistema bancario, sino que lo complementan, evitando sus cuellos de botella más costosos y lentos.
El crecimiento acelerado de esta tecnología está impulsando un reconocimiento formal en Estados Unidos. El proyecto de ley GENIUS Act, que está siendo evaluado en el Senado, propone una regulación clara para emisores de stablecoins. Esta legislación establecería un marco nacional para otorgar licencias y abrir una ruta para que estos emisores accedan a cuentas maestras de la Reserva Federal, lo que fortalecería la integración entre el sistema tradicional y el ecosistema digital emergente. Según las estimaciones del Departamento del Tesoro estadounidense, se espera que para 2028 circulen alrededor de 2 billones de dólares en stablecoins, una cifra comparable al volumen total del Eurodólar en los años 90. Actualmente, dos actores dominan con más del 90% del mercado: Tether y Circle, cuyas reservas están principalmente constituidas por deuda pública estadounidense a corto plazo.
De esta manera, millones de usuarios globales están manteniendo activos equivalentes a bonos del Tesoro digitales que se liquidan en segundos. La transición hacia este nuevo paradigma implica una migración en el efecto red del dólar. Tradicionalmente, las transacciones financieras internacionales se realizaban mediante mensajes SWIFT, un sistema antiguo, costoso y lento. Las stablecoins permiten que este efecto red se traslade a llamadas de contratos inteligentes, un proceso más eficiente, transparente y descentralizado. No obstante, este avance no está exento de desafíos y riesgos.
La creciente importancia de activos digitales privados que representan dinero soberano eleva preguntas complejas sobre la gobernanza y el control monetario. ¿Quién establece la política monetaria cuando un tercio de la liquidez offshore reside en contratos inteligentes que despliegan reglas automáticas? ¿Qué protecciones tienen los usuarios si un emisor decide bloquear una billetera digital? ¿Aceptarán las grandes potencias económicas, como Europa o el bloque BRICS, depender de un activo regulado por Estados Unidos a nivel de infraestructura financiera global? El futuro de los stablecoins dependerá de cómo las autoridades y reguladores aborden estas interrogantes. Existen soluciones claras y probadas que pueden garantizar la seguridad y estabilidad del sistema. Entre ellas, la imposición de normas al estilo de Basilea que aseguren suficiente capital y liquidez por parte de los emisores. Además, la transparencia debe ser una regla inquebrantable, con auditorías en tiempo real y reportes públicos en la cadena de bloques para asegurar que las reservas estén realmente disponibles y respaldadas.
Otro aspecto crucial es la interoperabilidad entre blockchains. Para evitar la concentración y monopolización, los protocolos deben permitir que diferentes redes y emisores puedan operar y colaborar fluidamente, consolidando un ecosistema saludable y competitivo. A su vez, la protección al usuario puede mejorarse si se extienden mecanismos similares a los seguros de depósitos bancarios tradicionales, garantizando que el dinero digital posee el mismo nivel de seguridad que un depósito bancario convencional. Si Estados Unidos adopta un enfoque proactivo, regulando y respaldando esta nueva fase de dólar digital, podría construir un foso competitivo digital más amplio que el de cualquier otra moneda digital de banco central (CBDC), incluyendo la china. Por el contrario, ignorar la evolución podría significar que la emisión y el control de estas monedas digitales migren hacia jurisdicciones extranjeras, dejando a Washington sin capacidad de supervisión ni influencia en un sistema financiero global paralelo.
La hegemonía del dólar siempre ha avanzado asociándose al flujo comercial principal de cada época. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron los Eurodólares, luego vinieron los Petrodólares para la era del combustible fósil, y ahora son los Stabledollars quienes dominan la economía global conectada por software y de alta velocidad. De cara al futuro, es probable que el uso de estas monedas digitales se normalice tanto y tan profundamente que su presencia sea imperceptible, tal como ocurre con la electricidad o el agua corriente. Comercios, bancos, empresas e incluso individuos podrán operar con monedas tokenizadas sin necesidad de notar que están interactuando con un activo digital. Una cafetería podrá mostrar precios en pesos o libras, pero la liquidación se realizará en dólares digitales en el backend.
Los corredores y entidades financieras podrán ofrecer instrumentos que, aunque parezcan papeles tradicionales, no serán más que activos tokenizados programables y capaces de ejecutar llamadas automáticas para ajustes de garantías y otros mecanismos sofisticados. Los pagos de nómina podrán enviarse a billeteras digitales inteligentes que automáticamente distribuyan fondos entre ahorros, inversiones y donaciones, todo en milisegundos. La única verdadera incógnita es si Estados Unidos decidirá asumir el liderazgo tecnológico y regulatorio que este ecosistema requiere para consolidar la superioridad del dólar en esta nueva era digital. Las stablecoins ya constituyen uno de los activos cuasi-soberanos de más rápido crecimiento, y su regulación responsable permitirá que la próxima transformación del dólar sea un éxito para la economía estadounidense y global. En resumen, los stabledollars representan la tercera gran reinvención del dólar, un fenómeno que no solo desafía las estructuras tradicionales sino que también ofrece enormes ventajas para la eficiencia, inclusión financiera y transparencia global.
El futuro del dólar está conectado intrínsecamente a cómo se manejen responsablemente los activos digitales respaldados por este, y su evolución será un factor clave en moldear el sistema financiero del siglo XXI.