Rite Aid, una cadena de farmacias con una presencia histórica en Estados Unidos, ha presentado nuevamente una solicitud de bancarrota apenas ocho meses después de haber emergido de un proceso previo bajo la Chapter 11. Esta situación genera inquietud en el sector minorista y en la industria farmacéutica, reflejando las dificultades que afrontan las empresas para mantenerse a flote en un entorno económico complejo y altamente competitivo. La reciente declaración de bancarrota de Rite Aid marca un nuevo capítulo en la lucha de la empresa por estabilizar sus operaciones y finanzas. Según documentos judiciales, la compañía planea venderse y ya ha despertado el interés significativo tanto de compradores nacionales como regionales, lo que indica que aunque enfrentan dificultades, aún existe valor y potencial atractivo en sus activos. A pesar de la insolvencia, Rite Aid mantendrá abiertas todas sus tiendas mientras continúa con el proceso de venta, aunque la intención es, salvo que surja un comprador adecuado, liquidar todas las ubicaciones existentes.
Para facilitar esta operación, la compañía ha asegurado compromisos de financiamiento por aproximadamente 1,94 mil millones de dólares, suma que, junto con el efectivo generado por sus operaciones, debería ser suficiente para sostener el proceso supervisado por el tribunal bajo la Chapter 11. Esta nueva crisis financiera llega luego de que Rite Aid saliera de su anterior bancarrota en septiembre del año anterior, tras presentar la solicitud menos de dos años antes. Durante aquel proceso, la empresa logró reducir su deuda en aproximadamente 2 mil millones de dólares y obtuvo una financiación de salida cercana a los 2,5 mil millones. Sin embargo, según declaraciones internas, la compañía nunca logró recuperarse adecuadamente tras aquella reorganización. Hubo incumplimientos importantes por parte de algunos proveedores que no cumplieron acuerdos para flexibilizar los términos comerciales, afectando gravemente la liquidez y la capacidad de mantener el inventario necesario.
En lugar de asegurar los 166 millones de dólares que esperaba, solo pudo acceder a 66,75 millones meses después, una diferencia que se convirtió en un gran obstáculo para su recuperación. El resultado fue un ciclo negativo que la empresa misma describió como una espiral descendente: problemas de liquidez condujeron a estantes vacíos en las tiendas, lo que a su vez redujo las ventas y empeoró aún más su posición financiera. Esta situación afectó no solo el volumen de ventas, sino también la confianza de los clientes, que son esenciales en un negocio de retail farmacéutico. Cuando Rite Aid presentó la declaración previa de bancarrota en 2023, la compañía operaba más de 2.100 tiendas en 17 estados, empleando a más de 6.
100 farmacéuticos y un total de 45.000 trabajadores. Como parte del reestructuramiento, vendió o cerró alrededor de 800 tiendas con bajo rendimiento. Desde entonces, han cerrado otras 29 tiendas adicionales consideradas poco rentables. Además, Rite Aid ha estado negociando la transferencia de archivos de prescripción de 60 tiendas y planea cerrar 50 tiendas más que no realizarán ventas de prescripciones.
También hay 275 tiendas con acuerdos de compra de activos vinculados a transacciones regionales en proceso. En la actualidad, la empresa opera alrededor de 1.277 tiendas distribuidas en 15 estados y mantiene tres centros de distribución, dando trabajo a aproximadamente 24.500 personas. La declaración actual de bancarrota está diseñada para facilitar una venta rápida y ordenada.
El proceso incluye subastas específicas programadas para activos farmacéuticos y otros bienes de la empresa, con fechas establecidas para mediados y finales de mayo y junio, respectivamente. La compañía busca que el proceso judicial brinde el marco necesario para maximizar el valor de las ventas y asegurar la continuidad operativa, siempre que se logre encontrar compradores para sus activos. El caso de Rite Aid evidencia la fragilidad que puede enfrentar una cadena de farmacias en tiempos de cambios acelerados en el comportamiento del consumidor, aumento de la competencia y dificultades financieras internas y externas. La expansión agresiva, combinada con una gestión que no logró anticipar o mitigar ciertos riesgos, contribuyó a la complicada situación actual. Además, el sector farmacéutico minorista en Estados Unidos ha visto cómo cambios regulatorios, la entrada de nuevos competidores digitales y mayor presión en los márgenes afectan la rentabilidad.
Los minoristas como Rite Aid deben competir no solo con otras cadenas físicas, sino también con gigantes en línea y supermercados que han integrado servicios farmacéuticos en sus ofertas. Por otra parte, la pandemia de COVID-19 transformó muchas dinámicas del mercado, impulsando la adopción de compras en línea y cambios en la demanda de productos, lo que complicó aún más la situación de minoristas con estructuras tradicionales. Los desafíos de Rite Aid también recuerdan la importancia de relaciones sólidas con proveedores y la necesidad de adaptarse rápidamente a las condiciones comerciales. El incumplimiento de acuerdos clave por parte de algunos proveedores fue un factor que aceleró la crisis de liquidez, mostrando que incluso después de una reestructuración financiera, la estabilidad operativa puede estar en riesgo si no se mantiene una cadena de suministro firme y confiable. Desde la perspectiva de empleados y comunidades locales, la situación presenta incertidumbre.
La empresa emplea a decenas de miles de personas, y el cierre o venta de tiendas puede significar pérdidas de empleos y menor acceso a servicios farmacéuticos en ciertas regiones. Sin embargo, la posible adquisición por parte de compradores estratégicos podría preservar parte de la operación y mantener la presencia de la marca en áreas clave. Finalmente, la historia reciente de Rite Aid es un ejemplo que subraya los retos que enfrentan los minoristas en sectores tradicionales cuando intentan reinventarse en la economía actual. La bancarrota no siempre implica el fin de una empresa, pero sí representa una llamada de atención sobre la necesidad de estrategias sólidas, gestión eficiente y adaptación constante para sobrevivir en un mercado en rápida evolución. En conclusión, la segunda bancarrota de Rite Aid en menos de dos años pone de relieve las continuas dificultades financieras y estructurales que enfrenta.
Aunque la empresa cuenta con activos valiosos y ha generado interés en posibles compradores, el futuro dependerá de la rapidez y éxito con que pueda reorganizarse nuevamente y encontrar un camino sostenible para seguir operando. Por el momento, el proceso judicial y la venta inminente de activos serán elementos claves que marcarán el rumbo de esta emblemática cadena farmacéutica estadounidense.