La economía es una disciplina compleja que requiere precisión y cuidado en su comunicación, sobre todo cuando se transmite a través de los medios de comunicación. Sin embargo, hay un error básico pero recurrente que los periodistas económicos suelen cometer y que tiene importantes consecuencias en la percepción pública y en la formulación de políticas económicas. Este error consiste en afirmar que las importaciones restan directamente al Producto Interno Bruto (PIB) de un país, un concepto que no solo es incorrecto sino que también distorsiona la interpretación real del comportamiento económico. Para entender por qué este error sigue persistiendo y cuál es la verdad detrás de la relación entre importaciones y PIB, es necesario analizar la manera en que se calcula el PIB y cómo se incorporan las importaciones dentro de esta medición. El PIB es una medida macroeconómica que representa el valor total de todos los bienes y servicios producidos dentro de un país durante un periodo determinado, generalmente un año o un trimestre.
La fórmula más comúnmente utilizada para calcular el PIB es la suma del consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones netas, donde las exportaciones netas se definen como la diferencia entre exportaciones e importaciones. Es precisamente en la interpretación de este componente donde se origina la confusión. Cuando observamos que las importaciones se restan dentro de la fórmula del PIB, se tiende a pensar erróneamente que su aumento disminuye el PIB. Sin embargo, esta resta no implica que las importaciones reduzcan el tamaño de la economía, sino que son un ajuste contable necesario para evitar contar en el PIB aquellos bienes y servicios que fueron producidos en el extranjero y simplemente consumidos dentro del país. El PIB mide la producción nacional, no el gasto total ni el consumo absoluto, por lo que incluir las importaciones sin descontarlas daría lugar a sobrestimar la producción interna.
Un ejemplo práctico ayuda a clarificar esta idea. Si un ciudadano compra un televisor fabricado en otro país, dicho gasto se refleja inicialmente en el consumo, que aumenta el valor total del PIB. Pero dado que ese televisor no fue producido dentro de las fronteras nacionales, es necesario ajustar esta cifra restando el valor de la importación. De esta forma, la compra no afecta al PIB, ya que el gasto en consumo y la resta por importaciones se compensan exactamente. Por lo tanto, afirmar que las importaciones restan directamente al PIB es un error conceptual, pues ellas no miden producción nacional y solo aparecen para compensar el gasto en bienes extranjeros.
¿Por qué, entonces, este error se mantiene vigente en la narrativa de los medios y periodistas económicos? Parte de la respuesta radica en una especie de comportamiento de manada informativa, donde la repetición constante de un concepto erróneo se acepta tácitamente sin cuestionar sus fundamentos. Si casi todos los periodistas y analistas económicos utilizan la frase ‘‘las importaciones restan al PIB’’, es poco probable que alguien se arriesgue a romper con esta cosmovisión establecida para evitar críticas o discrepancias. Además, este error se ve facilitado porque los informes oficiales, a veces, emplean una terminología que puede ser malinterpretada fácilmente. En particular, algunos comunicados de organismos oficiales han afirmado que el descenso del PIB se debe a un aumento en las importaciones al señalar que estas se restan en la fórmula del PIB. Esta forma de presentar los datos puede inducir tanto a periodistas como al público general a concluir incorrectamente que las importaciones ‘‘reducen la economía’’.
Así, se consolida el error incluso en los ámbitos oficiales. Esta confusión no es solo un problema académico; tiene repercusiones muy concretas para la política económica y la percepción pública. Por ejemplo, el pensamiento erróneo de que las importaciones perjudican la economía ha servido de base para implementar políticas proteccionistas como los aranceles y barreras comerciales, que en muchos casos terminan perjudicando al consumidor y a la economía en su conjunto. La idea de que reducir importaciones aumentará el PIB es un mito peligroso que altera el debate público y la toma de decisiones de los gobiernos. Es importante distinguir entre el error contable y las posibles relaciones económicas que pueden existir entre las importaciones y la producción interna.
Si bien las importaciones no restan técnicamente al PIB, un aumento súbito en importaciones puede estar asociado con una reducción en la producción doméstica o en la inversión local por razones económicas o de comportamiento empresarial. Por ejemplo, cuando empresas optan por adquirir insumos y bienes del extranjero en lugar de producir o comprar localmente, pueden afectar indirectamente la actividad económica. En ese sentido, puede existir una correlación entre el aumento de importaciones y una reducción en el crecimiento económico, pero no es una relación de causalidad directa a nivel contable sobre el PIB. Además, la contabilización del PIB se realiza con cierto desfase temporal y está sujeta a revisiones, especialmente en el componente de inversión en inventarios. Esto puede causar que el impacto de un aumento en importaciones no se refleje inmediatamente en otros componentes del PIB, generando la percepción errónea de que las importaciones están afectando negativamente la economía cuando, en realidad, es cuestión de tiempo hasta que la información completa establezca el balance correcto.
Para mejorar la calidad del debate y la cobertura económica es fundamental que periodistas, analistas y organismos oficiales entiendan y comuniquen con precisión cómo funcionan las cuentas nacionales. Evitar la simplificación excesiva y explicar que las importaciones no restan directamente al PIB puede permitir un mayor entendimiento sobre la naturaleza del comercio internacional y sus efectos en la economía doméstica. También es clave transmitir que las importaciones reflejan la demanda interna de bienes y servicios que no se producen localmente, lo cual puede estar asociado a diferentes causas, tales como ventajas en costos, calidad o disponibilidad. Por lo tanto, un aumento en importaciones no es un signo automático de debilidad económica; a menudo indica una economía con capacidad de consumidor diversificada y conectada globalmente. Finalmente, la educación económica básica y avanzada debe insistir en la precisión conceptual para evitar que confusiones como estas se perpetúen.
La creación de materiales pedagógicos claros y accesibles para periodistas y el público puede ser un paso indispensable para que en el futuro la comunicación económica sea más acertada y menos susceptible de alimentar mitos dañinos. En resumen, el error que persiste en la prensa económica respecto al papel de las importaciones en el PIB tiene raíces en la complejidad del cálculo del producto nacional y en un malentendido extendido exacerbado por narrativas oficiales y mediáticas. Comprender correctamente que las importaciones no restan al PIB, sino que son un ajuste para medir solo la producción interna, es fundamental para una interpretación adecuada de los indicadores económicos y para la formulación de políticas comerciales y económicas acertadas. Solamente con un periodismo económico riguroso y bien informado podremos mejorar el conocimiento público y evitar que errores conceptuales influyan negativamente en la economía real.