Los bosques flotantes de algas kelp constituyen algunos de los ecosistemas marinos más productivos y biodiversos del planeta, comparables a los bosques terrestres en cuanto a su capacidad para sostener vida y proveer servicios ecológicos esenciales. Estas formaciones submarinas, dominadas por especies que crean extensas canopies flotantes en la superficie del agua, albergan una gran variedad de especies marinas, muchas de ellas de importancia económica y cultural. Sin embargo, enfrentan crecientes amenazas provocadas principalmente por el cambio climático, en particular por la intensificación de las olas de calor marinas que afectan severamente su salud y distribución. Pese a su relevancia, estos ecosistemas presentan una protección limitada a nivel global, lo cual pone en riesgo su integridad y los beneficios que ofrecen para los océanos y las comunidades humanas que dependen de ellos. El cambio climático ha acelerado la frecuencia y severidad de las olas de calor marinas o marine heatwaves (MHWs), eventos que elevan más allá de lo habitual la temperatura superficial del océano durante periodos prolongados.
Estas condiciones extremas superan los umbrales fisiológicos tolerables para muchas especies marinas, incluyendo diversas algas kelp. Las consecuencias más visibles incluyen la pérdida masiva de biomasa, cambios en la estructura comunitaria y la transformación del ecosistema hacia estados degradados, como los 'barrenos' dominados por erizos de mar, que reducen drásticamente la biodiversidad. Los bosques flotantes de kelp dominan más del 30% de los arrecifes rocosos del mundo y se extienden principalmente en latitudes medias de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. Algunas de las regiones con mayor concentración de estos bosques incluyen las Malvinas/Falklands, canales y fiordos del sur de Chile, la bahía de California y las islas Kerguelen, entre otras. Estos ecosistemas sirven como hábitat y refugio para cientos de especies, y en estudios específicos se han documentado hasta 700 especies asociadas en áreas como las Islas del Canal en California.
Su amplitud y biodiversidad los convierten en componentes cruciales para la salud y productividad costera, además de su capacidad para brindar servicios como la captura de carbono, protección costera y apoyo a la pesca artesanal. A pesar de su importancia, los bosques de kelp están expuestos a niveles crecientes de olas de calor marinas. Investigaciones recientes indican que, para fines de este siglo, estos ecosistemas podrían enfrentar una exposición acumulada hasta 16 veces mayor que la observada en el período actual, especialmente bajo escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero sin mitigación estricta. Esta intensificación pone en riesgo la supervivencia de poblaciones de kelp, especialmente en sus límites cálidos donde ya se han registrado extensas pérdidas, como en el norte de California, donde más del 90% de los bosques fue destruido por el impacto conjunto de olas de calor severas y el sobrepastoreo por erizos. En contraste, ciertas áreas del hemisferio sur podrían actuar como refugios climáticos debido a su menor exposición proyectada a calor extremo.
Estas zonas pueden preservar la biodiversidad y mantener fuentes de recuperación para bosques impactados en otras regiones, convirtiéndose en prioridades fundamentales para la conservación y gestión adaptativa frente al cambio climático. La protección mediante áreas marinas protegidas (AMP) constituye una herramienta clave para la conservación de hábitats críticos, incluida la recuperación y mantenimiento de bosques de kelp. Sin embargo, el análisis global de la cobertura protegida revela que menos del 3% de los bosques flotantes de kelp están incluidos dentro de AMP altamente restrictivas o reservas marinas donde la pesca está completamente prohibida. Este tipo de AMP es reconocido como el más efectivo para proteger la biodiversidad, fomentar la recuperación de poblaciones explotadas y mejorar la resiliencia ecológica frente a perturbaciones climáticas. La mayoría de la protección efectiva se concentra en islas remotas del océano Austral, como parte de territorios de países como Francia y Nueva Zelanda, donde los niveles de exposición a olas de calor son relativamente bajos.
En el continente y en zonas de mayor riesgo climático, la protección es escasa y fragmentada. Países con grandes extensiones de bosques de kelp como México, Chile y Argentina tienen menos del 2% de estas áreas bajo protección efectiva y, en algunos casos, la protección es prácticamente inexistente. Es importante señalar que las AMP no pueden mitigar directamente el impacto del aumento de temperatura que excede los límites fisiológicos del kelp, pero sí pueden reducir otros factores de estrés no climáticos como la sobrepesca, la contaminación o la destrucción del hábitat. Por ejemplo, la protección de depredadores naturales de los erizos, que controlan su población, ha demostrado favorecer la recuperación de los bosques tras episodios de olas de calor. Sin embargo, dadas las proyecciones de aumento climático, las AMP deben integrarse con otras medidas complementarias como restauración activa, gestión de fuentes de contaminación terrestre, investigación en cepas resistentes y políticas de mitigación climática más amplias.
Además, la monitorización de estos bosques presenta retos, pues además de sus fluctuaciones naturales, la detección precisa en grandes escalas territoriales ha dependido históricamente de métodos costosos y dispares. Recientemente, los avances en teledetección por satélite han permitido mapear con mayor precisión la distribución global de las especies más grandes de kelp que forman canopies flotantes, como Macrocystis pyrifera. Este progreso facilita la evaluación de amenazas y la planificación de estrategias de conservación basadas en evidencia espacial y temporal robusta. Este diagnóstico global pone de manifiesto una gran brecha en la adecuada representación y protección de uno de los ecosistemas marinos más valiosos del planeta. Mientras las olas de calor marinas se vuelven más frecuentes e intensas, resulta imperativo que los gobiernos, científicos y organizaciones ambientales impulsen políticas que amplíen y fortalezcan las AMP bajo criterios de efectividad y adaptación climática.
La inclusión explícita de los bosques de kelp en los objetivos nacionales e internacionales de conservación marina es urgente para asegurar su persistencia. La cooperación transfronteriza también juega un papel fundamental, dado que muchas regiones comparten estas formaciones submarinas, por lo que la planificación y gestión conjunta pueden maximizar impactos positivos y proteger corredores ecológicos que favorezcan la movilidad y la recuperación de especies. Finalmente, proteger y restaurar los bosques flotantes de kelp no solo es vital para la biodiversidad marina, sino también para millones de personas que dependen directa o indirectamente de ellos para su sustento, pesca, turismo y servicios culturales. Su función como sumideros de carbono contribuye también a mitigar el cambio climático, cerrando un círculo virtuoso entre conservación y adaptación ambiental. En conclusión, los bosques flotantes de algas kelp enfrentan amenazas sin precedentes por el cambio climático y presentan un déficit significativo en su protección efectiva a nivel global.
El fortalecimiento y ampliación de AMP altamente restrictivas, junto con estrategias complementarias de manejo adaptativo e innovación tecnológica, son esenciales para preservar estos ecosistemas emblemáticos y garantizar su resiliencia y los beneficios que aportan a los océanos y a la humanidad.