Hace más de tres décadas, Kent Nerburn se sentó frente a una mujer amable y de voz suave en la reserva Ojibwe de Red Lake. Ella le contó a sus estudiantes una historia desgarradora sobre su experiencia en una escuela residencial donde, sin anestesia ni ningún tipo de alivio del dolor, un dentista arrancaba los dientes enfermos con unas pinzas a los niños forzados a hacer fila. Aquella escena atroz revela la cruda realidad a la que fueron sometidos tantos niños indígenas en Estados Unidos, víctimas de un sistema que no solo menospreciaba su cultura, sino también su salud y bienestar más básico. La historia quedó grabada en la memoria de Nerburn y ha inspirado su labor de las siguientes décadas. En un giro emotivo del destino, 35 años más tarde Nerburn se encontró en la reserva Lakota de Standing Rock, donde sirvió como escribano para un grupo de odontólogos voluntarios y asistentes dentales de Smile Network International.
En una modesta silla plegable, fue testigo de cómo estos profesionales aplicaban selladores y empastes temporales a más de 270 niños cuyos dientes habían sufrido caries y abscesos debido a la falta de acceso a servicios dentales por razones económicas y geográficas. Fue un círculo que se cerraba, un momento simbólico que mostró el contraste entre el pasado y una forma tangible de ayuda en el presente. Sin embargo, para las comunidades indígenas, estos esfuerzos no pasan de ser una gota en el océano de necesidades acumuladas durante generaciones. La incidencia de problemas dentales graves en las reservas indias refleja una crisis de salud pública que permanece invisibilizada en gran medida. Los niños, con sus ojos llenos de esperanza y sus almas inocentes, muchos veces cubren sus bocas al hablar del dolor constante que sufren, como algo inevitable, una parte natural de su existencia.
"Sí, duele todo el tiempo", susurran tímidamente, "a veces no puedo dormir de tanto dolor". Estas voces silenciosas son un recordatorio que traspasa cualquier barrera cultural o de prejuicio: son los mismos niños que podrían ser nuestros hijos, los que habitan justo al lado, pero cuyos sufrimientos a menudo son ignorados por la sociedad en general. La atención médica básica, incluida la odontológica, es un derecho humano fundamental. Sin embargo, para las comunidades indígenas en Estados Unidos, la brecha entre este derecho y la realidad es abismal. Las causas son múltiples y complejas: desde la falta de financiación estatal adecuada y políticas públicas efectivas, hasta la escasez de profesionales de la salud que quieran o puedan desplazarse hacia zonas rurales y remotas.
A ello se suma un historial trágico de maltrato y discriminación, que aún deja heridas abiertas y desconfianza hacia el sistema. En contraposición con esta realidad dolorosa, en tiempos recientes, miles de personas se han movilizado para protestar contra proyectos que afectan territorios indígenas, como fue el caso del oleoducto Dakota Access. Aquellas manifestaciones recibieron atención mediática global y un respaldo social masivo. Sin embargo, a solo unas millas de distancia, muchos niños indígenas siguen sentados sin recibir atención, sufriendo en silencio un dolor tan constante que ni siquiera saben cómo nombrarlo. Es una paradoja que cuestiona nuestras prioridades como sociedad: ¿cómo es posible dedicar esfuerzos multitudinarios a una causa ambiental justa, pero mantener marginados a los niños que viven en esas mismas tierras? Nerburn expresa un amor profundo por las comunidades indígenas y las reservas, un amor que trasciende la mera curiosidad o el interés superficial.
Él reconoce que lugares como Red Lake, Pine Ridge y tantas otras reservas le entregan una paz y satisfacción espiritual que no encuentra en ningún otro sitio. Esa conexión auténtica es la que dirige su trabajo y su vida, alejándolo de las presiones del mundo literario convencional o los círculos académicos. Es un llamado a la empatía y la presencia real, a escuchar y contar historias que abran puertas y corazones. Su obra literaria busca precisamente eso: traer vida a los personajes y escenarios que tantas veces han sido silenciados o distorsionados, para que quienes leen puedan comprender y amar a estas personas y lugares. Más allá de las palabras y las letras, Nerburn entiende que el compromiso humano no termina ahí.
El trabajo de voluntarios que acompañan a los niños al dentista, que sujetan su mano cuando el miedo acecha, que aplican ungüentos para apaciguar dolores insoportables, es tan importante y valioso como la literatura misma. Es la acción concreta que demuestra que no basta con contar las historias, se trata de ser parte activa del cambio. Los testimonios que acompañan a Nerburn en su blog son un reflejo de esta realidad compartida. Personas que han vivido experiencias de maltrato dental durante la infancia, a veces en contextos completamente distintos, reconocen la universalidad del dolor y la importancia vital de brindar atención con humanidad. Otros, inspirados por estas narrativas, están decididos a involucrarse como voluntarios o a encontrar maneras significativas de apoyar a las comunidades nativas.
Se genera así una red de solidaridad que va más allá de la distancia y las diferencias culturales. El problema de la salud dental en las reservas no es un fenómeno aislado, sino un indicador de la desigualdad sistémica que afecta a muchas áreas de la vida de los pueblos indígenas. La alimentación, el acceso a agua potable, la educación, la vivienda y la salud general son factores entrelazados que configuran un entorno de pobreza y exclusión. Atender las caries es importante, pero lo es aún más garantizar un marco integral y sostenible donde estos niños puedan crecer en condiciones dignas. Reconocer esta problemática implica también cuestionar las raíces históricas del sufrimiento indígena en Estados Unidos.
Las escuelas residenciales, los desplazamientos forzados, la pérdida cultural y la discriminación institucional han dejado cicatrices imborrables. Los efectos se traslucen no solo en las estadísticas epidemiológicas sino en las historias personales, los silencios y las heridas emocionales. Pero también existen señales de esperanza y resistencia. Las comunidades indígenas siguen luchando por preservar sus tradiciones, fortalecer sus sistemas de salud propios y generar futuros resilientes para sus hijos. Desde una perspectiva más amplia, es esencial que la atención y visibilización de la salud dental en las reservas forme parte de una agenda política y social más comprometida.
Esto requiere voluntad política, inversión adecuada y el fortalecimiento de colaboraciones entre gobiernos, organizaciones no gubernamentales y las propias comunidades. Un ejemplo inspirador es el trabajo de Smile Network International y otros grupos similares, que desde la experiencia práctica demuestran que, aun con recursos limitados, es posible generar un impacto real y ofrecer alivio tangible. El llamado involucra a cada uno de nosotros, como individuos y como sociedad. Más allá de la pasividad o la indiferencia, podemos contribuir de múltiples maneras: desde la difusión de información para romper el silencio y la invisibilidad, hasta el apoyo a proyectos solidarios y la promoción de políticas inclusivas. La empatía no se limita al reconocimiento intelectual sino que debe transformarse en acciones concretas que respeten y enriquezcan la dignidad de estas comunidades.
Un momento de alivio, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia en la vida de un niño que ha atravesado un dolor constante sin descanso. A menudo, ese instante es el que permite soñar con un futuro distinto, sin miedo, sin heridas. Esos pequeños momentos son los que, sumados, pueden comenzar a transformar la realidad. Son las semillas de una justicia reparadora y de un respeto genuino por los derechos humanos. La historia que comenzó hace 35 años con una mujer valiente relatando el dolor sufrido en su infancia continúa hoy con voluntarios y escritores que no solo narran, sino que actúan.
Es un trayecto que nos invita a mirar con otros ojos, a involucrarnos con el corazón abierto y la conciencia despierta. Porque en definitiva, esos niños y niñas de las reservas son, como todos, la esperanza viva de un mañana mejor en el que la salud, la dignidad y el amor sean universales y accesibles. Kent Nerburn y quienes lo acompañan nos recuerdan que hay una belleza profunda en recorrer esos caminos, en escuchar las historias y en llevar un poco de alivio donde más se necesita. Un momento en el tiempo puede parecer efímero, pero su impacto puede perdurar para toda una vida, cambiando la narrativa de dolor y olvido por la de cuidado y esperanza.