En los últimos años, la economía mundial ha experimentado una serie de tensiones comerciales significativas, especialmente entre Estados Unidos y China, las dos mayores potencias económicas del planeta. Estas tensiones han desencadenado una serie de aranceles o tarifas sobre importaciones, que están afectando directamente los precios de una amplia gama de productos tecnológicos que millones de estadounidenses consumen diariamente. Entre estos productos, destacan los smartphones, las consolas de videojuegos y las laptops, cuyo precio promedio podría superar pronto la barrera de los 1,000 dólares, un hito que representa un cambio importante para los consumidores y el mercado tecnológico en general. Las tarifas impuestas por la administración Trump tienen su origen en una estrategia para reequilibrar la balanza comercial entre Estados Unidos y China, buscando proteger la producción nacional y reducir el déficit comercial. Sin embargo, esta medida ha generado efectos secundarios que impactan al consumidor final, especialmente en productos tecnológicos electrónicos cuyos componentes y ensamblajes se realizan en gran medida en China.
La subida de tarifas puede llegar hasta un 145 por ciento en algunos casos, una cifra que encarece sustancialmente los dispositivos importados. El efecto inmediato para los consumidores es el aumento de precios. Por ejemplo, las consolas de videojuegos que en gran parte se fabrican en China podrían aumentar su costo en un 69 por ciento, con lo que pasarían a costar más de 1,000 dólares en promedio. Esta subida no solo afecta a los consumidores directos, sino que también amenaza con provocar una caída significativa en la demanda, estimada en una reducción de consumo de hasta un 73 por ciento para consolas, un golpe fuerte para la industria del entretenimiento digital en Estados Unidos. Los smartphones, sin duda, sufrirán uno de los mayores impactos.
China domina aproximadamente el 78 por ciento de la fabricación de smartphones destinados al mercado estadounidense. Con las tarifas en vigor, se espera que el precio promedio de estos dispositivos alcance casi los 1,100 dólares, lo que representa una barrera significativa para muchos usuarios, especialmente para familias de ingresos bajos que han dependido de la accesibilidad de estos dispositivos para su comunicación, educación y trabajo. Las laptops y tablets, también principales artículos importados desde China, están experimentando subidas comparables, con precios que podrían superar fácilmente los 1,000 dólares para laptops y los 600 dólares para tablets. Estas tarifas no solo afectan las unidades finales de producto, sino también las cadenas de suministro y el costo de componentes que afectan a otros dispositivos conectados como monitores y accesorios. Esta dinámica no solo afecta a la industria tecnológica sino que tiene ramificaciones económicas más amplias.
Según el Consumer Technology Association (CTA), la política arancelaria podría reducir el poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses en aproximadamente 16 dólares por cada dólar que ganan los productores nacionales. Esto también significa que los consumidores tendrán menos recursos para gastar en otros bienes esenciales como alimentos y servicios básicos, afectando indirectamente a todo el tejido económico. Aunado a ello, la imposibilidad de trasladar rápidamente estas cadenas de producción fuera de China agrava aún más la situación. China es un centro productivo difícil de reemplazar debido a la escala y sofisticación de sus instalaciones. La disrupción de la cadena de suministro podría causar no solo encarecimiento sino también escasez de productos, lo que genera un mercado volátil y difícil de predecir.
Las negociaciones comerciales iniciadas recientemente entre representantes de China y Estados Unidos marcan un intento de aliviar las tensiones. No obstante, las negociaciones son complejas y están cargadas de condiciones y amenazas de continuar la confrontación si una de las partes percibe incumplimientos o maniobras injustas. Por ejemplo, China exige que Estados Unidos demuestre sinceridad y corrija las ‘‘acciones unilaterales negativas’’, mientras Estados Unidos mantiene una postura firme sobre mantener ciertas tarifas para proteger intereses domésticos. En este contexto, grandes empresas tecnológicas, tanto en EE.UU.
como a nivel global, están reevaluando sus estrategias y operaciones. Apple, por ejemplo, pese a buscar trasladar parte de su producción a países como India, ha reconocido que los aranceles podrían sumar costos de hasta 900 millones de dólares en un solo trimestre, situando una presión significativa sobre sus márgenes. Por otra parte, empresas surcoreanas como Samsung se encuentran en una posición incierta debido a las tarifas sobre las importaciones de Vietnam y otros países, afectando su competitividad y capacidad para aprovechar la situación generada por los aranceles sobre fabricantes estadounidenses o chinos. El panorama para los consumidores estadounidenses se torna complicado. El aumento en el precio de dispositivos tecnológicamente esenciales puede exacerbar la brecha digital y limitar el acceso a herramientas necesarias para la educación, el trabajo remoto y la interacción social.