El mercado global de productos derivados de la sangre es complejo y a menudo entendido de manera errónea, especialmente cuando se habla de la participación de Estados Unidos en el intercambio comercial internacional de estos productos. En los últimos años, la preocupación por la escasez de plasma sanguíneo en Europa y otras regiones ha puesto en primer plano un dato que llamó la atención de muchas personas: alrededor del 2% de las exportaciones totales de bienes de Estados Unidos corresponden a productos sanguíneos. Pero, ¿qué tan precisa es esta cifra? ¿Qué significa realmente esta participación y cómo afecta al mercado global de sangre y derivados? Para entender la dimensión real, hay que partir de la base de que Estados Unidos es el principal proveedor mundial de plasma, abasteciendo aproximadamente el 70% del plasma necesario para la fabricación de medicamentos derivados de la sangre a nivel global. Este dato resalta la importancia estratégica del país en este sector específico y también explica por qué su comercio relacionado cobra tanto protagonismo. Según datos oficiales de 2023, las exportaciones de bienes totales de Estados Unidos ascendieron a más de 2 billones de dólares.
De este total, una categoría comercial muy específica, la correspondiente a productos relacionados con la sangre y derivados biológicos, representa poco más del 2%. Sin embargo, esta categoría incluye un rango amplio de productos, muchos de los cuales ni siquiera contienen sangre humana directamente. Incluye vacunas, toxinas, cultivos de microorganismos y otros productos inmunológicos que podrían o no estar relacionados con sangre sanguínea humana. Precisar cuánto de esta cifra corresponde verdaderamente a sangre humana resulta complejo. Las estadísticas comerciales utilizan códigos arancelarios para clasificar productos, y en este caso, la categoría 3002 abarca “sangre humana”, “sangre animal preparada para usos terapéuticos o diagnósticos”, “antisueros”, y otros productos relacionados.
Pero dentro de esta agrupación hay subcategorías que varían mucho en su contenido real. Por ejemplo, una parte relevante dentro de estos productos son los anticuerpos, que en ocasiones y en determinados casos pueden ser fabricados a partir de sangre humana. Un ejemplo reciente ocurrió durante la pandemia de COVID-19, cuando se extrajeron anticuerpos de personas convalecientes para tratamientos basados en plasma. No obstante, esta práctica es relativamente rara debido al alto costo del plasma humano, por lo que la industria suele preferir la producción de anticuerpos usando animales como conejos, cabras o ratones modificados genéticamente. Otro segmento que merece atención son las vacunas y terapias celulares.
Aunque la mayoría de estas no contienen sangre humana, muchas veces se cultivan en líneas celulares humanas que requieren sueros sanguíneos para crecer y multiplicarse. Aquí también existen debates sobre si estos productos deben considerarse o no dentro de la categoría de “productos sanguíneos”. Por ejemplo, si una terapia celular se desarrolla con suero sanguíneo como medio de cultivo, ¿eso convierte a la terapia en un producto derivado directamente de sangre humana? Este tipo de interrogantes refleja las complejidades en las definiciones y clasificaciones dentro del comercio internacional. Expertos del sector sugieren que solo una pequeña fracción, alrededor del 8% de los productos inmunológicos dentro de esta categoría, contienen realmente sangre humana. Sumando otros productos relacionados, la cifra estimada de exportaciones que involucran sangre humana como componente es menos del 1% del total de exportaciones de bienes estadounidenses.
Esto contradice la primera impresión que podría dar la cifra inicial del 2% y clarifica la realidad del sector. Por otro lado, es relevante considerar que el valor económico de los productos derivados de la sangre no se concentra únicamente en la materia prima, es decir, la sangre en sí. Gran parte del precio final responde a los procesos de manufactura, investigación, desarrollo farmacéutico y costes asociados a la producción de medicamentos complejos, tratamientos especializados y dispositivos médicos derivados del plasma y otros componentes sanguíneos. De esta forma, el dinero que representa la exportación de productos etiquetados como relacionados con la sangre no refleja sólo la cantidad física de sangre exportada, sino también incluye un amplio espectro de productos elaborados, patentados, y servicios vinculados que aumentan su valor en el mercado. Esto explica por qué muchos observadores se sorprenden al descubrir que las exportaciones de sangre representan un porcentaje significativo dentro del total de los bienes exportados.
A nivel global, la escasez de plasma y otros productos sanguíneos genera un impacto considerable en la disponibilidad y precios de medicamentos esenciales y tratamientos para enfermedades que van desde trastornos hematológicos hasta tratamientos inmunológicos. Estados Unidos mantiene una posición preponderante, pero también enfrenta desafíos éticos y logísticos relacionados con la recolección y comercialización de sangre humana, especialmente en el debate sobre la donación voluntaria versus la remunerada. La tendencia creciente en valor de estas exportaciones indica una expansión en la demanda mundial de productos derivados de la sangre. Tecnologías nuevas, desarrollo de terapias avanzadas y el aumento en la prevalencia de enfermedades crónicas y genéticas contribuyen a este crecimiento. En definitiva, el análisis más fino y detallado muestra que aunque las exportaciones relacionadas con la sangre y sus derivados representan cifras importantes dentro del comercio exterior estadounidense, la proporción que involucra específicamente sangre humana es mucho menor de lo que algunas interpretaciones simplificadas pueden sugerir.