Los bosques flotantes de kelp se encuentran entre los ecosistemas marinos más productivos y biodiversos del planeta, comparables en importancia a los bosques terrestres. Estos ecosistemas albergan una gran variedad de especies marinas y brindan numerosos servicios ambientales y económicos, incluyendo la provisión de hábitat, el secuestro de carbono y el apoyo a comunidades pesqueras. Sin embargo, a pesar de su relevancia, los bosques de kelp están experimentando amenazas significativas provocadas por el cambio climático, particularmente debido al aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas (MHWs, por sus siglas en inglés). Aunado a esto, los niveles de protección que reciben a nivel global son limitados, lo que compromete su capacidad de resiliencia frente a estos desafíos ambientales. Las olas de calor marinas son episodios en los que la temperatura del océano supera las condiciones habituales durante varios días o semanas, generando estrés térmico en los organismos marinos.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha señalado que los bosques de kelp son uno de los ecosistemas marinos más vulnerables a estas olas de calor, solo detrás de los arrecifes de coral. Proyecciones basadas en modelos climáticos indican que estas olas cálidas podrían multiplicar su intensidad hasta 16 veces para finales del siglo XXI en comparación con las medidas contemporáneas. Esta situación se vuelve crítica, ya que temperaturas persistentes por encima del umbral fisiológico de las algas pueden causar su declive masivo, afectando no solo a la especie dominante sino a toda la cadena trófica asociada. El kelp gigante (Macrocystis pyrifera), que forma largos listones flotantes en la superficie oceánica, constituye la columna vertebral de estos bosques flotantes y es el principal responsable de la estructura y función del ecosistema. Gracias a tecnologías satelitales avanzadas, se ha logrado mapear la distribución global de estos bosques, identificando su localización en 12 países a lo largo de seis regiones biogeográficas y 32 ecorregiones.
La mayoría de estos bosques se ubican en latitudes medias del Pacífico, Atlántico e Índico, con focos principales en lugares como las Malvinas/Falklands, los canales y fiordos del sur de Chile, la costa de California y las islas Kerguelen. Aunque la presencia de áreas marinas protegidas (AMPs) ha ido en aumento en las últimas décadas, su cobertura y efectividad respecto a la protección de los bosques flotantes de kelp es deficiente. Menos del 3% de estos bosques están integrados en AMPs altamente restrictivas, las cuales prohíben la pesca y otras actividades extractivas, demostrando ser el tipo más efectivo para conservar biodiversidad y mantener la estabilidad ecológica. Gran parte de las AMPs que ofrecen una protección adecuada se encuentran en islas remotas de la región del Océano Austral, mientras que las áreas donde los kelps están más amenazados por altas temperaturas no cuentan con medidas de protección significativas. La importancia de incrementar la protección eficaz de los bosques flotantes de kelp radica en que, aunque las AMPs no pueden eliminar directamente el impacto del calentamiento oceánico, sí contribuyen a mitigar otras amenazas antropogénicas como la sobrepesca y la destrucción de hábitat.
Estas intervenciones fortalecen la resiliencia de los ecosistemas, facilitando la recuperación después de eventos de estrés térmico. Por ejemplo, en la costa de California, la protección de depredadores naturales de erizos marinos dentro de AMPs ha ayudado a controlar la sobrepoblación de estos herbívoros, evitando la degradación de los kelps por sobrepastoreo tras episodios de calor extremo. La escasa protección actual de los kelps en regiones de alta exposición a olas de calor merece atención urgente. Ecorregiones como el Mar de Bering y el Golfo de Alaska presentan riesgos elevados debido a la combinación de factores climáticos y una cobertura insuficiente de AMPs efectivas. En estas áreas, la ausencia de protección puede conducir a pérdidas biológicas significativas y a una reducción en los servicios ecosistémicos que sustenta esta vegetación marina.
Por otra parte, existen regiones que podrían funcionar como refugios climáticos. Algunas zonas del hemisferio sur, con una menor exposición a las olas de calor, ofrecen oportunidades estratégicas para la conservación y recuperación de los bosques de kelp si se gestionan adecuadamente. Sin embargo, la protección de los bosques flotantes de kelp presenta desafíos adicionales, principalmente técnicos y de monitoreo. Dado que muchas especies de kelp no forman canopies flotantes y se encuentran bajo la superficie oceánica, su detección remota es limitada. Esto implica que los mapas actuales pueden subestimar la distribución total de los bosques de kelp y sus variaciones temporales, dificultando la planificación de estrategias contundentes para su conservación.
Por ende, se requiere la implementación de nuevas tecnologías y herramientas complementarias para ampliar el conocimiento sobre estos ecosistemas. Más allá de las medidas convencionales de conservación, el aumento de las amenazas relacionadas al cambio climático demanda la adopción de estrategias de adaptación climática. Esto implica la identificación y protección activa de refugios climáticos, la restauración de bosques degradados, y el manejo integrado de las interacciones bióticas y otros factores ambientales que influyen en la resiliencia de los kelps. También se destaca la necesidad de coordinación transfronteriza en la gestión de áreas compartidas para maximizar la efectividad de las intervenciones. La protección insuficiente de los bosques flotantes de kelp contrasta con su contribución significativa a la biodiversidad y a la mitigación climática.
Estos ecosistemas capturan grandes cantidades de carbono y mantienen la productividad primaria en el océano, elementos esenciales en la lucha contra el calentamiento global. Además, sustentan la economía y cultura de comunidades costeras que dependen de sus servicios. Por ende, su conservación se alinea con los objetivos internacionales para proteger al menos un 30% de los océanos para 2030, tal como lo establece el Marco Global de Biodiversidad post-2020. En conclusión, los bosques flotantes de kelp se enfrentan a un futuro incierto ante la creciente amenaza que representan las olas de calor marinas intensificadas por el cambio climático. Su protección efectiva y ampliada es fundamental para garantizar la persistencia de estos ecosistemas vitales.
Esto requiere el compromiso político y social para establecer y fortalecer áreas marinas protegidas altamente restrictivas, invertir en investigación y monitoreo ambiental, y desplegar estrategias de adaptación que consideren la complejidad biológica y geográfica de los bosques de kelp. Solo así se podrá preservar no solo su valor ecológico, sino también la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras que dependen de la salud de los océanos.