La amígdala es una estructura profunda del cerebro que juega un papel central en la regulación de las emociones, especialmente en la detección y respuesta a estímulos emocionales salientes. Su hiperactividad se ha vinculado de manera consistente con trastornos del estado de ánimo, ansiedad y trastornos relacionados con el trauma, generando gran interés en neuromodular su función para aliviar síntomas que afectan a millones de personas en el mundo. Durante décadas, la neuropsiquiatría ha enfrentado el reto de alcanzar este objetivo de forma no invasiva, efectiva y segura. En este contexto, la neuromodulación con ultrasonido focalizado transcraneal de baja intensidad (tFUS, por sus siglas en inglés) surge como una herramienta prometedora. A diferencia de las técnicas tradicionales como la estimulación magnética transcraneal (rTMS), que actúa principalmente sobre regiones corticales y modula indirectamente áreas subcorticales, el tFUS permite alcanzar con precisión lugares profundos, como la amígdala, sin necesidad de intervenciones invasivas o cirugías.
Su capacidad para afectar directamente núcleos subcorticales con un alto grado de especificidad espacial abre la puerta a tratamientos personalizados y potencialmente más efectivos. La técnica utiliza ondas de sonido ultrarrápidas y altamente focalizadas que atraviesan el cráneo y se concentran en un área muy pequeña, con un diámetro que puede ajustarse desde milímetros hasta centímetros, dependiendo del objetivo. Esta focalización permite tanto activar como inhibir la actividad neuronal dependiendo de los parámetros aplicados, favoreciendo así la modulación reversible y segura del circuito neural involucrado en procesos emocionales patológicos. Los mecanismos propuestos para la neuromodulación con tFUS incluyen efectos mecánicos que influyen sobre canales iónicos sensibles al estímulo sonoro y posibles cambios en la capacitancia de membranas neuronales. También se ha hablado de efectos térmicos muy leves; sin embargo, los protocolos clínicos se diseñan para evitar cualquier aumento nocivo de temperatura.
Los estudios preclínicos y clínicos iniciales demuestran que la actividad cerebral modificada por el sonido puede persistir por más de una hora y promover cambios neuroplásticos sostenidos, lo que sugiere un potencial terapéutico prolongado. Un estudio destacado publicado recientemente implementó un diseño doble ciego y controlado con placebo para evaluar el efecto agudo de la tFUS dirigida a la amígdala izquierda en pacientes con trastornos del ánimo, ansiedad y trauma, comparándolos con sujetos sanos. Los resultados mostraron una reducción significativa de la señal BOLD en la amígdala durante la estimulación activa en comparación con el placebo, indicando un claro compromiso del objetivo terapéutico. Adicionalmente, se observaron efectos moduladores en regiones como el hipocampo y la ínsula, que forman parte de la red emocional, y diferencias notables entre pacientes y controles en la respuesta a la estimulación. Además de confirmar el mecanismo inmediato, el mismo grupo efectuó un ensayo clínico abierto con un protocolo de estimulación repetida durante tres semanas, aplicando sesiones diarias para evaluar seguridad, tolerabilidad y cambios clínicos en sintomatología emocional.
El tratamiento fue bien recibido, con una alta tasa de cumplimiento y sin eventos adversos graves. Los pacientes mostraron mejoras significativas en medidas transdiagnósticas de angustia general, depresión, ansiedad y síntomas relacionados con el trauma, lo que apunta a la amplificación clínica de los efectos neurobiológicos observados. Por otro lado, el efecto de la tFUS también se refleja en una disminución de la reactividad amigdalar ante estímulos emocionales naturales, especialmente con rostros que expresan enojo, considerados potentes detonantes emocionales en diversas patologías psiquiátricas. Esta atenuación postratamiento podría ser un biomarcador de eficacia neurobiológica y un indicador de restauración funcional progresiva del circuito emocional. La neuromodulación mediante tFUS ofrece también ventajas prácticas frente a otras modalidades.
En primer lugar, su perfil de seguridad es excelente, con incidencia solo de efectos adversos leves y transitorios, principalmente durante la primera exposición y cuando se aplica en el entorno de resonancia magnética para el guiado. En segundo lugar, permite un alto grado de personalización mediante imágenes estructurales que guían con precisión la colocación del transductor ultrasónico, minimizando efectos fuera del objetivo. Por último, su naturaleza no invasiva elimina riesgos inherentes a intervenciones quirúrgicas, reduciendo barreras para su adopción clínica. Sin embargo, la adopción generalizada de tFUS en la práctica clínica enfrenta todavía desafíos y preguntas abiertas que deben resolverse mediante investigaciones futuras. Por ejemplo, la variabilidad individual en la respuesta podría depender de características anatómicas, como el grosor y la curvatura del cráneo, lo cual afecta la transmisión y focalización del ultrasonido.
Nuevas herramientas de modelado acústico personalizadas prometen mejorar la precisión y reproducibilidad de la estimulación. Asimismo, es necesario definir con exactitud los parámetros óptimos de estimulación, incluyendo la frecuencia de impulsos, la duración de las sesiones, la intensidad del ultrasonido y el ciclo de pulso, para maximizar la eficacia sin comprometer la seguridad. Estudios controlados y aleatorizados con muestras amplias serán fundamentales para establecer el verdadero tamaño y duración del efecto terapéutico, comparando no solo con placebo sino también con tratamientos estándar. El impacto del tFUS en la conectividad cerebral también constituye un terreno prometedor. El análisis del interactoma funcional sugiere que la modulación de la amígdala puede afectar redes prefrontales y límbicas, involucradas en la regulación emocional y la cognición afectiva.
Conocer en detalle cómo tFUS remodela estas conexiones permitirá entender mejor su mecanismo de acción y optimizar la selección de pacientes que podrían beneficiarse más. Por su parte, la evidencia acumulada invita a explorar combinaciones terapéuticas en las cuales la neuromodulación con tFUS complemente psicoterapias o farmacoterapias, buscando sinergias que faciliten la plasticidad cerebral y la adaptación conductual. Es posible que inducir un estado cerebral temporalmente más flexible mediante tFUS potencie los resultados de intervenciones psicológicas estructuradas. Desde un punto de vista social y sanitario, la proliferación de técnicas seguras y accesibles de neuromodulación podría revolucionar el abordaje de trastornos neuropsiquiátricos que consagran una alta carga global de discapacidad. El tratamiento directo de núcleos subcorticales clave, como la amígdala con tFUS, se perfila como una alternativa esperanzadora, ofreciendo un acceso terapéutico más específico y menos invasivo que los procedimientos neuroquirúrgicos tradicionales.
En conclusión, la neuromodulación con ultrasonido focalizado transcraneal de baja intensidad aplicada a la amígdala representa una frontera innovadora y altamente prometedora en la neuropsiquiatría contemporánea. La evidencia inicial respalda su capacidad para modular directamente funciones subcorticales implicadas en la fisiopatología de diversos trastornos emocionales, con un perfil de seguridad atractivo y potencial para generar mejoras clínicas significativas. Conforme avancen los estudios y se optimicen los protocolos, es probable que esta tecnología transforme la manera en que se abordan las enfermedades mentales, sumando una herramienta altamente precisa, adaptable y eficaz para mejorar la calidad de vida de los pacientes.