Hablar con alguien nuevo es una experiencia que a menudo genera ansiedad y nerviosismo. Desde una cita, hasta una entrevista de trabajo o una conversación casual, muchos sienten que no logran causar una buena impresión en los demás. Sin embargo, recientes investigaciones en el ámbito de la psicología social han identificado un fenómeno llamado “brecha del agradecimiento” (“liking gap”), que muestra que, en realidad, las personas suelen gustarnos más de lo que nosotros mismos creemos. Este fenómeno pone en evidencia una importante discrepancia entre la percepción que tenemos de cómo nos ven los demás y la realidad. Cuando interactuamos con alguien por primera vez, solemos tener pensamientos negativos sobre nuestro desempeño: nos preocupa hablar demasiado, ser aburridos o no saber cómo conducir la conversación.
Sin embargo, las personas que nos escuchan no son tan críticas ni juzgan con tanta dureza nuestra conducta como creemos. El término “brecha del agradecimiento” fue acuñado tras un conjunto de estudios realizados por Erica Boothby y su equipo en la Universidad de Cornell. En estos estudios se emparejaron a personas desconocidas para conversar durante diferentes tiempos, desde unos pocos minutos hasta períodos prolongados, y se les pidió que evaluaran cuánto les gustó la interacción y cuánto creían que les había gustado a sus interlocutores. Los resultados fueron sorprendentes: consistentemente, los participantes subestimaban cuánto les agradaban sus compañeros de conversación. Incluso después de charlas más largas, donde la confianza y el disfrute tendrían supuestamente más tiempo para establecerse, esta brecha persistía.
En otras palabras, casi siempre pensamos que los demás nos valoran menos de lo que realmente lo hacen. Una variedad de factores parecen influir en esta brecha. Uno de los más destacados es la timidez. Las personas que se consideran más tímidas tienden a experimentar esta desconexión de manera más intensa. El motivo es que están más inmersas en pensamientos autocríticos durante la charla, centradas en qué decir, cómo sonar o qué impresión están dejando.
Esta autoconciencia reduce su capacidad para captar las señales positivas no verbales del interlocutor, como sonrisas, asentimientos o miradas amigables, que indican que están siendo apreciados. Además, el cerebro humano tiene una tendencia natural a enfocarse en los errores o aspectos negativos cuando autoreflexiona tras una conversación. Este sesgo cognitivo puede ser adaptativo, ya que nos motiva a mejorar nuestras habilidades sociales a futuro. Sin embargo, también genera una visión distorsionada cuando evaluamos el efecto que causamos en los demás, especialmente en situaciones nuevas y socialmente cargadas. Investigaciones posteriores también revelaron la existencia de lo que llamaron la “brecha del disfrute”.
No solo subestimamos cuánto les gustamos a otros, sino que también solemos pensar erróneamente que los demás disfrutan menos la conversación de lo que en realidad ocurre. Esta doble percepción negativa refuerza sentimientos de inseguridad que frenan la espontaneidad y la confianza en encuentros sociales. El alcance del fenómeno no se limita a escenarios experimentales en laboratorios. En contextos reales como talleres para emprendedores o en residencias universitarias, la brecha del agradecimiento aparece con las mismas características. Por ejemplo, estudiantes que al comenzar el curso académico no podían percibir cuánto les apreciaban sus compañeros de dormitorio mantuvieron esa subestimación en varios meses, hasta que las relaciones se consolidaron y la percepción se ajustó.
Desde un enfoque práctico, comprender esta brecha puede ser liberador para quienes sufren ansiedad social o inseguridad en interacciones nuevas. Saber que la autocrítica es excesiva y que la mayoría de las veces somos mejor valorados de lo que creemos puede cambiar la manera en que afrontamos las conversaciones cotidianas. Para contrarrestar la brecha del agradecimiento, es útil practicar la escucha activa y fijarse en señales no verbales del interlocutor que indiquen interés y agrado. Estas señales, que suelen ser sutiles y fáciles de pasar por alto cuando estamos concentrados en nuestra propia actuación, son evidencias de que el otro disfruta realmente la interacción. Además, adoptar una actitud menos perfeccionista y más compasiva con uno mismo ayuda a reducir la autocrítica que contribuye al fenómeno.
Esta línea de investigación también tiene implicaciones para el ámbito profesional. En contextos como entrevistas de trabajo o networking, las personas que subestiman su impacto positivo pueden perder oportunidades o abandonar relaciones prometedoras prematuramente. Por lo tanto, fomentar una mayor conciencia sobre esta tendencia puede mejorar la confianza y propiciar mejores resultados. Desde la perspectiva social, la brecha del agradecimiento invita a reflexionar sobre cómo juzgamos también a los demás. Si somos menos críticos con ellos que con nosotros mismos, reconocer esa discrepancia puede incentivar mayor empatía y generosidad en nuestras interacciones.