En los últimos años, la irrupción de los modelos de lenguaje grandes (LLMs, por sus siglas en inglés) ha generado un intenso debate en el mundo profesional y tecnológico. Estos modelos de inteligencia artificial, capaces de procesar y generar texto con un nivel de sofisticación cada vez mayor, están siendo percibidos como una nueva ola de herramientas que podrían revolucionar muchas industrias. Sin embargo, más allá del entusiasmo tecnológico y las promesas de eficiencia, existe un trasfondo complejo que involucra la naturaleza misma del empleo y las decisiones corporativas en las empresas no tecnológicas. La realidad es que los LLMs están 'llegando por nuestros empleos', independientemente de su éxito técnico a largo plazo. Esta afirmación puede sonar dramática, pero es el reflejo de un patrón histórico en cómo la gestión empresarial ha reaccionado ante cada adelanto tecnológico en el área informática.
El ejemplo histórico del lenguaje COBOL es una muestra clara de cómo las innovaciones en programación no siempre han surgido para potenciar a los especialistas, sino que, en ocasiones, han sido adoptadas como herramientas para reducir la dependencia de los programadores profesionales. COBOL fue diseñado para ser un lenguaje sencillo, cercano al inglés, con la idea de facilitar a los no programadores la comprensión y hasta la codificación básica. Las empresas vieron en esta característica una oportunidad para disminuir el equipo de programadores y trasladar ciertas funciones a personal menos especializado, con el objetivo explícito de economizar recursos. De esta forma, cada avance tecnológico no solo respondía a mejoras técnicas, sino también a una estrategia para reducir costos a corto plazo, a menudo en detrimento de la capacidad y el conocimiento técnico a largo plazo. Actualmente, la popularidad y adopción masiva de los LLMs están siguiendo una trayectoria similar.
En particular, los puestos relacionados con el desarrollo interno de software en compañías médias y grandes no tecnológicas están en la mira. Estos desarrolladores, que tradicionalmente han funcionado como un soporte necesario pero percibido como un gasto, podrían ser sustituidos o desplazados por sistemas automatizados que, aunque no perfectos, sean lo suficientemente convincentes para justificar recortes de personal. La realidad de muchas organizaciones es que priorizan las economías a corto plazo por encima de una resistencia estratégica a largo plazo. Es en este contexto donde la disponibilidad de LLMs, aun con limitaciones, es interpretada como una excusa para acelerar cambios en la configuración laboral. No solo los desarrolladores están en riesgo; los administradores de sistemas también enfrentan un futuro incierto.
En numerosas organizaciones, las áreas dedicadas a la administración de infraestructura tecnológica se comparan con servicios de mantenimiento o limpieza, indispensables pero poco apreciados y, en muchos casos, conscientes de ser vistos como un gasto necesario que debe minimizarse. La lógica de reducir overheads hace que cualquier aproximación tecnológica que prometa, o siquiera aparente, reducir la necesidad de estos puestos sea rápidamente considerada por la alta gerencia como una solución viable. En este sentido, la sensibilidad sobre los costos de personal y la búsqueda constante de eficiencia impulsan la implementación de herramientas como los LLMs no necesariamente porque funcionen mejor que los humanos en todas las tareas, sino porque cumplen con el objetivo inmediato de reducir la inversión en recursos humanos. Más allá de los factores técnicos, una cuestión central es cómo se evalúa el éxito de estas tecnologías desde la perspectiva de gestión. Para una empresa, un sistema que funcione ‘lo suficientemente bien’ en el corto plazo y no provoque fracasos evidentes es suficiente para impulsar recortes y reestructuraciones.
Este fenómeno refleja una dinámica similar a la observada en el campo de la seguridad informática, donde con frecuencia lo que importa no es la perfección en la operación, sino la percepción y la aparente ausencia de fallos que puedan inquietar a los decisores. Por eso, muchas veces basta con que una tecnología parezca funcionar y reduzca visiblemente costos inmediatos para que se adopte de forma acelerada, sin que importe mucho si se mantiene la eficiencia o calidad en el tiempo. Es importante reconocer que la percepción del LLM como una amenaza laboral no surge solamente de preocupaciones sobre la competencia tecnológica, sino también de la historia de relaciones entre las áreas de desarrollo o sistemas y la gerencia. En empresas no tecnológicas, el personal de TI y desarrollo a menudo es interpretado como un centro de costos más que como un motor estratégico de innovación. Esto determina que las decisiones sobre reducción de personal estén motivadas más por la dinámica de costes que por una evaluación pormenorizada del valor que aportan los profesionales involucrados.
En consecuencia, las herramientas como los LLMs se vuelven armas en una batalla corporativa por optimizar gastos, más que verdaderos aliados para potenciar y complementar las capacidades humanas. A pesar de este panorama, la narrativa dominante muchas veces se centra en la capacidad técnica de estos modelos y sus posibles aplicaciones sin abordar con la profundidad necesaria el impacto social y laboral. La idea de la ‘vibe coding’, un término que se ha popularizado para describir una forma de programar guiada más por tendencias y estilo que por fundamentos sólidos, es un reflejo de cómo la inteligencia artificial puede fomentar enfoques superficiales con apariencia de innovación. Esta tendencia puede amplificar la confianza de la gerencia en la tecnología como sustituto del capital humano sin que exista un soporte técnico robusto o sostenible a largo plazo. Se debe considerar también que, incluso si los LLMs no logran consolidarse como herramientas perfectas para reemplazar a los trabajadores especializados, el mero hecho de su difusión y entusiasmo mediático puede ser suficiente para acelerar cambios laborales.
La historia demuestra que las empresas muchas veces actúan bajo principios de percepción y moda tecnológica, priorizando recortes inmediatos frente a evaluar adecuadamente los riesgos y beneficios estratégicos. Por lo tanto, la ola de ‘entusiasmo’ por los LLMs puede provocar transformaciones profundas y aceleradas que afectarán a varios sectores, incluso sin una demostración completa de sus capacidades a largo plazo. Asimismo, este fenómeno plantea preguntas más amplias sobre cómo nuestras sociedades y mercados laborales se adaptan y regulan frente a las innovaciones disruptivas. ¿Cómo equilibrar las necesidades empresariales de eficiencia con el bienestar de los trabajadores? ¿Qué políticas y prácticas pueden implementarse para asegurar transiciones justas y sostenibles? Estas interrogantes adquieren relevancia en un contexto donde la automatización y la inteligencia artificial parecen inexorables, pero donde las decisiones sobre su implementación afectan vidas y comunidades enteras. En conclusión, la llegada de los modelos de lenguaje grandes no solo representa un avance tecnológico, sino también un desafío complejo para el mundo laboral.
Más allá de su eficacia técnica, estos sistemas están siendo utilizados como pretextos para ajustar estructuras laborales y reducir costos en áreas consideradas periféricas dentro de organizaciones no tecnológicas. El impacto es particularmente notorio en posiciones de desarrollo interno y administración de sistemas, cuya continuidad depende menos de su eficiencia demostrada y más de percepciones gerenciales y prioridades económicas a corto plazo. Comprender esta dinámica es fundamental para pensar en el futuro del trabajo y diseñar estrategias que permitan integrar la tecnología de manera que beneficie a las personas y a las organizaciones por igual.