Las conferencias en ciencias de la computación han sido durante décadas un pilar fundamental para la difusión y el intercambio de conocimiento en el ámbito académico y profesional. A diferencia de muchas otras disciplinas científicas que privilegian las revistas y artículos escritos, en informática las conferencias suelen ser el medio principal para la publicación y presentación de nuevas investigaciones. Sin embargo, en los últimos años, este modelo ha evidenciado signos preocupantes de estancamiento o incluso “fossilización”, término que hace alusión a la rigidez y burocratización que amenaza con erosionar el verdadero propósito de estos eventos. La “fossilización” de las conferencias en ciencias de la computación se refiere al fenómeno por el cual estas reuniones, originalmente diseñadas para fomentar la innovación y el debate abierto, se han transformado en filtros burocráticos dominados por formalismos estrictos y criterios de selección extremadamente rígidos. Este proceso burocrático no solo impide la promoción de ideas frescas y disruptivas, sino que también convierte a las conferencias en meros ejercicios anuales de evaluación académica, enfocados en las carreras profesionales más que en el avance científico genuino.
Es importante analizar las causas y manifestaciones de este problema para comprender cómo revertirlo y devolverle a las conferencias su rol central en la innovación tecnológica. En primer lugar, la masificación de la ciencia y la expansión del número de investigadores, así como la influencia creciente de la industria, han generado un entorno donde las publicaciones sirven principalmente como indicadores de mérito académico y profesional. La carrera de investigadores y desarrolladores ahora depende en gran medida de la aceptación de sus trabajos en conferencias consideradas prestigiosas. Este cambio de paradigma modifica radicalmente la dinámica de selección. Un fenómeno asociado es la imposición de reglas y formatos excesivamente rígidos para la presentación de trabajos.
Desde el contorno preciso del texto hasta la estructuración detallada de los artículos, cada conferencia tiende a desarrollar sus propios criterios idiosincráticos que los autores deben cumplir al pie de la letra para simplemente tener una oportunidad de aceptación. Estas reglas incluyen a menudo detalles menores, como el estilo de citación bibliográfica o el uso de ciertas expresiones lingüísticas, aspectos que no guardan relación directa con el valor científico del contenido. Esta obsesión con la forma contribuye a la uniformidad, lo cual puede sofocar la diversidad de enfoques y perspectivas. Otra consecuencia palpable es que los árbitros o revisores de estos eventos muchas veces adoptan un papel de “buscadores de errores” más que de evaluadores constructivos. La alta tasa de rechazo, que puede superar el 80%, genera que las revisiones se centren en pequeños detalles, fallos formales o carencias en la presentación que podrían considerarse menores si el foco estuviera puesto en la innovación y el contenido.
Como resultado, trabajos con ideas prometedoras pero que aún no culminan en pruebas o evaluaciones completas suelen ser descartados, mientras que trabajos con resultados convencionales pero bien estructurados tienen mayores probabilidades de ser aceptados. El impacto de esta dinámica burocrática y rígida no es trivial. Algunos de los avances científicos más revolucionarios de los últimos años tuvieron dificultades para ser reconocidos en conferencias tradicionales. Casos emblemáticos son el artículo original del protocolo bitcoin de Nakamoto o el paper “Attention Is All You Need” que revolucionó el campo del aprendizaje automático. Estos ejemplos ilustran cómo la innovación disruptiva puede quedar marginada por un sistema inflexible que privilegia la pulcritud formal por sobre la importancia conceptual.
Para revertir estos problemas, se deben adoptar cambios profundos en la cultura y organización de las conferencias. Uno de los pilares en esta transformación es redefinir el rol de los comités programáticos. Los miembros y especialmente los presidentes de programa deben cambiar su mentalidad de meros evaluadores burocráticos a verdaderos facilitadores y guardianes de la innovación. Esto implica en primer lugar promover un criterio de selección que valore la novedad y el potencial científico por encima de la estricta conformidad con formatos o requisitos secundarios. La simplificación de las llamadas a trabajos es otro aspecto crucial.
Reducir o eliminar requisitos innecesarios para la estructura, forma o estilo de los artículos permitirá que los autores concentren sus esfuerzos en comunicar ideas valiosas sin miedo a ser penalizados por detalles arbitrarios. La confianza en la ética científica y en la calidad del contenido debe sustentar el proceso y no una lista interminable de reglas accesorias. Además, es esencial desmitificar y desmontar la aparente relación entre la gestión de conferencias —como formar parte del comité o ser parte de la organización— y el avance en la carrera académica. Conviene que la participación en estas tareas sea vista como un servicio desinteresado a la comunidad científica, sin reconocimiento artificial en currículos o evaluaciones profesionales. De esta forma, se evitará la proliferación de revisores o directivos inexpertos que optan por imponer jerarquías y reglas estrictas para legitimar su desempeño, y en cambio se promoverá que el liderazgo esté en manos de investigadores senior verdaderamente comprometidos con el progreso del campo.
Incluir mecanismos de revisión abiertos y transparentes también puede contribuir a mejorar el proceso. Algunas experiencias recientes han demostrado que permitir que los asistentes participen activamente en la evaluación y discusión de los trabajos, publicando las revisiones y fomentando el diálogo público sobre las propuestas, permite una mejor selección basada en el interés real de la comunidad más que en juicios arbitrarios. Además, se debe abrir espacio explícito para tipos diversos de contribuciones. Por ejemplo, trabajos conceptuales o teóricos que aún no cuentan con evaluaciones empíricas rigurosas deben tener cabida junto a investigaciones más experimentales o aplicadas. Al limitar excesivamente este espectro, se corre el riesgo de estancar la ciencia y obstaculizar ideas novedosas que requieren tiempo y desarrollo para madurar.
La experiencia reciente con la pandemia de Covid-19 dejó claro cuánto valoran los investigadores el contacto personal y el intercambio directo de ideas, mostrando una recuperación espectacular en la asistencia a conferencias presenciales. Este interés debe ser aprovechado para reenfocar el espíritu de estos encuentros hacia su función original: reuniones dinámicas donde la innovación, la crítica constructiva y la colaboración puedan florecer sin las excesivas cadenas burocráticas. En resumen, para devolver a las conferencias de ciencias de la computación su papel como motores de innovación científica, es necesario un cambio cultural, organizativo y ético profundo. Dejar de lado la rigidez formal y el enfoque burocrático, poner el foco en el contenido y la novedad científica, y dar el protagonismo a expertos comprometidos, son pasos esenciales para este propósito. Al hacerlo, se garantiza no solo que las conferencias sigan siendo relevantes, sino que se transformen en auténticos espacios de generación de conocimiento que impulsen el futuro de la disciplina y de la tecnología.
Bertrand Meyer, un reconocido profesor y profesional del área, ha contribuido significativamente a visibilizar esta problemática, planteando con claridad y valentía la necesidad de un cambio. Su llamado a simplificar procesos, valorar la innovación frente a la formalidad, y profesionalizar el liderazgo en estas conferencias es una guía fundamental para la comunidad académica y científica. El futuro de las conferencias en ciencias de la computación depende de la capacidad de todos los actores involucrados para adoptar estas propuestas y fomentar una cultura que privilegie el aprendizaje, la creatividad y el avance colectivo, sobre los intereses personales o las estructuras obsoletas. El momento de actuar es ahora, para que estas reuniones sigan siendo el motor principal que impulsa la evolución tecnológica y científica que el mundo necesita.