Las Monedas Digitales de Bancos Centrales, conocidas como CBDCs, han captado la atención de gobiernos y mercados financieros en todo el mundo desde hace varios años. Sin embargo, a pesar de la euforia inicial y la multiplicidad de proyectos en distintas jurisdicciones, el desarrollo y la adopción de estas monedas digitales enfrenta un camino complicado. Olga Goncharova, exdirectora de relaciones gubernamentales en la región de la Comunidad de Estados Independientes para Binance y actual CEO de la consultora Rizz Go, define a las CBDCs como una “copia costosa del dinero fiat”, resaltando que, hasta ahora, no se han convertido en un verdadero éxito de fintech ni en una revolución tecnológica para el sistema financiero global. Mientras la idea de un dinero digital emitido y respaldado por bancos centrales suena prometedora, la práctica demuestra que estos proyectos todavía no logran ofrecer a los ciudadanos y empresas una ventaja tangible frente a las herramientas tradicionales como la banca en línea o las aplicaciones de pago existentes. Desde la negativa estadounidense a adoptar un CBDC tras la elección de Donald Trump, el panorama global ha visto iniciativas en múltiples países, pero con resultados desiguales.
La percepción de las CBDCs ha pasado de ser una innovación disruptiva a un instrumento costoso y con valor añadido limitado en términos prácticos. Aunque existen intentos pioneros desde la década de 1990, la mayoría de las propuestas recientes carecen de características que justifiquen su costo y complejidad en comparación con los sistemas financieros tradicionales. Uno de los ejemplos más emblemáticos es el del yuan digital chino. China, a través de su proyecto de moneda digital iniciado en 2014, es uno de los países que mayor inversión y promoción ha dedicado a una CBDC, conocida como el e-CNY o yuan digital. Sin embargo, a pesar de esa anticipación y del respaldo estatal, la adopción masiva en el comercio minorista sigue siendo limitada, destacando un bajo porcentaje de participación dentro del sistema general de pagos.
Los informes recurrentes sobre dificultades para incentivar el uso y la polémica expulsión del primer director del desarrollo del CBDC en el Banco Popular de China reflejan que el reto no es solo tecnológico, sino también social y económico. En Europa, la situación del euro digital sigue una dinámica distinta pero con desafíos similares. La Unión Europea busca en su proyecto una vía para aumentar la autonomía financiera del bloque, reduciendo la dependencia de gigantes de pagos internacionales como Visa y Mastercard. Aun así, las autoridades europeas analizan con cautela los aspectos técnicos, como la posibilidad de implementar la blockchain para operar el euro digital. La falta de convencimiento sobre la utilidad real de funciones como la programabilidad y los riesgos tecnológicos asociados mantienen al proyecto en etapas exploratorias sin un despliegue masivo anunciado.
Expertos académicos también aportan una visión pragmática sobre el fenómeno. Lambis Dionysopoulos, investigador de la Universidad de Nicosia y miembro del EU Blockchain Observatory and Forum, reconoce ciertos potenciales escenarios para las CBDCs, especialmente en momentos de crisis financieras globales o ante la necesidad de mayor autonomía económica de países que deseen desvincularse del sistema financiero dominado por Estados Unidos. A su juicio, mientras la expansión de los bancos centrales hacia funciones típicas de bancos comerciales genera beneficios, también implica costos y alteraciones importantes en la estructura financiera que no deben subestimarse. En el caso de Rusia, uno de los países que más ha mostrado interés por el desarrollo de su moneda digital, el proyecto del rublo digital aún está en fase de pruebas tras varios retrasos en su lanzamiento. El banco central ruso y autoridades financieras mantienen una postura cautelosa respecto a la necesidad urgente de esta moneda, al considerar que la dependencia de sistemas de pago extranjeros no es tan crítica como en otros países.
Asimismo, la visión rusa contempla el uso del rublo digital principalmente para mejorar la eficiencia en los pagos internos más que para revolucionar el mercado o competir globalmente. La discusión en torno a las CBDCs también ha generado un interés paralelo en el desarrollo y la regulación de stablecoins, monedas digitales respaldadas por activos tradicionales, que replican características del dinero fiat pero en ecosistemas privados y descentralizados. En Rusia, por ejemplo, hay movimientos para introducir stablecoins vinculadas al rublo, pero la competencia con gigantes consolidados en el mercado global, como Tether, propone otro desafío con la necesidad de aceptación y confianza masivas. En términos generales, el consenso que emerge entre profesionales del sector y observadores es que las CBDCs no han cumplido con las expectativas de revolucionar la fintech. Son vistas más como una réplica digital costosa de las monedas existentes que ofrecen pocos incentivos claros para usuarios y negocios en el corto plazo.
Las inversiones en investigación, desarrollo y regulación continúan, pero la experiencia acumulada invita a reconsiderar estrategias y priorizar propuestas que verdaderamente impulsen innovación, accesibilidad y beneficios reales en los sistemas de pagos y la inclusión financiera. Finalmente, la evolución de las CBDCs dependerá no solo del avance tecnológico sino de factores políticos, económicos y sociales. Las experiencias regionales y nacionales son diversas, y el recorrido para transformar el dinero convencional en una moneda digital funcional y ampliamente aceptada aún tiene desafíos significativos por delante. Mientras tanto, el sector fintech continúa su crecimiento con otras herramientas disruptivas y tecnologías emergentes que no necesariamente necesitan que los bancos centrales emitan sus propias monedas digitales para transformar el futuro de las finanzas.