En 2025, Estados Unidos está atravesando una preocupante situación epidemiológica con el sarampión, una enfermedad que se creía prácticamente eliminada en el país desde hace más de dos décadas. Hasta finales de abril, se han confirmado más de 900 casos de sarampión, un número que supera registros recientes y genera inquietud entre expertos en salud pública. Este repunte refleja un retroceso en los logros alcanzados gracias a la vacunación masiva y pone en evidencia los desafíos que supone la reducción de la cobertura inmunológica en ciertas comunidades. El sarampión es una infección viral altamente contagiosa que afecta principalmente a niños, aunque también puede impactar a adultos no vacunados o con el sistema inmune debilitado. Sus síntomas característicos incluyen fiebre alta, tos, conjuntivitis y erupciones cutáneas que comienzan en el rostro y se extienden por todo el cuerpo.
Sin embargo, las complicaciones pueden ser severas, llevando a hospitalizaciones e incluso la muerte, especialmente en personas no inmunizadas. El panorama actual en Estados Unidos es alarmante porque la incidencia de casos ha alcanzado niveles no vistos desde los años noventa, justo antes de que el país alcanzara el estatus de eliminación del sarampión, declarada en 2000. Esto significa que la transmisión continuada de la enfermedad se había interrumpido por completo durante al menos un año, un logro de salud pública significativo derivado de la vacunación sistemática con la vacuna triple viral (MMR) que protege contra sarampión, paperas y rubéola. Sin embargo, la situación este año indica que este logro está en peligro de revertirse. En específico, la aparición de más de 900 casos en apenas cuatro meses sugiere que la transmisión viral está aumentando a un ritmo que puede conducir nuevamente a una circulación endémica, donde el sarampión vuelve a asentarse y propagarse de manera sostenida en la población.
Uno de los epicentros de estos brotes se encuentra en Texas, donde comunidades con bajas tasas de vacunación están experimentando un aumento significativo en los contagios. Estas áreas, caracterizadas por vínculos sociales cerrados y, en algunos casos, reticencias hacia la vacunación, facilitan la rápida expansión del virus. Según datos oficiales, Texas ha reportado más de 660 contagios desde finales de enero, con 64 hospitalizaciones y desafortunadamente, tres muertes relacionadas, incluyendo niños en edad escolar que no habían sido vacunados. El resto de los casos se distribuye en al menos 29 estados, mostrando que este no es un problema localizado, sino un fenómeno que amenaza la salud pública en todo el territorio estadounidense. La disminución constante en la cobertura de la vacuna MMR es una condición fundamental detrás del resurgimiento.
Desde 2019, la tasa nacional de vacunación entre niños en edad escolar ha caído del 95%, umbral mínimo para la inmunidad colectiva, hasta cerca del 92.7% en el ciclo 2023-2024. Esta caída puede parecer pequeña numéricamente, pero epidemiológicamente representa un riesgo muy alto, ya que el sarampión es una de las enfermedades más contagiosas conocidas. Cuando un porcentaje suficientemente grande de la población pierde la inmunidad, el virus encuentra terreno fértil para extenderse rápidamente, especialmente en grupos no vacunados. Además, los viajes internacionales y la circulación global del virus refuerzan las posibilidades de que el sarampión vuelva a entrar en Estados Unidos con fuerza.
En los últimos años, ciertas jurisdicciones dentro del país han experimentado un aumento en casos importados, que han derivado en brotes secundarios ni controlados de manera eficiente al no contar con una alta cobertura de inmunización. Esta combinación de factores evidencia que la amenaza del sarampión no solo es real, sino que puede conducir a consecuencias muy graves a corto, mediano y largo plazo. Una investigación reciente publicada en la revista JAMA por investigadores de la Universidad de Stanford advierte que si las tasas actuales de vacunación se mantienen, el país podría enfrentar aproximadamente 850,000 casos de sarampión en los próximos 25 años, con alrededor de 170,000 hospitalizaciones y 2,500 muertes. Este escenario es alarmante, pero se torna mucho peor si la vacunación desciende aún más: con una reducción del 10% en la cobertura, los casos podrían aumentar a 11 millones, una cifra devastadora para cualquier sistema de salud. El control del sarampión depende fuertemente de estrategias basadas en la vacunación universal, que no sólo protege al individuo, sino también a la comunidad a través de la inmunidad de rebaño.
La importancia de mantener y promover tasas de vacunación mayores al 95% es una prioridad urgente para evitar retrocesos y la reaparición endémica del virus en Estados Unidos. Las agencias de salud, incluidas los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), están haciendo un llamado explícito para incrementar la aceptación y administración de la vacuna MMR en todo el país. El mensaje enfatiza que la única forma eficaz y segura de prevenir el sarampión es mediante la inmunización oportuna, especialmente en comunidades con baja cobertura, y hay que mejorar la comunicación y educación para contrarrestar la desinformación que ha influido negativamente en las decisiones de vacunación. Además, la vigilancia epidemiológica constante, las campañas de vacunación dirigidas, y la colaboración entre organizaciones estatales y federales son aspectos clave para controlar estos brotes y evitar que la enfermedad vuelva a ser una amenaza frecuente. Es vital también fomentar la responsabilidad ciudadana y la confianza en la ciencia médica para proteger a las generaciones presentes y futuras.
La actual situación en Estados Unidos, con más de 900 casos confirmados en un corto lapso de tiempo y muertes asociadas, marca un punto crítico que demanda atención inmediata, tanto de los profesionales de salud como del público en general. El sarampión no es solo una enfermedad del pasado; su reemergencia demuestra las consecuencias que puede tener la desconfianza en las vacunas y la complacencia en la prevención. En conclusión, la batalla contra el sarampión en Estados Unidos se encuentra en una encrucijada. Los esfuerzos para mantener la eliminación lograda hace 25 años están siendo desafiados por disminuciones en la vacunación, brotes localizados y un entorno global que propicia la reintroducción del virus. Aumentar la cobertura de vacunación MMR es fundamental para evitar un escenario donde el sarampión vuelva a causar una gran cantidad de enfermedades, hospitalizaciones y muertes, cambiando para peor el panorama sanitario del país.
La combinación de políticas públicas firmes, educación comunitaria y compromiso social es indispensable para revertir esta tendencia y garantizar un futuro más seguro para la población estadounidense.