En la actualidad, términos como agencia y gusto están ganando un protagonismo notable en debates relacionados con la creatividad y la producción artística. Aunque pueden parecer conceptos abstractos o incluso de moda, su relevancia radica en la transformación profunda que están viviendo los procesos creativos a raíz de la integración de nuevas tecnologías, especialmente la inteligencia artificial (IA). Para entender cómo estas dinámicas impactan el arte y la creación, es fundamental analizar qué significan estos conceptos y cómo interactúan con las herramientas emergentes que moldean la cultura contemporánea. La agencia, en términos simples, se refiere a la capacidad que posee una persona para pensar y tomar decisiones de manera independiente, más allá del consenso social o intelectual predominante. En otras palabras, es el poder del creador para expresar una visión propia y original, capaz de desafiar normas y convenciones establecidas.
Por su parte, el gusto está vinculado a la apreciación fina de detalles y cualidades que distinguen una obra como excelente o valiosa desde una perspectiva estética y conceptual. El gusto no solo involucra sensibilidad para reconocer la calidad, sino también el conocimiento y experiencia para valorar correctamente los matices de una creación. La intersección entre agencia y gusto resulta vital para el éxito creativo. Sin estos elementos, el riesgo es producir trabajos mediocres o carentes de verdadera profundidad, a lo que algunos expertos se refieren como "slop" o trabajos superficiales y poco inspirados. El reconocido escritor de ciencia ficción Ted Chiang ha enfatizado la importancia de estas características al analizar la relación entre el arte y las tecnologías de IA.
Chiang ha señalado que cuando un modelo de inteligencia artificial es solicitado para generar una historia, una imagen o cualquier forma de expresión, su resultado suele reflejar opciones promedio o medias, en lugar de decisiones brillantes y únicas. Este fenómeno se explica porque los modelos de IA están entrenados en vastos conjuntos de datos que representan un promedio del conocimiento humano disponible. Así, en lugar de buscar innovar o destacar, tienden a producir salidas que son una especie de "JPEG borroso de la web", como describe Chiang, es decir, réplicas difusas y poco originales de la suma de contenidos existentes. En este sentido, la IA puede acabar entregando productos estéticamente planos y sin ese toque de singularidad que aporta la agencia humana y el gusto refinado. El arte y la creatividad son, en esencia, el resultado de innumerables decisiones tomadas a lo largo del proceso de creación.
Cada una de estas decisiones es una manifestación de la agencia del creador y un reflejo de su gusto personal. Cuando el creador posee una alta agencia y un buen gusto, es capaz de hacer elecciones sorprendentes, efectivas y únicas, lo cual tiene como resultado obras memorables y de alta calidad. Por el contrario, la externalización de estas decisiones a modelos de IA puede llevar a la producción masiva de contenidos que carecen de la profundidad y la autenticidad necesarias para conectar genuinamente con una audiencia. Es importante destacar que la tecnología en sí no es el problema; más bien, el desafío radica en cómo se emplea. La mayoría de las herramientas actuales, si bien ayudan a automatizar ciertos procesos, no siempre potencian la capacidad del creador para expresar su agencia o su gusto único.
En este contexto, el trabajo de Bret Victor, un innovador en diseño y tecnología, resulta sumamente relevante. En una conferencia clásica, Victor diferenciaba dos modos de creación: la ingeniería y la autoría. La ingeniería consiste en manipular representaciones indirectas del producto final, como código o planos técnicos. En cambio, la autoría se refiere a trabajar directamente sobre el producto final, manipulando su representación de alta fidelidad —por ejemplo, escribir en un procesador de textos o editar una imagen en tiempo real. Victor argumenta que la autoría es una modalidad superior porque permite a los creadores tomar decisiones mientras visualizan exactamente cómo el consumidor experimentará el producto.
Esto genera empatía y un sentido profundo del impacto que tendrá la obra en la audiencia, favoreciendo un proceso creativo más orgánico y conectado con el resultado final. Este enfoque favorece la expresión plena de la agencia y el gusto del creador. De aquí surge el verdadero potencial de las nuevas herramientas creativas: no simplemente ahorrar tiempo o esfuerzo, sino brindar a los creadores representaciones de alta fidelidad del trabajo desde las fases iniciales de la idea hasta la distribución final. Al ofrecer estos visillos claros y detallados, las herramientas permiten que más personas experimenten la creación como un acto de propiedad y expresión personal plena. Esta dinámica puede elevar la calidad y originalidad del arte, en lugar de homogeneizarlo.
Este razonamiento explica también por qué ciertos tipos de herramientas basadas en inteligencia artificial han tenido mayor aceptación que otros en distintos sectores creativos. Por ejemplo, los procesadores de texto ya brindan una representación relativamente clara y directa de la experiencia del lector, razón por la cual asistentes de escritura basados en IA no han transformado radicalmente este ámbito. En contraste, la programación tradicional ofrece una representación menos directa del resultado final, lo que ha abierto la puerta a herramientas como Cursor y Lovable, que sí han ganado terreno porque acercan significativamente al programador a la experiencia directa del producto. De manera similar, en el campo audiovisual, productos como Runway y Sora están cambiando la forma en que los creadores pueden visualizar y manipular contenido de video al incorporar inteligencia artificial. Esto les otorga más control, precisión y capacidad para expresar su visión única.
También en el ámbito musical, herramientas como Suno permiten experimentar con nuevas formas de composición y producción, incrementando la agencia y sensibilidad de los músicos. Estos avances señalan un cambio de paradigma donde las tecnologías inteligentes no simplemente reemplazan o automatizan, sino que amplifican la capacidad humana para crear con autenticidad y con una fuerte dimensión estética. En definitiva, la integración adecuada de agencia, gusto y herramientas digitales de alta fidelidad representa la frontera más prometedora para el desarrollo cultural y artístico. Mirando hacia el futuro, el reto para diseñadores, tecnólogos y creadores será continuar desarrollando plataformas que no solo simplifiquen tareas, sino que principalmente amplíen la conexión emocional y cognitiva entre creador y obra. Solo así podrá evitarse la producción de contenidos vacíos o replicantes, y en cambio estimular la convergencia entre la inteligencia humana y artificial en pro de arte que verdaderamente resuene, sorprenda y enriquezca.
Estamos frente a un momento trascendental en la historia de la creatividad digital, donde el equilibrio entre tecnología y humanidad definirá la calidad y relevancia del arte emergente. Comprender la importancia de la agencia y el gusto, así como diseñar herramientas que honren y potencien estas cualidades, será fundamental para que la creatividad siga siendo una fuerza vital y transformadora en nuestra sociedad.