El mercado de vehículos eléctricos (VE) en Estados Unidos se encuentra en un punto crítico debido a la creciente incertidumbre derivada de las tensiones comerciales y los cambios en las políticas gubernamentales que inciden directamente en su desarrollo. La relación comercial con China ha sido un factor determinante en la evolución del sector, dada la fuerte dependencia estadounidense de componentes esenciales procedentes del gigante asiático, como las baterías de iones de litio. Esta dependencia, combinada con las medidas proteccionistas implementadas en los últimos años, ha generado desafíos significativos para los fabricantes y, en última instancia, ha afectado la dinámica del mercado nacional de VE.Durante las administraciones de los presidentes Biden y Trump, se ha mantenido un objetivo común: reducir la dependencia de Estados Unidos en vehículos fabricados en el extranjero, especialmente los provenientes de China. No obstante, sus enfoques difieren considerablemente en cuanto a las estrategias de apoyo a los fabricantes locales y el desarrollo de la infraestructura necesaria para impulsar la producción y adopción masiva de vehículos eléctricos.
El enfoque de la administración Biden ha estado orientado a fomentar la innovación doméstica y fortalecer la cadena de suministro nacional, con un énfasis notable en el desarrollo de infraestructura para la recarga y la producción de baterías. En contraste, la administración Trump ha impulsado aranceles más agresivos sobre productos chinos, con poco énfasis en el apoyo a la cadena de suministro interna, lo que ha generado volatilidad en el mercado.En 2024, la administración Biden tomó medidas para proteger la fabricación nacional imponiendo un arancel del 100% sobre los vehículos eléctricos importados de China y un 25% sobre las baterías de iones de litio procedentes del país asiático. Esta política busca acelerar el proceso de 'desacople' o desvinculación de las cadenas de suministro chinas, con la intención de salvaguardar la producción estadounidense y reducir la vulnerabilidad ante posibles interrupciones internacionales. Además, se establecieron objetivos ambiciosos, entre ellos que el 50% de los vehículos nuevos vendidos en Estados Unidos para 2030 sean vehículos eléctricos con batería (BEV, por sus siglas en inglés).
Para alcanzar esta meta, la administración Biden respaldó financiamientos significativos destinados a la expansión de la infraestructura nacional de carga, asignando 5 mil millones de dólares bajo el Programa Fórmula NEVI para construir una red de 500,000 estaciones de carga rápida a nivel nacional para ese año.Un aspecto crucial en la visión de Biden ha sido el fortalecimiento de la producción doméstica de baterías y materiales avanzados. En septiembre de 2024, el Departamento de Energía anunció una inversión superior a los 3 mil millones de dólares para 25 proyectos en 14 estados, destinados a la mejora de la fabricación de baterías y materiales conexos. Empresas de renombre, como Honeywell, han sido beneficiarias de estos fondos, lo que refleja el compromiso por desarrollar una cadena de suministro local robusta y menos dependiente del exterior. Esta apuesta por la industrialización nacional representa una estrategia clara para posicionar a Estados Unidos como un actor importante en la nueva economía verde y la movilidad sostenible.
Sin embargo, el panorama se complicó con la llegada de la administración Trump y la imposición de aranceles aún más severos, incluyendo un gravamen del 145% sobre productos chinos, que abarca componentes clave para la fabricación de vehículos eléctricos como las baterías de iones de litio. Este incremento arancelario ha provocado un encarecimiento importante de los insumos, lo que se traduce en un aumento del precio final de los vehículos eléctricos para los consumidores estadounidenses. Tal situación plantea una amenaza significativa para la competitividad de los fabricantes locales, quienes ya enfrentan dificultades para igualar la oferta de vehículos chinos, más económicos y abundantes en el mercado global. La falta de un apoyo estratégico específico para fortalecer la cadena de suministro doméstica bajo esta administración fortalece la percepción de incertidumbre financiera y comercial en el sector.La dependencia de China va más allá de las baterías, pues también domina el mercado mundial en la producción y procesamiento de elementos de tierras raras (REE), materiales esenciales para los motores eléctricos utilizados en los VE.
A principios de 2025, China anunció restricciones en la exportación de siete de estos metales pesados, incluyendo disprosio y terbio, lo que puso en alerta a la industria estadounidense. Con China controlando cerca del 60% de la extracción global y el 90% del procesamiento de estos minerales, la vulnerabilidad estadounidense es considerable. Cualquier prolongación de esta guerra comercial o escalada de tensiones puede provocar interrupciones en estas materias primas críticas, afectando la producción y la innovación tecnológica en la fabricación de vehículos eléctricos.Además, la fabricación de autos eléctricos en Estados Unidos no está libre de dependencia internacional. Tesla, por ejemplo, importa entre el 20% y el 25% de sus componentes de diversos países, lo que evidencia la complejidad y la interconexión de las cadenas de suministro globales.
Bajo este marco, las restricciones comerciales o elevados aranceles no sólo impactan en los costos, sino también en la disponibilidad de componentes esenciales, retrasando la capacidad productiva y competitiva de los fabricantes estadounidenses.La situación actual refleja un momento de verdadera transformación industrial y comercial en la industria automotriz de Estados Unidos. La urgencia por adoptar tecnologías más limpias y reducir la huella ambiental ha impulsado un crecimiento sin precedentes en el mercado de vehículos eléctricos. No obstante, alcanzar un liderazgo sostenible en este rubro requerirá de un equilibrio delicado entre políticas comerciales que protejan la industria local y la integración global necesaria para garantizar el acceso a materiales y componentes estratégicos. Asimismo, la inversión en infraestructura y desarrollo tecnológico será fundamental para respaldar la demanda creciente y mantener la competitividad.
Los consumidores estadounidenses enfrentan también esta realidad de precios fluctuantes y disponibilidad variable, lo que afecta la adopción masiva de vehículos eléctricos. A pesar del interés creciente en alternativas más limpias, la competencia feroz y los elevados precios aún constituyen barreras importantes para el acceso generalizado. Las medidas gubernamentales dirigidas a fomentar incentivos fiscales y subsidios para la compra de VE pueden ayudar a mitigar estos obstáculos, pero sólo si van acompañadas de un entorno comercial estable y favorable.En términos medioambientales, el impulso a la electromovilidad representa un paso significativo para reducir las emisiones contaminantes del sector transporte en Estados Unidos, una de las fuentes principales de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, la capacidad para producir baterías y vehículos a gran escala dentro del país contribuye a una menor dependencia de combustibles fósiles y tecnologías menos eficaces.
Sin embargo, esta transición no está exenta de retos, especialmente en relación con la sostenibilidad de la extracción y procesamiento de minerales necesarios, aspectos que también deben ser considerados en las políticas públicas.En conclusión, el mercado estadounidense de vehículos eléctricos se encuentra en una encrucijada, donde las tensiones comerciales y las políticas públicas juegan un papel definitorio en su crecimiento y consolidación. La protección de la producción nacional frente a las importaciones chinas se ha convertido en una prioridad estratégica, pero las medidas adoptadas deben combinar cuidadosamente la defensa de la industria local con la colaboración internacional para garantizar un suministro estable y asequible de materiales y componentes. El futuro del sector dependerá, en gran medida, de la capacidad de los diferentes actores para navegar la compleja relación con China y la implementación de estrategias que impulsen la innovación, la infraestructura y la sostenibilidad.