Imaginar un mundo donde las necesidades básicas están completamente cubiertas y la lucha por la supervivencia ha desaparecido nos lleva a un ejercicio fascinante sobre la verdadera naturaleza de la motivación humana. Esta realidad, aunque todavía imaginable como un escenario de ciencia ficción, se aproxima vertiginosamente con el avance de la inteligencia artificial general (AGI) y la automatización. Enmarcado como la «Dimensión de Bolsillo», este concepto describe un entorno paralelo donde todo está automatizado y la abundancia es la norma, eliminando la incertidumbre y la competencia por recursos. ¿Cómo cambian entonces nuestros deseos, aspiraciones y sentido de propósito cuando las preocupaciones existenciales se disipan? ¿Qué juegos fundamentales del ser humano emergen cuando ya no dependemos de la supervivencia para impulsar nuestras acciones?El punto de partida para explorar esta dimensión es entender que la motivación humana no se reduce solo a satisfacer necesidades básicas. Aunque la lucha por recursos y estatus ha moldeado durante milenios nuestros comportamientos, nuestras raíces motivacionales son mucho más profundas y complejas.
La eliminación de la presión externa revelaría estas motivaciones esenciales, los “juegos” fundamentales que moldean nuestras decisiones y la forma en que encontramos satisfacción en la vida.Uno de los juegos primordiales es el de la sabiduría. En un mundo verdadero donde sobrevivir ya no es un problema, la búsqueda del conocimiento, la comprensión del cosmos y la introspección se vuelven una aventura interminable. Esta motivación interna no requiere una audiencia ni reconocimiento, solo el impulso de descubrir “lo que es verdadero”. La sabiduría se despliega como un juego infinito, donde el objetivo no es ganar, sino continuar explorando, cuestionando y maravillándose ante el misterio.
En el contexto post AGI, esta búsqueda se transforma. Con el acceso instantáneo a datos y verdades, la labor humana se orienta hacia el arte de sintetizar e interpretar lo verdadero, tejiendo significado más allá del mero hecho objetivo. La sabiduría evoluciona desde la acumulación hacia la integración de perspectivas, la reflexión sobre la experiencia subjetiva y la exploración de preguntas metafísicas, profundizando en aquello que las máquinas no pueden simplemente revelar como datos.Por otro lado, el juego del estatus, tan arraigado en nuestra biología, sufre una metamorfosis significativa en la dimensión de bolsillo. Tradicionalmente, el estatus implicaba competir y escalar jerarquías en grupos limitados, siempre con un carácter finito y con un ganador solo si otro era desplazado.
Esta realidad ha generado ansiedad, envidia y un ciclo interminable de validación externa. En la era post AGI, con las necesidades cubiertas y los recursos abundantes, el estatus se desplaza hacia dominios donde las máquinas no pueden competir: la inteligencia emocional, la creación artística, la profundidad filosófica y la capacidad para inspirar y conectar de forma auténtica. Surgen nuevas jerarquías basadas en quién puede aportar experiencias significativas, quién influye en la cultura y quién lidera desde el ejemplo personal y comunitario en lugar de la dominación. El estatus ya no es una carrera por recursos limitados, sino una danza social que busca sentido y resonancia humana genuina.La búsqueda del placer y la experiencia notable, conocida como el juego del hedonismo, también se reelabora en un mundo sin limitaciones materiales ni biológicas.
Tradicionalmente, el hedonismo abarca desde los placeres básicos hasta los estados de flujo y las experiencias estéticas profundas. Sin embargo, la posibilidad de un placer perfecto e inmediato, como ha sido imaginado por pensadores como David Pearce con su imperativo hedonista, plantea un dilema filosófico y existencial. ¿Queremos una realidad saturada únicamente de placer puro, despojado de contexto y significado? La respuesta más profunda sería que no. El hedonismo verdadero valora la variedad, el ritmo y el desafío, equilibrando la gratificación inmediata con la construcción de una narrativa personal rica y matizada. En la era post AGI, la tarea humana será diseñar y seleccionar experiencias significativas, donde el placer se complemente con el esfuerzo, la sorpresa y el descubrimiento, manteniendo la textura necesaria para que el disfrute se sienta auténtico y merecido.
La riqueza, entendida como juego, también se transforma radicalmente. En la actualidad, la acumulación de activos representa la libertad y la posibilidad de elegir otros juegos vitales con menos presión. La creación de sistemas que generen ingresos pasivos es vista como una manera de comprar tiempo y autonomía. Sin embargo, después de la llegada de la AGI y la automatización total, la abundancia material se convierte en un elemento dado. La verdadera riqueza se redefine como el control sobre experiencias humanas limitadas, la creación de momentos auténticos que la inteligencia artificial no puede replicar, y el desarrollo de habilidades y relaciones que permanecen intrínsecamente humanas.
El jugador de riqueza se convierte en diseñador, curador y facilitador de ese espacio único donde los humanos siguen siendo irreemplazables. De esta manera, la riqueza se reconcilia con la libertad creativa y emocional, alejándose de la mera acumulación para enfocarse en potenciar la vida interior y colectiva.Un juego fundamental que cobra especial relevancia es el de la virtud, ese proceso intemporal de forjar el carácter desde una motivación interna que no depende de la mirada ajena. La virtud abarca disciplina, coraje, compasión y ética, compromisos que se transforman en la base para la paz interna y el orgullo silencioso. Tradicionalmente, la virtud se cultiva enfrentando adversidades y resistiendo tentaciones externas.
En un mundo donde la comodidad es total y las opciones infinitas, el desafío para la virtud es mantenerse auténtica en un ambiente donde la optimización puede ser delegada a sistemas externos. Las inteligencias artificiales podrían actuar como aliadas morales perfectas, ayudando a detectar incoherencias y sugerir marcos éticos, pero la esencia genuina de la virtud reside en decisiones personales que escapan a la optimización fría. El ejercicio virtuoso se convierte entonces en una práctica consciente de libertad interior frente a la facilidad y la sobreoptimización.El último juego, y quizá uno de los más trascendentes, es el del legado. En una realidad donde la individualidad y el presente están liberados de las preocupaciones inmediatas, el deseo de dejar una huella más allá del propio ciclo vital se magnifica.
El legado trasciende no solo el ámbito personal, como enseñar o crear obras duraderas, sino que ahora puede alcanzar dimensiones sin precedentes mediante contribuciones significativas a la inteligencia artificial, la exploración del cosmos o la comprensión profunda de la conciencia. En la dimensión de bolsillo impulsada por AGI, el impacto de un solo individuo podría resonar a lo largo de generaciones y milenios. No obstante, el legado más poderoso suele ser íntimo, las relaciones genuinas y las enseñanzas que inspiran nuevas formas de cooperación y humanidad en la era de las máquinas conscientes. La clave está en priorizar la influencia positiva y tangible aquí y ahora, que desencadena ondas de cambio y significado hacia el futuro.Frente a todos estos juegos surge una cuestión fundamental: cuando ya no tenemos que luchar por sobrevivir, ¿cómo elegimos vivir? La dimensión de bolsillo actúa entonces como un espejo que refleja nuestros motivos más auténticos, despojados de la urgencia impuesta por el mundo material.
La invitación es a decidir conscientemente cuáles juegos queremos priorizar, cómo equilibrar el conocimiento, la conexión, la experiencia, la creatividad y la ética. La ambición evoluciona desde la acumulación o la dominación hacia la autotranscendencia y la co-creación consciente de sentido.Esta reflexión no es un simple ejercicio teórico, sino una realidad emergente que la AGI y la automatización están haciendo inminente. A medida que las inteligencias artificiales asumen responsabilidades esenciales en la gestión del ecosistema humano, nosotros nos adentramos en un terreno de oportunidades sin precedentes, pero también de complejos desafíos existenciales. La verdadera competencia no será con las máquinas, sino con nosotros mismos en la elección de quiénes deseamos ser en un mundo liberado de las limitaciones del ayer.