El escenario geopolítico en Oriente Medio ha alcanzado un nuevo punto álgido tras la reciente muerte del líder de Hamas, Ismail Hanija, en un ataque que ha desatado una ola de tensiones y amenazas de represalias. Los Estados Unidos e Israel se encuentran en un estado de máxima alerta, anticipando un potencial contraataque por parte de Irán y sus aliados, lo cual podría desencadenar un conflicto mayor en la región. El 1 de agosto de 2024, la noticia de la muerte de Hanija en Teherán se propagó rápidamente, generando reacciones inmediatas de amenazas de venganza tanto por parte de Irán como de la organización terrorista Hamas. Hanija, quien había sido un actor clave en Hamas, fue asesinado en un atentado que se ha atribuido a un ataque israelí, aunque el gobierno israelí aún no ha confirmado oficialmente su implicación. La forma en que se llevó a cabo el ataque —un artefacto explosivo que se había infiltrado en un alojamiento considerado seguro— ha puesto en tela de juicio la eficacia del sistema de seguridad de Irán, lo que también ha inducido una crisis de confianza en su capacidad para proteger a sus líderes más críticos.
En respuesta a estos eventos, el presidente estadounidense Joe Biden se comunicó con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, brindándole una clara garantía de apoyo frente a las amenazas de Irán. “Estamos preparados para afrontar cualquier acto de agresión desde cualquier front”, afirmó Netanyahu en una reunión con altos mandos de su ejército, enfatizando que Israel no dudará en tomar medidas drásticas para defenderse. A medida que la situación se intensifica, el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, también ha nuestras advertencias de que se están preparando para un “combate abierto en todos los frentes”. Estas declaraciones subrayan la posibilidad de que una respuesta iraní no solo involucre a Irán, sino también a las diversas milicias y grupos respaldados por Teherán en la región, que podrían unirse para llevar a cabo una ofensiva coordinada contra Israel. El temor a un "gran ataque" por parte de Irán y sus aliados no es infundado.
Las circunstancias actuales muestran una escalada significativa de las hostilidades que podrían ir más allá de un intercambio limitado de ataques. Las fuerzas iraníes han estado en movimiento y se estima que están preparadas para tomar medidas ofensivas. Para Washington y Tel Aviv, la amenaza de un ataque coordinado que podría incluir misiles de precisión y ataques aéreos masivos es inminente y preocupa especialmente a los analistas militares. A medida que las tensiones han aumentado, también ha habido llamado a la acción por parte de la comunidad internacional. Esta situación se produce en un contexto en el que los esfuerzos de mediación hacia un alto el fuego en Gaza han sido severamente dañados.
Erdogan, presidente de Turquía, hizo un llamado a la nación para usar el luto por la muerte de Hanija como un símbolo de solidaridad con el pueblo palestino. Este tipo de retórica solo añade un nuevo nivel de complejidad a una región ya volátil. La reacción de Hamas ha sido clara: han convocado a un “Día de la Ira” en los territorios palestinos, una medida que implica protestas masivas y una escalada de violencia en las calles. La organización busca mantener la moraleja alta en un momento de profunda crisis, y las manifestaciones probablemente se convertirán en un catalizador para el enfrentamiento con las fuerzas de seguridad israelíes en los territorios ocupados. A su vez, las fuerzas israelíes han tomado medidas preventivas, con un refuerzo significativo en la seguridad y el despliegue militar en las fronteras, especialmente en la zona de Gaza y el norte de Israel, donde se anticipan ataques inminentes.
Existe la preocupación de que la situación evolucione hacia conflictos más amplios que involucren no solo a Hamas y Hezbollah, sino también a otros grupos alineados con Irán en la región, como los hutíes en Yemen. Sin embargo, una guerra a gran escala podría no ser del todo favorable para ninguna de las partes. Israel podría enfrentar una crítica internacional significativa, especialmente si los combates se extienden a áreas densamente pobladas. Desestabilizar más la región podría no ser el resultado que buscan los líderes israelíes, quienes han sido presionados por la comunidad internacional a buscar un alto el fuego y reformas en sus políticas hacia los palestinos. Por otro lado, Irán también enfrenta grandes riesgos.
Aislarse aún más en el escenario mundial, como consecuencia de un conflicto prolongado con Israel y Estados Unidos, podría tensar aún más su economía ya frágil y su estabilidad interna. Además, la respuesta militar que se espera de Irán podría provocar un enfrentamiento directo con las Fuerzas de EE. UU. presentes en la región, lo que complicaría aún más la situación. A medida que ONU y otras organizaciones internacionales escarban el terreno para un posible diálogo, es evidente que tanto Israel como Estados Unidos deben formular estrategias que permitan no solo la defensa, sino que impulsen la paz a largo plazo en la compleja trama de intereses en Oriente Medio.