En los últimos años, el diseño de videojuegos ha experimentado un auge notable en la popularidad de los mundos abiertos. Estos juegos, caracterizados por ofrecer vastos espacios explorables y libertad para que el jugador elija cómo avanzar, han dominado el mercado AAA. Sin embargo, a medida que esta tendencia se afianza, surge una pregunta recurrente entre los jugadores y críticos: ¿están los mundos abiertos haciendo que los videojuegos sean peor o esta percepción es producto del paso del tiempo y de un cambio en nuestras expectativas y gustos? Para responder a esta inquietud, es fundamental comprender qué implica realmente el diseño de mundos abiertos y cómo ha evolucionado dentro de la industria. Tradicionalmente, los videojuegos seguían líneas narrativas claras y niveles acotados donde la experiencia se dirigía desde la introducción hasta la conclusión. Los mundos abiertos, en contraste, promueven la exploración libre, la inmersión y la posibilidad de crear experiencias únicas.
Esta libertad, aunque atractiva, viene acompañada de retos técnicos y de diseño que no siempre garantizan calidad o cohesión. Uno de los motivos por los que muchos estudios han adoptado este diseño es la capacidad de escalar proyectos. Dividir el mundo en regiones separadas asignadas a diferentes equipos facilita la organización del desarrollo y reduce la necesidad de coordinación constante. Esto puede derivar en una producción más eficiente y con mayor contenido, pero no necesariamente en un producto más divertido o emocionalmente envolvente. La cuestión es que un mundo más grande no significa automáticamente una experiencia mejor o más memorable para el jugador.
La percepción común de que muchos títulos recientes carecen de una historia profunda o de diseños de niveles intensamente cuidados puede estar vinculada a esta estrategia. En el afán de cumplir con las expectativas de grandes mapas, los juegos a menudo se concentran en rellenar el espacio con misiones secundarias repetitivas o coleccionables que inflan el tiempo de juego pero no aportan valor narrativo o lúdico. Esto provoca que la progresión y motivación se conviertan más en completar estadísticas o cubrir mapas que en disfrutar y conectar con una historia o personajes. Un ejemplo emblemático en el tema es Elden Ring, un juego que cautivó tanto por su mundo amplio como por su calidad y coherencia. No obstante, a menudo se menciona como una excepción a la regla dentro de las producciones AAA recientes.
Muchos otros títulos abiertos, especialmente los franquiciados, no alcanzan ese nivel de excelencia y parecen caer en la trampa de la cantidad por encima de la calidad. Pero, ¿realmente existen más juegos de mundo abierto y franquicias que antes? Para contestar esta pregunta, un análisis de datos recientes ofrece una perspectiva diferente. El estudio realizado con datos de plataformas como IGDB muestra que la cantidad de juegos AAA con mundo abierto alcanzó un pico en la segunda mitad de la década pasada, para luego disminuir en los últimos años. Esta tendencia también se observa en los juegos pertenecientes a franquicias extensas, que han ido decreciendo en proporción a la cantidad total de títulos AAA. Esto indica que la saturación de estos tipos de juegos no es tan pronunciada como se podría pensar.
En cuanto a la calidad, ponderada usando puntuaciones de agregadores como Metacritic, los juegos de mundo abierto generalmente mantienen un nivel superior o similar a la media de los juegos AAA. Aunque se detecta una leve caída en la valoración durante la última parte de la década pasada, esto no es suficiente para concluir que los mundos abiertos estén empeorando la calidad global de los videojuegos. Por lo tanto, las percepciones negativas no se sustentan completamente en cambios objetivos del mercado. Más bien, es posible que representen una cuestión generacional donde los jugadores experimentados extrañan la estructura, ritmo y complejidad de los títulos de épocas pasadas. La evolución de los gustos, la sobreexposición a propuestas similares y la nostalgia podrían estar influyendo en el juicio.
Además, como los costos de producción de videojuegos AAA han ido aumentando, los estudios optan por fórmulas con menor riesgo comercial, lo que favorece proyectos en universos ya conocidos o con géneros que garantizan ventas. Esto también puede crear una sensación de repetición y falta de innovación, lejos del diseño cerrado y cuidado de niveles que muchos jugadores premiaban en el pasado. En conclusión, aunque el diseño de mundos abiertos presenta ventajas técnicas y ofrece experiencias amplias con mucha libertad, también lleva el desafío de mantener la calidad y el interés a lo largo del juego. La idea de que los videojuegos están empeorando exclusivamente por este diseño no encuentra respaldo en los datos actuales. Más bien, junto a la reducción de juegos de franquicias consolidadas y la ligera baja en valoraciones recientes, refleja una transición natural de la industria y quizás una adaptación necesaria de los jugadores a nuevas formas de entretenimiento digital.
Al final del día, la sensación de que "los juegos ya no son lo que eran" puede ser más una cuestión personal relacionada con la madurez, la experiencia y el cambio en lo que cada generación espera de un videojuego. En un mercado en constante evolución, donde la innovación se mezcla con la tradición, la clave está en encontrar esos títulos que, como Elden Ring, combinan amplitud y coherencia para brindar experiencias inolvidables a todos los públicos.