Ford Motor Company, uno de los fabricantes automotrices más icónicos y de mayor trayectoria en el mundo, ha anunciado recientemente un ajuste a la baja en sus perspectivas de ganancias para el año 2025. Esta decisión surge en un contexto complicado marcado por la imposición de tarifas comerciales por parte del gobierno estadounidense y las pérdidas continuas relacionadas con su división de vehículos eléctricos (BEV, por sus siglas en inglés). La medida representa un giro en la estrategia financiera de la empresa, que previamente estimaba un desempeño más sólido para el próximo año. El endurecimiento de las tarifas, impulsado inicialmente por el expresidente Donald Trump bajo la aplicación de la Ley de Poderes de Emergencia, ha generado una incertidumbre considerable en la industria automotriz, una que Ford ha sufrido particularmente. Según reportes oficiales de la compañía, estas tarifas encarecerán sus costos en aproximadamente 2.
5 mil millones de dólares en términos de pérdida de ingresos brutos y cerca de 1.5 mil millones en pérdida neta. Esta situación llevó a Ford a suspender temporalmente su guía financiera anual para 2025, sin poder ofrecer estimaciones precisas debido a la volatilidad de la política arancelaria. Antes del impacto de estas medidas, Ford proyectaba unos ingresos antes de intereses e impuestos (EBIT) para 2025 que oscilaban entre los 7 mil millones y 8,5 mil millones de dólares. Sin embargo, incluso esas cifras representaban una disminución con respecto a los últimos dos años, donde se reportaron ganancias ajustadas de 10.
4 mil millones en 2023 y 10.2 mil millones en 2024. La reducción en las expectativas refleja no solo los efectos de la política arancelaria, sino también los retos emergentes en la transición hacia vehículos eléctricos y la gestión global de su cadena de suministro. El primer trimestre de 2025 mostró una caída en los ingresos totales de Ford, con un descenso del 5% hasta alcanzar los 40.7 mil millones de dólares.
No obstante, este resultado superó las expectativas de Wall Street, que proyectaban ingresos cercanos a 36 mil millones. Parte de esta resiliencia se atribuye a las iniciativas implementadas para reducir los costos relacionados con las tarifas. La compañía adoptó diversas estrategias logísticas tales como redirigir la producción y transporte de vehículos fabricados en México y Canadá para minimizar el impacto de las tarifas, utilizando transportes especiales que evaden las tarifas estadounidenses y optimizando así sus rutas de suministro. Por ejemplo, Ford ha logrado disminuir en aproximadamente mil millones de dólares los gastos generados por estas tarifas a través de acciones como trasladar vehículos fabricados en México hacia Canadá antes de ingresar al mercado estadounidense, evitando así la imposición arancelaria directa. Este esfuerzo refleja el compromiso de la empresa por adaptarse y aprovechar su capacidad de producción en Norteamérica, donde posee una ventaja comparativa significativa dentro de la industria.
En comparación, el rival General Motors enfrenta un panorama más complicado, con expectativas de pérdidas por tarifas que podrían oscilar entre 4 mil y 5 mil millones de dólares en 2025. Esta diferencia se debe en gran parte a la mayor proporción de vehículos de GM ensamblados fuera de Estados Unidos en comparación con Ford. Según Barclays, Ford cuenta con un 79% de sus ventas en Estados Unidos ensambladas dentro del país, mientras que General Motors apenas alcanza un 53%. Esta mayor concentración de producción interna le otorga a Ford una posición relativamente más favorable frente a las tarifas impuestas. Sin embargo, este contexto no está exento de riesgos.
El CEO de Ford, Jim Farley, ha señalado que todavía es muy temprano para evaluar completamente las dinámicas del mercado generadas por las tarifas, incluyendo las interrupciones en la cadena de suministro que afectan a toda la industria y las ventajas que pueda obtener Ford gracias a su producción doméstica. Esta incertidumbre ha sido clave para que la compañía opte por retirar su guía financiera hasta que se estabilice la situación política y económica. La política arancelaria de la administración estadounidense se ha caracterizado por su volatilidad. La utilización de la Ley de Poderes de Emergencia para imponer tarifas ha sido criticada como un acto cuestionable desde el punto de vista legal, dado que no existen evidencias claras de emergencias en las fronteras. Esta serie de acciones unilaterales ha generado desconcierto en el mercado, aumentando la incertidumbre que enfrentan las empresas multinacionales como Ford.
A pesar de esto, el Congreso no ha impedido que el presidente continúe con la implementación de estas medidas, lo que prolonga la sombra de incertidumbre sobre el sector automotor. Ford también se encuentra en medio de la fase compleja de la transición hacia la electrificación de su flota. La división de vehículos eléctricos (BEV) ha presentado pérdidas que contribuyen a la disminución general de las ganancias proyectadas para 2025. Este fenómeno responde a altos costos de innovación, producción e infraestructura que la compañía debe absorber para posicionarse competivamente dentro de un mercado global cada vez más dominado por tecnologías limpias y sostenibles. No obstante, la apuesta de Ford por la electrificación es clara y sigue siendo una prioridad estratégica de largo plazo.
La empresa ha invertido alrededor de 50 mil millones de dólares desde 2020 en producción dentro de Estados Unidos, enfocándose en la creación de nuevas plantas y la modernización de las existentes para fabricar vehículos eléctricos y convencionales. Esta inversión masiva busca consolidar a Estados Unidos como un centro neurálgico para la manufactura automotriz en plena transformación. Además, Ford ha tenido que adaptarse a los cambios en los patrones de demanda y competencia global. Mientras gigantes tecnológicos y nuevos jugadores del mercado como Tesla y Lucid continúan captando cuota de mercado con propuestas innovadoras, los fabricantes tradicionales deben equilibrar la innovación tecnológica con la rentabilidad y la estabilidad operativa. A nivel financiero, el mercado ha reaccionado con cautela ante estos anuncios.
La preferencia de los inversionistas por Ford frente a otros fabricantes, como General Motors, refleja la confianza en su estrategia de producción nacional y en su capacidad para manejar los desafíos actuales. La fortaleza en la producción doméstica también le permite a Ford captar beneficios fiscales, ya que los aranceles pagados pueden deducirse de los impuestos corporativos, atenuando parcialmente el impacto financiero. Mirando hacia el futuro, el panorama para Ford depende en gran medida de cómo evolucione la política comercial y de la capacidad de la empresa para innovar y mantener la eficiencia en su operación. La presión por el cumplimiento de objetivos ambientales, la competencia tecnológica y la volatilidad de las regulaciones imponen un escenario dinámico. La gestión efectiva de la cadena de suministro y la optimización logística serán determinantes para que Ford pueda cumplir con sus compromisos y maximizar sus resultados.
Las estrategias actuales para minimizar el impacto de las tarifas muestran la flexibilidad y adaptabilidad de la compañía en un entorno global desafiante. En conclusión, Ford enfrenta en 2025 un año de retos significativos en materia de ganancias debido a las tarifas impuestas y a las pérdidas en su división de vehículos eléctricos. Su capacidad para manejar estos desafíos, apoyada en su fuerte producción doméstica y en la innovación tecnológica, marcará la diferencia en su desempeño. Mantener la estabilidad financiera y continuar avanzando en la electrificación serán tareas claves para asegurar su competitividad y liderazgo en el mercado automotriz del futuro.