La década de los noventa fue testigo de cambios culturales y sociales profundos que marcaron el final del siglo XX, pero pocos relatos capturan en forma tan estilizada y misteriosa la esencia de este período como la historia de Enoch Soames, narrada por Teller, el ilusionista y escritor conocido por su fino sentido del teatro y la magia. El relato no solo es un homenaje a la literatura y a los espacios icónicos como la Round Reading Room de la British Museum, sino que también es un portal a un encuentro extraordinario entre el pasado y un futuro anticipado. El centro de esta historia es Enoch Soames, un poeta ficticio de finales del siglo XIX creado originalmente por Max Beerbohm. Soames es descrito como un hombre común, incluso insignificante en su contexto, que a pesar de sus aspiraciones literarias solo alcanzó un reconocimiento póstumo a través de un curioso contrato con el Diablo. Según la trama, Soames acepta ser transportado cien años al futuro para descubrir su legado y cómo su obra ha sido valorada, a cambio de su alma y una eternidad en el infierno.
Esta propuesta da pie a una reflexión acerca de la fama, la memoria y el reconocimiento en la vida y después de ella. Teller, desde la perspectiva de un testigo contemporáneo, acude a la British Museum el 3 de junio de 1997 para presenciar la supuesta aparición de Soames en el icónico recinto. La Round Reading Room, con su impresionante cúpula azul y sus históricas mesas, es descrita con detalle para sumergir al lector en la atmósfera de un lugar que ha sido escenario de innumerables encuentros intelectuales y momentos históricos, desde la investigación de Yeats y Shaw hasta la estancia de Karl Marx. Este recinto, que había estado en uso durante más de un siglo, estaba a punto de cerrar sus puertas y trasladarse, lo que añade un carácter nostálgico y simbólico a la narración. La llegada prevista de Soames a las dos y diez de la tarde provoca expectación entre un grupo diverso de personas, desde académicos hasta curiosos atraídos por la leyenda literaria.
Teller describe con minuciosidad el ambiente, la tensión del reloj dorado sin segundero, y los pequeños detalles que dan vida a la escena, como las vestimentas y actitudes de los presentes. El personaje de Soames aparece exactamente según lo anunciado, con un aspecto patético y anacrónico, vestido con su capa impermeable gris y un sombrero clerical negro, muy alejado del glamour literario que él ansiaba. La interacción de Soames con el catálogo de la biblioteca es el epicentro dramático del relato. El poeta consulta el volumen que debería contener su legado literario y descubre con desesperación que no existe ninguna referencia a su trabajo. En cambio, el catálogo lo señala como un personaje ficticio de una historia de Max Beerbohm, una broma cruel del destino.
Este momento, cargado de melancolía, invita a reflexionar sobre la fugacidad del reconocimiento y la existencia, así como sobre el poder de la ficción de ganar vida propia y trascender sus límites originales. El relato ocurre bajo la atenta vigilancia de testigos entre los presentes, quienes adoptan diversas reacciones: desde la fascinación y la compasión hasta la incredulidad y el escepticismo. La figura de Soames camina entre ellos como un fantasma ominoso, no solo en sentido literal, sino también figurado, ya que encarna los fantasmas invisibles del olvido y la insignificancia que acechan a tantos artistas y escritores que nunca alcanzan la posteridad que merecen o imaginan. El desenlace tiene una atmósfera casi teatral. Soames se retira después de una búsqueda infructuosa, dejando una impresión duradera en quienes han sido testigos de su aparición.
La desaparición del poeta es tan misteriosa como su llegada, provocando especulaciones sobre la naturaleza real de su presencia: un fantasma, un actor o una manifestación mágica. Teller juega con esta ambigüedad, enriqueciendo el relato con la tensión entre realidad y ficción, entre historia y leyenda. El relato tiene un trasfondo personal para Teller, que rememora su propia juventud y el impacto que la historia de Enoch Soames tuvo en él gracias a su profesor de literatura y teatro, D. G. Rosenbaum, un personaje peculiar y fascinante que sembró la semilla para que años después buscara vivir la experiencia en primera persona.
Esta conexión intergeneracional añade una capa emocional al relato y evidencia cómo las historias pueden perdurar y moldear las vidas mucho después de ser contadas. Además de ser un homenaje literario, la narración enfatiza también la importancia de la British Museum como lugar emblemático del conocimiento, la memoria cultural y el paso del tiempo. La próxima mudanza de la biblioteca a unas instalaciones modernas representa un cambio inevitable, pero también una pérdida del aura y la tradición que rodea a un espacio tan cargado de historia y simbolismo. La historia de Enoch Soames se convierte así en una metáfora poderosa sobre el deseo humano de trascender y ser recordado, mientras que también examina la ironía y la crueldad del destino. La figura de Soames nos recuerda que la inmortalidad y la fama no están garantizadas ni siquiera para aquellos que se creen destinados a la grandeza.
Al mismo tiempo, la narrativa entrelaza el acto de leer, recordar y esperar, creando un puente entre lectores, tiempos y mundos diferentes. El relato, a través del estilo envolvente de Teller, se convierte en una experiencia que va más allá de la simple reconstitución histórica o literaria; es una exploración simbólica de la identidad, la memoria colectiva y la tensión entre lo efímero y lo eterno. Al situar al lector en la sesión misma de junio de 1997, permite que el espectador moderno participe de la misma expectación, incertidumbre y emoción vivida por los presentes ese día. En síntesis, la memoria de los noventa evocada por Teller a través de esta historia es mucho más que una simple anécdota: es un tributo a la literatura, la historia y el tiempo. Invita a reflexionar sobre cómo las historias que contamos, los espacios que habitamos y los personajes que admiramos se entrelazan para construir nuestra comprensión del pasado y moldear nuestras expectativas sobre el futuro.
Enoch Soames, con su tristeza y su búsqueda de reconocimiento, sigue vagando en el corazón de quienes valoran el poder de la palabra escrita y el misterio que rodea la eternidad del arte. Esta narrativa única y evocadora continúa inspirando a quienes se acercan no solo a la literatura sino también a la magia inherente en el tiempo y la memoria, recordándonos que algunas leyendas están destinadas a perdurar más allá de las limitaciones del espacio y la historia.