En el mundo de las criptomonedas, el término "crypto" se ha vuelto omnipresente, utilizado para describir una amplia gama de activos digitales. Sin embargo, dentro de la comunidad de Bitcoin, este término ha adquirido un matiz peyorativo, especialmente cuando se refiere a las altcoins, lo que se refleja en la frecuente expresión “Bitcoin, no crypto”. Mientras la industria evoluciona, surge un debate crítico: ¿qué significa realmente ser una criptomoneda? La esencia de una verdadera criptomoneda radica en su capacidad de utilizar la criptografía como único medio para asegurar su red. De hecho, algunos argumentan que solo las criptomonedas basadas en el mecanismo de prueba de trabajo (PoW, por sus siglas en inglés) deberían ser consideradas auténticas criptomonedas. Esta distinción no es meramente semántica; es fundamental para comprender qué fortalece realmente el registro de las transacciones en una cadena de bloques.
La palabra “criptomoneda” combina dos componentes cruciales: “crypto”, que se refiere a la criptografía, y “currency”, que indica un medio de intercambio y unidad monetaria. La criptografía se puede entender como el arte de comunicar en código, y su lógica se basa en disciplinas matemáticas avanzadas. Este matrimonio entre criptografía y matemáticas fue la base sobre la cual se construyó Bitcoin, habilitado por características como los hashes a través del algoritmo SHA-256 y las firmas digitales asimétricas. El papel de la criptografía en Bitcoin es irremplazable. En un sistema de PoW, los mineros utilizan SHA-256 para escribir en el libro mayor, mientras que los nodos completos validan el trabajo acumulado utilizando el mismo algoritmo.
Además, se utilizan pruebas de Merkle para verificar las transacciones sin necesidad de revisar todo el registro. El sistema es inquebrantable precisamente porque se fundamenta en la matemática pura. Es relevante señalar que la prueba de trabajo podría funcionar incluso sin computadoras. Imaginemos un escenario donde todos los cálculos se realizasen a mano y los resultados se escribieran en una muralla pública. Lo esencial es que la integridad del libro mayor depende únicamente de la criptografía.
No hay atajos ni medios alternativos para procesar o validar transacciones en un sistema PoW. Esa pureza en la aplicación de la criptografía es lo que hace que Bitcoin sea, sin duda, la única “crypto” legítima. En contraste, muchos de los activos digitales comúnmente denominados “criptomonedas” utilizan mecanismos diferentes, como la prueba de participación (PoS, por sus siglas en inglés) o la prueba de autoridad (PoA). Aunque estos sistemas también emplean formas de criptografía, incorporan elementos adicionales como la propiedad y la reputación, lo cual diluye la función de la criptografía pura en la protección de la red. A lo largo de la discusión sobre estos sistemas alternativos, se expone una clara debilidad inherente en la prueba de participación: la dificultad de mitigar ataques de largo alcance sin recurrir a una fuente centralizada y confiable.
Un ataque de este tipo ocurre cuando los validadores de PoS intentan crear una cadena alternativa de eventos privados que, al ser divulgada, puede confundir a nuevos usuarios sobre cuál es la cadena correcta. En el caso de PoW, tal confusión es fácil de resolver, pues la métrica del trabajo acumulado proporciona evidencia clara y verificable. De hecho, aunque han pasado más de 14 años desde la creación del bloque génesis de Bitcoin, las soluciones para los problemas de seguridad en las redes de PoS siguen siendo deficientes. Curiosamente, un protocolo como Babylon, que forma parte de la cadena Cosmos, ha tenido que recurrir a la verificación pública en la “timechain” de Bitcoin para resolver el problema del ataque de largo alcance, mostrando así la dependencia de estos sistemas sobre el protocolo más sólido y confiable de todos: Bitcoin. La noción de “criptografía” estrecha nuestro enfoque hacia el PoW, pero el concepto de “moneda” reduce nuestra atención únicamente hacia Bitcoin.
La moneda, en su definición más pura, representa un bien altamente líquido y sale al encuentro de la necesidad de intercambio en las transacciones. En este sentido, no se pueden contar como criptomonedas verdaderas aquellos activos que no poseen esta liquidez preeminente. Si bien existen otras monedas respaldadas por criptografía, como Monero o Litecoin, ninguna se acerca a la capitalización de mercado de Bitcoin. En el ámbito de las monedas fiduciarias, podemos observar que, aunque existen múltiples divisas, solo el dólar estadounidense se posiciona como el más utilizado en el comercio internacional. En este contexto, es pertinente hallar un marco unificado que nos lleve a pensar sobre las criptomonedas de la misma manera.
Si el cripto debe reducirse a Bitcoin, sería el momento adecuado para renombrar el término y honrar su robustez matemática. Este llamamiento a recuperar el término “crypto” para referirse exclusivamente a Bitcoin no es solo una cuestión de semántica; es un principio fundamental. Usar “crypto” para abarcar todos los activos digitales diluye el profundo significado de la criptografía que Satoshi Nakamoto estableció a través de Bitcoin. La fuerza de una verdadera criptomoneda reside en su dependencia de las leyes inmutables de la matemática, que no solo asegura la integridad de las transacciones, sino que también permite la existencia de un sistema completamente descentralizado. Como hemos visto, la naturaleza del dinero es única.
Al ser el bien más líquido, la existencia de múltiples “monedas” digitales solo sirve para complicar la percepción y valor de este medio. Muchas criptomonedas, aunque puedan tener características únicas, no logran alcanzar el mismo nivel de confianza y reconocimiento que ha cimentado a Bitcoin como el líder en su campo. La conclusión que se puede extraer de todo esto es que el mundo de los activos digitales está en un momento crítico de su evolución. Es crucial recordar las raíces y las intenciones originales detrás de estas tecnologías. A medida que el panorama cripto se diversifica, sería prudente adoptar una perspectiva más centrada en Bitcoin.
En lugar de promover el mensaje “Bitcoin, no crypto”, sería más apropiado pensar en “Crypto, significando Bitcoin”. La naturaleza matemática, robusta y fundamental de Bitcoin debe ser el sello distintivo de lo que consideramos “crypto” en este nuevo mundo financiero.