En la era digital, la toma de decisiones está cada vez más influenciada por procesos algorítmicos que afectan desde qué productos compramos hasta cómo consumimos información. Una dimensión hasta hace poco poco explorada es cómo la atracción humana natural hacia los patrones y la regularidad puede ser utilizada por algoritmos para moldear decisiones, incluso cuando estas decisiones no maximicen beneficios objetivos. Esta línea de investigación abre una nueva perspectiva en la comprensión del comportamiento humano y plantea importantes interrogantes éticos y sociales. Los seres humanos poseemos una capacidad innata para detectar patrones en nuestro entorno. Desde la infancia, nuestra atención se dirige hacia regularidades y estructuras predecibles, un mecanismo que ayuda a interpretar el mundo y tomar decisiones más eficientes.
Sin embargo, esta inclinación no siempre conduce a resultados óptimos, ya que podemos asignar valor a la existencia de un patrón en sí mismo, independientemente de su utilidad práctica o económica. Un experimento reciente realizado en el contexto de una competencia internacional llamada Choice Engineering Competition (CEC) ha puesto a prueba la influencia de patrones generados por algoritmos en la toma de decisiones. En dicha competencia se presentaron a los participantes dos opciones idénticas en cuanto a recompensas objetivas, pero un algoritmo diseñado intencionalmente distribuyó las recompensas en secuencias regulares y predecibles para una de las opciones, y de forma irregular para la otra. Sorprendentemente, la mayoría de los participantes desarrolló una clara preferencia por la opción con patrón regular, a pesar de que esta elección no maximiza sus ganancias. El algoritmo denominado RaCaS (Regularity as Carrot and Stick) fue el más efectivo en inducir esta preferencia.
Su funcionamiento se basa en tres premisas principales: el explorar y mantener la regularidad es percibido por el cerebro como una recompensa, la ruptura del patrón es experida como un castigo, y la búsqueda por confirmar hipótesis acerca del patrón funciona como refuerzo. RaCaS distribuye premios con secuencias cada vez más espaciadas pero repetibles, reforzando la sensación de control y predictibilidad en el participante. La implementación de RaCaS presentó un diseño dinámico que se adaptó a las elecciones del usuario, asegurando que la regularidad solo se presentara cuando el individuo eligiera consistentemente la opción objetivo (Bias+). Cualquier exploración de la otra opción interrumpía la regularidad, desincentivando la exploración mediante esta “sanción” epistemológica. De esta forma, el algoritmo capitalizó la tendencia humana a favorecer la certidumbre y predecibilidad, provocando un sesgo conductual significativo.
Más allá del nivel superficial de las preferencias, estos hallazgos revelan un efecto autorreforzante. Los participantes que se aferraron al patrón descubrieron más recompensas en dicha opción simplemente porque la exploraban con más frecuencia. En cambio, la opción no regular quedó infravalorada, ya que al ser explorada menos, las recompensas que aquella ocultaba pasaron inadvertidas. Esta dinámica de retroalimentación negativa profundizó la preferencia por la opción ordenada, generando una falsa percepción de su superioridad. Este fenómeno provoca una paradoja: los individuos terminan eligiendo consistentemente una opción que no les genera mayores beneficios monetarios, sacrificando ganancias potenciales por la aparente comodidad que ofrece la predictibilidad.
En términos prácticos, es como preferir una ruta conocida y lineal a un destino, aunque existan opciones alternativas que podrían ser más rápidas o convenientes, simplemente porque la regularidad produce una experiencia subjetiva más segura. Estas revelaciones desafían la tradicional visión de la toma de decisiones basada exclusivamente en el aprendizaje por recompensas cuantificables. Por el contrario, sugieren que factores cualitativos, como la percepción de orden o la sensación de control, juegan un papel crucial que no está adecuadamente contemplado en modelos computacionales clásicos. La relevancia de este enfoque algorítmico va más allá del laboratorio. Nos lleva a reflexionar sobre cómo herramientas digitales en el mundo real podrían explotar la preferencia humana por la regularidad para influir conductas de consumo, adherencia a contenidos o incluso decisiones políticas.
En plataformas sociales, por ejemplo, la presentación de información de forma estructurada y predecible podría calar más hondo en las preferencias del usuario, independientemente de la objetividad o valor real del contenido. Sin embargo, también emergen preocupaciones éticas. La manipulación deliberada de decisiones a través de la explotación de sesgos cognitivos puede resultar en “nudges” que beneficien al individuo y la sociedad, o en “sludges” y patrones oscuros que degraden la autonomía y generen perjuicios. La transparencia en el diseño y la regulación de tales sistemas se vuelve entonces un imperativo para evitar abusos. Además, la evidencia sugiere que el efecto positivo que los nudges pueden tener en contextos reales es, en promedio, modesto o incluso nulo cuando se consideran sesgos de publicación y replicabilidad.
Por lo tanto, entender con detalle los mecanismos psicológicos subyacentes, como la atracción hacia la regularidad, ofrece nuevos caminos para diseñar intervenciones más efectivas y humanas. El futuro de esta línea de investigación demanda estudios que disocien específicamente qué componentes del patrón –la predictibilidad, la sensación de control, la confianza o la expectativa de confirmación– son los que realmente motivan la adhesión a una opción. Evaluar también cómo varían estos efectos según contextos culturales, edades o tipos de decisiones ampliará la aplicabilidad de las conclusiones. Desde la perspectiva tecnológica, la capacidad de codificar principios psicológicos cualitativos en algoritmos eficientes, como hizo RaCaS, constituye un avance para la ingeniería del comportamiento. Las intervenciones digitales podrían llegar a combinar múltiples sesgos de forma adaptable y personalizada, logrando influencias más potentes y persistentes, tanto para fines altruistas como comerciales.