En un pequeño pueblo de Alemania, el interés por el canto ha renacido entre los más jóvenes, desafiando la tendencia actual de la distracción digital. Esto se debe en gran parte a un proyecto único que ha unido a abuelos, padres e hijos a través de la música. Esta iniciativa no solo busca fomentar el canto, sino también reforzar la conexión intergeneracional, creando recuerdos y experiencias valiosas para ambas partes. La historia comenzó en el municipio de Mahlstetten, donde la melodía de las risas infantiles se mezcla con el sonido de las notas musicales en el aire. En este rincón del mundo, 24 niños, entre cuatro y doce años, se han reunido para formar un grupo de canto conocido como "Singing Kids".
Lo que hace que este grupo sea especial es la mezcla de generaciones; muchos de estos niños tienen padres o abuelos que también participan en el tradicional Männergesangverein (asociación de canto masculina). El coro, bajo la dirección de María Münch, una apasionada educadora y cantante, ha organizado ensayos regulares, donde no solo se preparan para sus presentaciones, sino que también se viven momentos de alegría y camaradería. Desde el primer día, la energía en el salón de ensayos ha sido palpable. Cada clase comienza con un calentamiento vocal y un ejercicio de movimiento, estableciendo un ambiente dinámico antes de comenzar a cantar. La conexión entre los niños y sus abuelos es clave en este proyecto.
Cuando se les pregunta a los pequeños por qué disfrutan de cantar con su abuelo o su papá, sus respuestas son espontáneas y cargadas de emociones. "Es muy divertido", dice uno, mientras que otro agrega: "Me encanta aprender nuevas canciones con ellos". La mayoría coincide en que la experiencia de cantar con sus familiares les hace sentir parte de algo más grande. El amor por la música no es nuevo en la familia de Münch. Desde pequeña, ella ha estado vinculada a este mundo gracias a su padre, quien también fue miembro activo del Männergesangverein durante muchos años.
Su dedicación al canto la llevó a involucrarse en diversas iniciativas culturales en su comunidad, y con el tiempo, se convirtió en referente en la enseñanza de música para niños. El gran atractivo de este proyecto se debe, en parte, a su enfoque inclusivo. Los niños no solo aprenden a cantar, sino también a trabajar en equipo y a disfrutar de la mezcla de voces. Además, el componente lúdico de las sesiones hace que incluso los más tímidos se atrevan a unirse y participar. Así, en cada ensayo, se construyen amistades que trascienden las diferencias de edad y se instauran como pilares de un sentido de pertenencia.
Un domingo por la mañana, durante uno de los ensayos, la sala se llena de risas mientras los niños se familiarizan con una nueva canción. La alegría es contagiosa, y el entusiasmo se refleja en el rostro de cada pequeño cantante. "¡Mango!", exclama Münch, y en cuestión de segundos, las voces se elevan, unísonas, interpretando la melodía con tal fervor que los ojos brillan. A medida que se acerca la fecha del concierto de otoño, que tendrá lugar el 12 de octubre, la emoción crece. Las miradas de los niños revelan no solo nervios, sino también una palpable expectación por mostrar su progreso y compartir el escenario con el Männergesangverein.
La propuesta de presentar un repertorio conjunto ha generado un ambiente de colaboración y entusiasmo entre ambos grupos, lo que hace que este evento sea aún más significativo. Sin embargo, la organización de los ensayos no ha estado libre de retos. Con los niños compitiendo por tiempo entre la escuela, los deportes y otras actividades extracurriculares, encontrar horarios comunes ha sido difícil. No obstante, la pasión y el compromiso de todos los involucrados han permitido superar estas dificultades, y hasta se han establecido acuerdos para que cada niño pueda asistir lo mejor posible. El canto, de hecho, se convierte en una vía de escape, un espacio donde los niños pueden expresarse libremente, lejos de las presiones del mundo exterior.
"Aquí me siento feliz, y no tengo preocupaciones", dice una niña con una gran sonrisa. "Es como un refugio". Este tipo de actividad no solo promueve habilidades artísticas, sino que también ofrece un espacio seguro donde los niños pueden crecer emocionalmente. El padre de una de las cantantes, que también es miembro del coro masculino, comenta sobre la importancia de este vínculo. "Cantar junto a mi hija me recuerda mis propios días de infancia.
Es especial ver cómo la música les toca el alma y les enseña valores como el trabajo en equipo y la amistad". Este tipo de reflexión resuena en muchos padres y abuelos que participan en el proyecto, uniendo generaciones y creando recuerdos que perdurarán más allá de los acordes de las canciones. Desde el punto de vista educativo, el proyecto ha demostrado ser un éxito rotundo. María Münch ha visto cómo, a través de la música, no solo se enseñan notas y melodías, sino también disciplina y respeto. Las risas y la diversión que se viven en cada ensayo, sumadas a la alegría de ver sus frutos en el escenario, hacen que la experiencia sea inigualable.
A medida que se acerca el día del concierto, los niños se preparan para incorporarse con confianza al escenario. Aparte de cantar, muchos de ellos se beneficiarán al aprender a presentar el programa. La idea de que ellos mismos moderarán el evento añade aún más emoción y autenticidad. Con entusiasmo, han preparado pequeños textos de presentación que incluyen fragmentos de las canciones, lo que los involucra aún más en el proceso. El evento no solo celebrará el talento y la dedicación de los niños, sino también la creación de una comunidad que valora la música y la unión familiar.
En tiempos donde la tecnología muchas veces sustituye el contacto humano, este proyecto destaca la importancia de las conexiones interpersonales a través de las experiencias compartidas. La música, así, se convierte en la banda sonora de este hermoso viaje intergeneracional. Finalmente, la experiencia vivida en Mahlstetten se transforma en un símbolo de esperanza y creatividad. A través de sus acordes, los "Singing Kids" no solo brindan un espectáculo; construyen puentes entre generaciones y celebran la vida familiar, recordando a todos que, a veces, lo más sencillo —como cantar juntos— puede ser lo más grandioso de todo.