En un mundo empresarial donde la innovación tecnológica avanza a pasos agigantados, Google, una de las compañías más emblemáticas del siglo XXI, se enfrenta a un desafío crucial. La irrupción de la inteligencia artificial (IA), especialmente en el ámbito de los chatbots y sistemas conversacionales, está redefiniendo cómo los usuarios interactúan con la información en línea, poniendo en jaque el dominio casi absoluto que Google ha ejercido en la búsqueda web durante décadas. Este cambio ha motivado a analistas financieros a sugerir una transformación radical en la estructura de la compañía mediante una división significativa de sus diferentes unidades de negocio, lo que podría generar un valor combinado de 3.7 billones de dólares, muy por encima de su capitalización actual en bolsa. El analista Gil Luria, de DA Davidson, ha expresado con claridad que mantener a Google como una única entidad conglomerada podría condenar a la compañía a operar con múltiplos de ganancias bajos para un negocio que muestra potencial de crecimiento.
En este sentido, Luria propone lo que llama un “big bang breakup”, una ruptura integral que dividiría Google en sus principales líneas de negocio, tales como YouTube, Google Search, Google Cloud, Waymo y sus segmentos de IA, permitiendo que cada una de ellas cotice por separado y alcance valoraciones más acordes con sus verdaderos aportes y perspectivas de crecimiento. La relevancia de esta propuesta va más allá del ámbito financiero, pues responde también a decisiones legales recientes. En agosto de 2024, el juez federal Amit Mehta determinó que Google había incurrido en prácticas monopolísticas ilegales respecto al mercado general de motores de búsqueda, una sentencia histórica que abrió la puerta a posibles desmembramientos y soluciones regulatorias estrictas. La situación se agrava si se añade la presión del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que ha solicitado la venta de productos clave como el navegador Chrome, la red publicitaria de Google e incluso su sistema operativo Android para dispositivos móviles. A pesar de estas solicitudes, Luria sostiene que las medidas parciales de desconglomeración propuestas por la justicia estadounidense pueden quedar cortas y no maximizar el valor del grupo ni atender adecuadamente los retos impuestos por la IA.
En cambio, su análisis basado en reportes de resultados financieros y comparaciones con empresas rivales demuestra que las unidades de Google aisladas captarían la atención y evaluación de los inversores de forma mucho más favorable. Por ejemplo, comparó Waymo, su división de vehículos autónomos, con Uber, mientras que Google Cloud se equipara con Snowflake, YouTube con Netflix, y sus desarrollos en chips y inteligencia artificial con Nvidia. Esta perspectiva arroja una conclusión poderosa: Google podría estar subvalorado en su estado actual, con una capitalización que ronda los 2 billones de dólares, frente a la suma de sus partes que podría aproximarse a los 3.7 billones. Esto significa que el mercado no refleja adecuadamente el verdadero potencial de sus negocios individuales.
Un punto destacado dentro del análisis es el peso creciente de las operaciones relacionadas con la inteligencia artificial y la computación acelerada. Google produce sus propios chips de procesamiento tensorial, conocidos como TPUs, que resultan fundamentales para sus servicios en la nube y también están a disposición de clientes externos. Estos avances tecnológicos, junto con la investigación y desarrollo de Google DeepMind, la división responsable de innovaciones en IA, constituyen una de las piedras angulares del futuro estratégico de la empresa. Según Luria, estos segmentos podrían sumar un valor cercano a 760 mil millones de dólares por sí solos. En un entorno empresarial donde la competencia es feroz y la tecnología cambia con rapidez, el valor para los accionistas se traduce también en la capacidad de la compañía para adaptarse y posicionarse en nichos de crecimiento con claridad y sin conflictos internos.
Un Google dividido permitiría a cada negocio definir su rumbo, atraer inversiones específicas y responder mejor a las demandas del mercado. Además, la transparencia financiera que exigirían los negocios individuales facilitaría la evaluación por parte de los inversores, promoviendo la confianza y mejorando la percepción bursátil. La propuesta de un “big bang breakup” pone sobre la mesa un debate relevante acerca del futuro de las grandes corporaciones tecnológicas. Mientras la diversificación y la integración vertical han generado en el pasado valor y poder de mercado para empresas como Google, la evolución hacia un ecosistema dominado por inteligencia artificial y plataformas especializadas podría requerir una nueva estrategia organizativa. Por otro lado, la presión regulatoria y las preocupaciones antimonopolio de diferentes regiones del mundo apuntan a una tendencia clara: las autoridades buscan controles más estrictos sobre cómo estas empresas dominan sectores críticos y utilizan sus ecosistemas para influir en la competencia y los consumidores.
No es sorprendente que la justicia norteamericana contemple desmembramientos para asegurar un juego más equitativo y evitar abusos de posición dominante. Además, la competencia directa de otras gigantes tecnológicas y startups innovadoras en IA puede erosionar rápidamente la cuota de mercado tradicional de Google Search. La transición de un motor de búsqueda basado en listas de enlaces hacia modelos conversacionales y asistentes virtuales implica un cambio en la forma en que se monetiza y se interactúa con el usuario. Esta transformación puede afectar los ingresos publicitarios, actualmente la principal fuente de ingresos para Alphabet, la empresa matriz de Google. En conclusión, la combinación de presiones regulatorias, cambios tecnológicos y dinámicas del mercado está empujando a Google hacia un posible punto de inflexión.
Mientras la compañía lucha por reinventar su modelo de negocio y conservar su liderazgo en la era de la IA, la propuesta de disolver su estructura en entidades más enfocadas podría desbloquear un valor sustancial para accionistas e inversores. Esta solución, sin embargo, requiere una visión audaz y una disposición para modificar un legado empresarial consolidado durante años. Los próximos meses serán cruciales para observar cómo Google y las autoridades reguladoras navegan este complejo camino. Para los inversores, analistas y usuarios, el auge de la inteligencia artificial representa una oportunidad pero también un desafío que podría redefinir cómo concebimos la búsqueda en Internet y el poder de las grandes tecnológicas en la economía global.