Durante décadas, el dólar estadounidense ha ostentado una posición de predominio en la economía global como la principal moneda de reserva y el pilar del comercio internacional. Sin embargo, en los últimos años, diversos expertos y analistas, incluyendo al economista Kenneth Rogoff, han señalado que esta era de dominio absoluto podría estar cerca de su cierre. Las razones que justifican este cambio se basan tanto en factores estructurales internos de Estados Unidos como en presiones externas que buscan diversificar y reducir la dependencia de la economía mundial respecto al dólar. Kenneth Rogoff, reconocido economista y autor de "Our Dollar, Your Problem: An Insider’s View of Seven Turbulent Decades of Global Finance, and the Road Ahead", plantea que aunque el dólar mantendrá su liderazgo como la principal moneda en el ámbito financiero internacional, su singularidad y hegemonía están en retroceso. Su investigación y análisis revelan que el dólar ya alcanzó su apogeo alrededor del año 2015 y desde entonces está en un lento pero creciente declive.
Uno de los factores clave internos que amenaza el dominio del dólar es la dinámica fiscal de Estados Unidos. El aumento sostenido del déficit fiscal y una deuda nacional que supera los 36 billones de dólares generan temores sobre la sostenibilidad económica del país. La dependencia de Estados Unidos en el financiamiento a través de la emisión de deuda a muy bajo costo ha sido una ventaja gracias al estatus privilegiado del dólar, pero cualquier incremento en las tasas de interés puede impactar gravemente las finanzas públicas y, en consecuencia, la fortaleza monetaria. El papel de la Reserva Federal también ha sido central en este escenario. La independencia de esta institución, esencial para mantener la confianza en la estabilidad económica y monetaria, está siendo cuestionada en el contexto político actual.
Históricamente, durante tiempos de crisis o guerra, los bancos centrales tienden a subordinare al gobierno, lo que puede derivar en políticas monetarias menos prudentes y mayor inflación. Roger afirma que una nueva crisis podría poner en riesgo esta independencia, afectando negativamente la confianza en el dólar. Por otro lado, los factores externos han acelerado este proceso. La política estadounidense de imponer sanciones económicas como forma de presión internacional ha evidenciado a países como China la vulnerabilidad de depender de una moneda controlada por una sola nación. Especialmente tras la imposición de sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania, se ha visto un esfuerzo por parte de varias potencias emergentes de reducir su exposición al dólar.
Este intento de desdolarización busca minimizar los riesgos políticos y económicos asociados a la influencia estadounidense en la política monetaria global. El impacto que esta transición tendría en la vida cotidiana de los estadounidenses es significativo aunque a menudo discreto. La fortaleza del dólar se traduce en tasas de interés más bajas para préstamos y hipotecas, lo que beneficia a consumidores y al gobierno. Si el dólar pierde esta posición, el costo de financiamiento puede aumentar abruptamente, encareciendo créditos tanto para las familias como para el Estado, que ya afronta un endeudamiento gigantesco. La estabilidad del dólar a nivel internacional también ha sido un salvavidas en periodos de crisis.
Estados Unidos ha podido emitir deuda masivamente durante episodios como la crisis financiera de 2008 y la pandemia de COVID-19, amortiguando los efectos negativos sobre su economía. Sin embargo, si el dólar pierde confianza o privilegios, esta capacidad podría disminuir considerablemente. La historia también juega un papel revelador para comprender este fenómeno. El dólar alcanzó su supremacía tras la Segunda Guerra Mundial y especialmente cuando Estados Unidos abandonó el patrón oro en 1971 bajo la presidencia de Richard Nixon. Este paso generó una gran incertidumbre internacional, ya que removió un ancla tangible para la moneda y dejó a los países extranjeros con una moneda respaldada sólo por la confianza en la economía estadounidense.
La icónica frase del entonces Secretario del Tesoro, John Connally, "Es nuestro dólar, pero es tu problema", resume la tensión entre los intereses estadounidenses y el impacto global. Mientras tanto, la hegemonía de otras monedas, aunque no equiparables todavía, se ha ido fortaleciendo. La eurozona con su moneda común y la economía japonesa fueron considerados retadores importantes en el pasado pero sin lograr desplazar al dólar. China, en cambio, ha avanzado en su estrategia de internacionalización del yuan, promoviendo acuerdos bilaterales y sistemas alternativos de pago que podrían erodir el dominio estadounidense a largo plazo. Rogoff también señala que el dominio del dólar está en una etapa de "media edad tardía, pero aún con buena salud", aunque ciertas políticas recientes, incluyendo la guerra comercial con China bajo la administración Trump, han actuado como catalizadores para acelerar su declive.
La visión académica apunta a que esta no será una caída repentina sino un proceso gradual en el que nuevas dinámicas económicas, tecnológicas y políticas internacionales van configurando un orden monetario más multipolar. Además del contexto geopolítico, surgen innovaciones financieras que podrían contribuir a diversificar los instrumentos monetarios mundiales, como el auge de monedas digitales y sistemas de pago que no dependen exclusivamente de la infraestructura tradicional. Las monedas digitales emitidas por bancos centrales (CBDC) y criptomonedas están cambiando la forma en que se conciben las transacciones transfronterizas, lo que podría reducir aún más la hegemonía del dólar en un futuro no muy lejano. A nivel global, la disminución del poder del dólar tendrá implicaciones complejas. Muchos países que actualmente tienen grandes reservas en dólares podrían verse forzados a reestructurar sus carteras diversificándolas en otras monedas para protegerse de la volatilidad.
Por otro lado, la pérdida de control unilateral por parte de Estados Unidos podría fomentar un sistema financiero internacional más equilibrado y con menor riesgo de manipulación política. Sin embargo, la infraestructura financiera y la confianza construidas durante casi un siglo en torno al dólar no se desvanecerán de inmediato. La estabilidad, liquidez y aceptación global de esta moneda continúan siendo superiores a cualquier alternativa. De ahí que, por ahora, el dólar sigue siendo la moneda refugio en momentos de incertidumbre y se mantiene como la principal elección para los bancos centrales cuando definen sus reservas. En conclusión, el posible declive del dominio del dólar estadounidense no implica el fin de su relevancia, sino una nueva configuración del orden monetario internacional.
La interacción entre debilidades internas, retos externos y cambios tecnológicos está dando forma a un panorama más competitivo y menos centralizado en cuanto a monedas globales. Este proceso representará desafíos y oportunidades tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. Comprender y prepararse para estos cambios será crucial para gobiernos, empresas y ciudadanos que habrán de adaptarse a un sistema económico mundial en evolución. Mientras el dólar sigue siendo protagonista, su rol exclusivo está cediendo espacio a una era más compleja y plural en la arena financiera internacional.